Los grupos detrás de la nueva 'borroka' planean elevar la «agitación» y la lucha en la calle
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Bilbao
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Iniciar sesiónNo es espontáneo. Los disturbios que vienen produciéndose cada vez con más frecuencia en el norte de España cuentan con una estrategia detrás. Para el Movimiento Socialista (MS), que ya domina espacios como la Universidad Pública del País Vasco, el último mes ha sido ... un éxito. El impacto mediático de los incidentes protagonizados en Vitoria y Pamplona por Gazte Koordinadora Sozialista (GKS), su rama juvenil y que rivaliza con Ernai (juventudes de EH Bildu), les ha «envalentonado». De acuerdo con su último documento estratégico, hecho público tras los enfrentamientos con la Policía Nacional en el campus de la Universidad de Navarra, planean elevar la «agitación» y continuar con una «lucha de vanguardia», tanto en el plano ideológico como en las calles.
Unas «tácticas antifascistas», según su propio lenguaje, que ya ponen en práctica a través de esta nueva 'kale borroka'. Grupos de jóvenes (entre ellos se han detectado incluso menores de edad) con una misma estética (vestidos de negro y embozados) y con directrices marcadas a la hora de sembrar el caos, llegando a agredir a ciudadanos particulares y periodistas. Una violencia callejera en aumento que, sin embargo, aunque pueda recordar, dista mucho de la ejercida durante décadas por ETA y su entramado de organizaciones en la región. «Yo he visto Bilbao arder», comenta una fuente con amplia experiencia en la lucha antiterrorista que subraya, por ejemplo, que mientras la extinta banda tenía objetivos concretos a los que atacar, estos nuevos grupos llevan a cabo acciones principalmente reactivas, como la convocada contra el acto de Vito Quiles en la capital navarra.
Además, por aquel entonces la estructura jerárquica era clara: la dirección de ETA decidía y su entramado ejecutaba. Ahora, la izquierda aberzale se encuentra fracturada, con distintas facciones que se disputan el liderazgo. Sobre todo en el sector juvenil y en contra del «oficialismo», que representa EH Bildu, calificado como «socialdemócrata» por estas nuevas hornadas.
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Las diferencias ideológicas también son significativas. Pese a que en los últimos disturbios ha participado Jardun, colectivo con varios centenares de miembros que reivindica el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) desde que ETA depuso las armas en 2011, son GKS y el Movimiento Socialista quienes tienen un mayor protagonismo. Con capacidad para movilizar a miles de personas, y aunque también defienden a los presos y pelean por apropiarse de figuras como las de Txiki y Otaegi, etarras convertidos en «mártires» en el imaginario de la izquierda aberzale, su línea discursiva principal no es el nacionalismo vasco, sino el comunismo puro. Uno que, idealmente, querrían expandir al resto de Europa.
En sus textos, bien estructurados pues quienes dirigen el aparato cuentan con amplia formación académica, dejan por escrito un anhelo de los «grandes partidos marxistas» y la recuperación del «bloque histórico revolucionario». Su análisis parte de la decadencia de la sociedad occidental y sus proclamas van dirigidas a las clases medias, que, faltas de referentes, estarían acercándose al «nuevo fascismo», que identifican en la «oligarquía atlantista» en referencia a la hegemonía estadounidense, su principal enemigo: «Nadie es inmune a este virus, y la única cura es el radicalismo de un nuevo racionalismo revolucionario que afronte la decadencia de todo el orden burgués».
Un nuevo «código revolucionario»
Ante esto, según defienden, la única salida para evitar la construcción de un Estado autoritario es anticiparse y proyectar uno de tipo socialista. Y, para ello, pretenden crear un partido de masas de carácter «supraestatal», aunque, de momento, su organización, que toma forma a nivel de base en comités, se circunscribe al ámbito comarcal (en Navarra y el País Vasco) y la idea de presentar listas en elecciones municipales, que sí habrían contemplado, parece descartada. Hacen un llamamiento a tejer alianzas con lo que denominan «organizaciones obreras independientes». Algo que ya han tratado de llevar a cabo con otros grupos antisistema en Cataluña. También, organizando como reclamo eventos multitudinarios en otras provincias españolas. Es el caso del Topagune, la cita más importante de GKS que ha llegado a reunir 3.000 personas, y que este año trataron de exportar a Guadalajara.
Es para esta «tarea estratégica de revitalizar el partido» para la que planean una «táctica de agitación efectiva» a nivel de base, que sea capaz de canalizar el descontento social «hacia un código revolucionario». Por un lado, dirigiéndolo hacia el «Estado y el capital». Y, por otro, «contra la complicidad de los partidos parlamentarios, y especialmente de la izquierda reformista». A esta labor, fundamentalmente de propaganda, se une la de «restaurar las posiciones defensivas» y mantener una confrontación en la calles, donde se enmarcan los disturbios recientes. «No se puede permitir que el fascismo se normalice y encuentre espacio para desarrollarse con impunidad», afirman.
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