El campamento de verano, una palanca extra en el desarrollo de tu hijo
Estas experiencias además de ser imprescindibles a la hora de conciliar suponen grandes aprendizajes para los menores
Un mes «desenchufado» sin móvil: otra gran ventaja de mandar a tu hijo a un campamento en el extranjero
Madrid
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Iniciar sesiónEn apenas tres semanas se termina el curso escolar y los niños tienen casi tres meses por delante sin clases. Son ochenta y dos días de vacaciones que pueden llegar a dar para mucho pero que, a menudo, requieren ingentes esfuerzos por parte de ... las familias para poder gestionarlos.
La realidad es que muchos padres no pueden pasar todas las vacaciones con sus hijos porque tienen que trabajar y la mayoría hacen lo imposible para que estén bien atendidos. La conciliación pasa, en la mayoría de los casos, por dividir las vacaciones por quincenas entre los padres, enviar a los pequeños con familiares cercanos o inscribirse en campamentos.
Hay muchísima variedad. Cerca de casa o lejos, para todas las edades y circunstancias, caros y baratos, públicos y privados con o sin pernocta, específicos sobre habilidades concretas, de idiomas, multideporte, inclusivos… La oferta es de tal magnitud que es todo un trabajo encontrar el que más se ajuste a las necesidades de la familia. Para ello lo ideal es recurrir a entidades especializadas como Solocampamentos o la Asociación Nacional de Empresas de Actividades y Campamentos (ANEACAMP).
Desde ambos organismos defienden que los beneficios para el desarrollo del menor son indiscutibles. Para empezar, señala Cova Berjón, portavoz de ANEACAMP, «además de ser el lugar perfecto para hacer nuevos amigos y realizar actividades diferentes, son idóneos para desarrollar nuevas y enriquecedoras habilidades sociales, físicas o emocionales».
Una experiencia de estas características, apunta Sonia Martínez, psicóloga y directora de los centros Crece Bien, «donde los niños están fuera de su entorno, y tienen que desenvolverse sin sus padres, sin sus amigos del colegio y sin el adulto de referencia, les expone a buscarse recursos, hacer nuevas amistades, adaptarse a otras figuras… Todo esto supone una oportunidad para que ese niño se desenvuelva mejor en la vida, se sienta más seguro y sea capaz de afrontar los cambios que a ciencia cierta que le llegarán más adelante».
Así lo corrobora el profesor colaborador de Psicología de la UOC y de Psicología evolutiva y de la educación de la UIB, Daniel Adrover, quien ratifica que los campamentos «son una buena oportunidad para que los menores conozcan a otros niños y tengan experiencias variadas siempre que puedan realizar actividades que les gusten y no lo vivan como una experiencia que les cause ansiedad ni tengan la sensación de que los padres se deshacen de ellos temporalmente».
Para evitar esta última percepción, el experto recomienda escuchar las preferencias de los chavales a la hora de planificar las vacaciones: «Si se sienten parte de ellas, se implicarán mucho más». Darles esa oportunidad de elegir y respetar sus gustos es también una forma, añade Ana María Reynoso, profesora del grado de Pedagogía de la Universidad Internacional de La Rioja, «de que sea experiencia de éxito».
De hecho, a su juicio, «tampoco hay que llenar la vida de actividades sin sentido, sino de cosas con un propósito. Y no se trata tanto de inscribir al menor en asignaturas para potenciar lo que pueda ir peor académicamente, por ejemplo, sino de aprovechar estos meses estivales para estimular el talento. Si el niño odia los idiomas y le enviamos a un intensivo, no va a resultar. Las cosas 'no se imponen, se proponen'».
Móviles fuera
En esta línea, prosigue, «puede ser también que el niño no quiera ir al campamento, porque no ha madurado todavía en ese aspecto de la vida. Es mejor ir poco a poco, con metas puntuales y cortas, pero siempre de forma gradual, no mandarle quince días fuera cuando nunca ha salido a dormir a casa de un amiguito». También puede suceder que el menor haya tenido una mala experiencia anteriormente. En ese caso, sugiere Reynoso, «debemos hablar con él qué es lo que no salió bien la vez pasada y tratar de trabajar en ello para que esta vez vaya mejor. Es posible darle la vuelta a una mala experiencia y convertirla en aprendizaje».
Con respecto a la tecnología, «lo normal en todos los campamentos es que los teléfonos estén custodiados y que no se permita el acceso», explica la portavoz de la Asociación Nacional de Empresas de Actividades y Campamentos. Lo que sí se suele hacer, reconoce, «es proporcionárselos los días estipulados para hacer las rondas de llamadas. No obstante, las familias suelen recibir información continua a través de diferentes canales. Lo que es bueno es que los niños no estén en permanente contacto con sus padres, ya que se está perdiendo mucho el concepto 'echar de menos', lo que puede ser perjudicial para el desarrollo del niño». En esa misma línea «trabajan la mayoría de campamentos disponibles en el extranjero, donde se está adoptando una 'política de tecnología reducida' que deja los elementos electrónicos fuera y permite una mejor integración y disfrute, algo que las familias valoran cada vez más», advierte Bárbara Gutiérrez, asesora educativa y fundadora de 'Proyecta el futuro'.
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Otra duda que suele surgir, comenta la directora de Crece Bien, es si enviar a los hermanos al mismo campamento algo que, por organización familiar, suele ser lo conveniente. «Aquí es muy importante ser conscientes del papel que debemos desempeñar los padres. Lo ideal sería poner a cada niño en el grupo correspondiente por edad. El campamento puede ser una buena oportunidad para que los hermanos afiancen su relación y que cuando se encuentren en alguna zona común se saluden o se hagan un guiño que les de confianza, pero no podemos responsabilizar al mayor del menor ni hacer al pequeño dependiente de alguna forma. Al pequeño hay que transmitirle que le irá muy bien solo, que tiene sus propias habilidades y que si va con su hermano es para divertirse. El apoyo debe ser mutuo y no de dependencia»
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