El PP se moviliza pero sin despojarse del estigma de la 'foto de Colón'

En el momento en el que la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, anunciaba el acto de protesta el miércoles por la mañana en una entrevista en televisión, las reacciones se dispararon en el PP. Muchos celebraron esa llamada a la movilización. Otros, dudaban. El anuncio llegaba un día después de las palabras del expresidente del Gobierno, José María Aznar. Y también a la zaga del anuncio de la movilización en Barcelona promovido por Sociedad Civil Catalana.

Dentro del propio PP reconocen que la comunicación de este acto ha sido deficiente. «Nos hemos pasado varios días explicando qué era exactamente», reflexiona un alto cargo del PP. Había miembros de la dirección que no conocían el detalle. Y tenían que reaccionar sin saber muy bien en qué consistía la convocatoria. Pensando en la manifestación se expresaban dudas: «No está bien planificado. ¿Qué hacemos cuando se consume la amnistía? ¿Otra manifestación?», expresaba un dirigente. Mientras que un líder provincial celebraba la movilización: «Hay que ser el dique de contención del asalto al régimen del 78».

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Esa misma mañana, desde la planta noble de Génova 13, advertían: «No es una manifestación. Es un gran acto». El matiz es importante porque condiciona la pretensión de aforo y el control del acto. Vox ha terminado por anunciar que no acudirá al comprobar que es un acto de partido. Es cierto que en la tradicional comida posterior a la Junta Directiva Nacional, celebrada el lunes, Feijóo abordó con los barones presentes la posibilidad de celebrar este acto. «Y de una manifestación si surgía», añade uno de los asistentes. Es decir, no es el momento de ese tipo de movilización.

Sin prejuzgar que ese momento pueda llegar. Pero en el PP son reacios a una llamada a las calles que no sea bajo el paraguas de su marca. Y en la que inevitablemente saben que tendrán que compartir acto con Vox. Incluidos símbolos y proclamas con los que los populares no comulgan. En el radar de Alberto Núñez Feijóo sigue estando como prioridad mejorar su competitividad en las franjas centrales del electorado. El objetivo, además, y para esto es fundamental la investidura, es consolidar al presidente del PP como referente inequívoco de esa reacción.

Pero en el PP creen más en las iniciativas parlamentarias y eventualmente en los recursos ante la Justicia como herramienta de oposición a esas eventuales concesiones de Sánchez a los independentistas. El PP no descarta nada, pero mide los tiempos. Estos días ha habido mucho debate interno sobre la conveniencia de convocar o no una manifestación. Y se expresa esa disparidad de criterios que caracteriza el debate en el PP en las últimas semanas. Y que tiene la relación con Vox como ingrediente principal.

En el PP hay quienes recelan de ese frente en las calles porque es un terreno «en el que Vox nos gana». Menos control. Liderazgo compartido. Más riesgos. El PP lleva años expresando esos riesgos. Vox ya ha anunciado una presencia masiva de su cúpula en la manifestación del 8 de octubre en Barcelona. El PP ha asegurado que estará. Pero se sigue condicionando la presencia de Feijóo a cuestiones de agenda. Distintas fuentes del partido de diferentes ámbitos creen que no tiene más opción que acudir. «La noticia de ese acto será la desbandada del PSC. Y el PP tiene que ir con todo», suplican desde el PP catalán.

En enero de este año el PP ya manifestó incomodidad al respecto cuando se convocó en Cibeles un acto a favor de «España, la democracia y la Constitución» convocada por por la asociación Foro España Cívica y la Fundación Foro Libertad y Alternativa. Santiago Abascal lideró ese día la presencia de Vox. El PP acudió con su vicesecretario de Organización, Miguel Tellado. Feijóo evitó asistir para que «el protagonismo fuese de la ciudadanía», se justificó entonces.

Y la reflexión de estos días no es muy distinta. Al contrario que Vox, que tiene la plaza de Colón como lugar recurrente de sus convocatoria, el PP sigue recelando de lo que supuso esa icónica manifestación de febrero de 2019. Pedro Sánchez se valió de la misma para articular una estrategia de oposición que persiste a día de hoy y que consiste en equiparar cualquier cosa que esté a su derecha como un bloque involucionista. La derecha ha evitado esa unidad entendiendo que contribuyó al ciclo político posterior. El PP obtuvo en esas elecciones de abril de 2019 su peor resultado. Pero eso se debió a la fragmentación. Un dato suele obviarse: en lo últimos años nunca los partidos a la derecha del PSOE tuvieron tantos votos en las elecciones como en abril de 2019.