Elda: la batalla entre los moros y los cristianos
El municipio alicantino recrea la Reconquista de las tierras de la región por parte de los cristianos a sus antiguos ocupantes, los moriscos en su tradicional fiesta de interés turístico nacional
J.M.SÁNCHEZ
La ciudad alicantina cercana al seco río Vinalopó es bien conocida por ser la cuna del calzado en España. Industrial y sincera, sus calles acogen esta semana su fiesta grande, aquella que junto a otras localidades como Alcoy conmemora la Reconquista de las tierras de ... la región por parte de los cristianos a sus antiguos ocupantes, los moriscos.
Identificada como destino de interés turístico, los vecinos de este municipio de sesenta mil habitantes, formado en un valle enquistado entre montes como El Cid, se visten durante estos días con atuendos de la época. Pasión, lujo, admiración, espectacularidad. Así son los Moros y Cristianos de Elda , cuyo inicio, impreciso, se remonta a los primeros años cuarenta, aunque este año se ha producido un curioso hallazgo. La Junta Central de Comparsas ha descubierto nuevos documentos que datan los orígenes de los de Moros y Cristianos en 1754, unos 121 años antes de lo que estaba estipulado.
El rito, más moderno y actual, envuelve al visitante en un cóctel de colores y pólvora. Recorriendo sus calles, miles de personas de toda índole y posición social y económica se embuten de asombrosos trajes. Los desfiles, compuestos por numerosas filas y comparsas, es una exhibición artística en directo.
Los eventos conmemoran la festividad del patrón de la ciudad, San Antón. Habitualmente se concretan cinco días de celebración, distribuidos por diferentes actos. El primer día, previsto para el miércoles, es el pregón, en el que se da el pistoletazo de salida a todas las fiestas. En esta edición ha sido Rosana Güiza, periodista de Onda Cero, la encargada de realizarlo desde el balcón del Ayuntamiento.
Tras un asombroso espectáculo de fuegos artificiales, las gentes del lugar ya están preparadas con los trajes de calle para disfrutar de los siguientes y frenéticos días. En la segunda jornada, se produce la entrada de bandas y, a la medianoche, la llamada retreta, un desfile de una parte de los festeros, que van vestidos con el traje oficial. Es alegre e informal. El viernes es el gran comienzo en realidad. Si por la mañana se ha producido el tradicional traslado del santo desde su ermita hasta la Iglesia de Santa Ana, la principal y más grande del lugar, para continuar, pasada la tarde, con el simpático desfile infantil, en el que niños de todas las edades imitan a los mayores.
Las jóvenes promesas dan el relevo, al día siguiente, de dos eventos espectaculares. Estos son Alardo de arcabucería, donde el ruido se mezcla con nubes de pólvora, la Embajada Mora, en la que se recrean hechos históricos. A media tarde se produce la Entrada Cristiana. El desfile imperial, cargado de luces y sombras de los cristianos, de festividad de la comparsa de los zíngaros, de momentos canallas con la comparsa formada por los piratas -que por cierto en sus inicios formó parte del bando moro-, donde antifaces, pañuelos y mar son sus principales atractivos. También aparecen los estudiantes y sus curiosos vestidos además de los contrabandistas, cuya música atrayente y alegre saca a todos una sonrisa.
Domingo por la mañana, y tras un madrugón rodeado de la banda sonora de toda la fiesta, por la tarde se produce la Entrada Mora, imponente, cadenciosa, lenta, sobria y sosegada. Los pasos, al unísono, y los asombroso vestidos se unen a los sonidos de la época, a marchas moras estremecedoras. Realistas, Musulmanes, Marroquíes y Huestes del Cadí son los nombres de las comparsas. La Historia vuelve a las calles eldenses.
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