El PSOE asume su próxima debacle autonómica y buscará la pinza con Vox
El partido se prepara para encarar otro ciclo electoral adverso, sin visos de recuperar poder territorial
Enfocará la estrategia en visibilizar un PP «rendido» a la ultraderecha como catalizador para las generales
Vox exigirá que Pérez Llorca «escenifique» todas las condiciones para investirle
Madrid
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Iniciar sesiónEntramos en campaña, si es que en algún momento hemos logrado aislarnos de esa sensación de competición electoral constante entre las distintas fuerzas políticas. Desde el 2003, España ha vivido 22 años inmersa en procesos electorales, al menos uno por curso, cuando no se ... ha dado la concurrencia de varios en el mismo. Extremadura abrirá el próximo 21 de diciembre otro ciclo que seguirá en Castilla y León y Andalucía en 2026, si ninguna autonomía o el propio Pedro Sánchez deciden anticipar el calendario previsto para 2027. Todos los partidos hacen sus cálculos, estudian múltiples escenarios y ponderan sus opciones para rentabilizar al máximo sus expectativas. «Nadie convoca para perder», es la máxima que domina la decisión que ampara la llamada anticipada a las urnas.
El PSOE concurre a este nuevo ciclo electoral en una situación de máxima precariedad y «sin opciones» de recuperar el poder territorial que cedió en 2023, según reconocen, con pesar y en privado, fuentes socialistas consultadas por ABC. En público, el posicionamiento es más posibilista y se mantiene que se «sale a ganar». No cabría otro pronunciamiento para encarar una campaña. Hace dos años el partido perdió el grueso de sus bastiones autonómicos: Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón, La Rioja, Canarias y Extremadura cayeron del lado del PP. Estos dos últimos, pese a que los socialistas fueran la fuerza más votada. También entregó su pulmón municipal, con hasta 15 capitales de provincia entre las que destacaron Sevilla, Valladolid, Castellón o Palma. Ahora, reconocen no estar en condiciones de revertir una tendencia que, en gran medida, vino marcada por la contaminación nacional de los procesos territoriales.
En contra del PSOE juegan dos derivadas. Por un lado, su limitada pujanza, dado que en ninguna de las plazas donde ya hay calendario electoral fijado figuran en primera posición en las encuestas. El PP se afianza como fuerza más votada en Extremadura, Castilla y León y Andalucía y también en otros feudos que podrían estar cerca de las urnas como Aragón y la Comunidad Valenciana. Este último bastión, pendiente de un futuro pacto con Vox, es especialmente sensible, porque pese al profundo desgaste al que Carlos Mazón ha sometido a las siglas de su partido, la izquierda –y los socialistas en particular– han sido incapaces de capitalizar esta debilidad en forma de votos. Según la última encuesta de GAD3 para ABC, los populares estarían en condiciones de volver a ganar las próximas elecciones.
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En segundo término, al PSOE le lastra la ausencia de un aliado consolidado. Aunque los socialistas fueran capaces de ganar, sus opciones de gobernar se verían cegadas por los pactos postelectorales, porque la suma de las derechas, con un Vox al alza, es imbatible. El PSOE ha jugado la baza del voto útil para tratar de maquillar su pérdida de apoyo electoral que, sumado a la atomización de los partidos a su izquierda, dibuja un panorama desolador a la hora de armar una alternativa a la derecha. Estas perspectivas obligan a recalcular los objetivos con los que se concurrirán a las urnas: ya no se aspira a ganar, ni siquiera a gobernar siendo segunda fuerza, sino a rentabilizar políticamente la dependencia que –se anticipa– el PP tendrá de Vox en todos estos feudos, donde tampoco parece que conseguirán una mayoría suficiente para gobernar en solitario.
La estrategia consiste, básicamente, en emular la que ya se aplicó en 2023. Instrumentalizar las alianzas territoriales –pese a entregar plazas clave– para proyectar un estado de alarma 'antifascista' que permita movilizar a las huestes progresistas de cara a la contienda de las generales. Las fuentes consultadas por ABC no ocultan que su hoja de ruta se centrará en matizar la debacle electoral poniendo el acento en la «rendición» del PP a Vox en todos los pactos autonómicos que tenga que cerrar para poder gobernar. Con esta palanca, se buscará minar la imagen de Alberto Núñez Feijóo, proyectando un liderazgo débil por su profunda dependencia de Vox. Así, se irá contribuyendo a generar la «ventana de oportunidad» a la que se emplaza Moncloa para activar su propio anticipo electoral: esperar al peor momento del PP –con un Abascal envalentonado y que le pise los talones– para apretar el botón que convoque a las urnas.
Alimentando a Vox, el PSOE reincide en una táctica que viene desplegando desde 2019: la del vaciamiento electoral del PP, por la división de la derecha. De este modo, pese a una victoria, casi segura, del PP se garantizaría que la legislatura será corta o, al menos, infernal, sumida en la necesidad de pagar los peajes que imponga Vox para todo. El círculo se cerraría si el PSOE es capaz de mantener el tipo, en el entorno del centenar de votos actual, a costa, eso sí, de asfixiar políticamente a sus socios de Sumar, condenándoles a la irrelevancia si no a la desaparición. Pero antes de que todo esto pueda llegar a aterrizarse, los socialistas tendrán que hacer frente a una tendencia adversa en las urnas que contribuirá a crear una percepción de derrota.
Más siglas, menos Gallardo
En Extremadura el horizonte es desolador para los socialistas. El anticipo de María Guardiola no dio opción a armar ningún tipo de alternativa a Miguel Ángel Gallardo, que ha sido designado candidato sin siquiera celebrar primarias, por la excepcionalidad del adelanto. Gallardo nunca ha estado alineado con Ferraz, pero las fuentes consultadas hacen de la necesidad virtud y asumen que estas son las cartas con las que toca jugar y se reservan cualquier movimiento interno para después de las elecciones. La catarsis vendrá después de las urnas, nunca antes, reflexionan, recordando, además, que Gallardo siempre se ha impuesto entre las bases en las primarias en las que se ha medido –dos, en los últimos dos años– incluso contra candidatos designados por Ferraz.
El escenario es demoledor, porque el PSOE ganó las últimas elecciones y ahora todas las encuestas les dan un fuerte retroceso. No puede ignorarse que el horizonte judicial, con Gallardo a un paso del banquillo, tampoco ayuda. La estrategia será, según avanzan en el partido, priorizar las siglas, por delante del candidato, para recuperar a los descontentos que en su día apostaron por el PSOE. Sánchez prevé implicarse y el próximo miércoles estará en Mérida en la presentación de las listas electorales.
En Castilla y León tampoco hay buenas perspectivas. Aunque los socialistas aducen encuestas propias que les dan un empate técnico, con capacidad de imponerse sobre Alfonso Fernández Mañueco, lo cierto es que cualquier expectativa se diluye ante la pujanza de la suma de las derechas, que sigue siendo incontestable. Además, en el partido hay un profundo malestar con el candidato, Carlos Martínez, por su comentario durante el mitin que compartió con Sánchez en octubre en el que dijo: «A mí me critican porque digo CastillaLeón seguido. (...) Pues habrá que decir Castilla y León y Soria y Burgos y Valladolid y Segovia», dijo en un comentario que pretendía ser jocoso y se ha interpretado como una burla a la identidad leonesa. Esto ha generado una crisis con el PSOE de León.
Más descorazonador es el panorama en Andalucía, el que fuera bastión clave para el socialismo español no opera ya ni como opción. Desde el Gobierno se ha tratado de impulsar una candidatura potente, «un revulsivo», con la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a la cabeza, que tendrá que dejar sus responsabilidades en el Ejecutivo para acabar asumiendo la oposición a Juanma Moreno. De ahí sus resistencias iniciales. En Moncloa han visto una oportunidad política en la gestión de los cribados del cáncer de mama, para forzar el debilitamiento de la transversalidad del presidente de la Junta, pero ni siquiera esta polémica ha permitido que el PSOE saque ventaja electoral.
La candidata sigue alejada del territorio por sus obligaciones en Madrid, entre otras, el diseño de los Presupuestos, y esto está generando malestar en el socialismo andaluz, que pide que abandone el Gobierno cuanto antes y se centre en la campaña. Además, tanto su partido como los socios consideran que mantener la doble condición de candidata y negociadora genera distorsiones, mientras desde su entorno defienden que es «más útil» desde Moncloa. Las encuestas sitúan a Montero por debajo del suelo histórico que marcó Juan Espadas, pero, eso sí, comienzan a dibujar a un PP que perdería la mayoría absoluta y le obligaría a depender de Vox. El escenario ideal para seguir articulando la estrategia de cara a las generales.
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