Nicolás Redondo y González, una relación 'paternofilial' rota por una huelga general
El histórico líder de la UGT cedió el liderazgo del PSOE en 1974 al luego presidente del Gobierno
Con ambos liderando sindicato y partido, las dos organizaciones fundadas por Pablo Iglesias rompieron sus vínculos orgánicos
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa relación del fallecido Nicolás Redondo, histórico líder de la Unión General de Trabajadores (UGT), con el ex presidente del Gobierno y ex líder del PSOE, Felipe González, abarca episodios esparcidos a lo largo de varias décadas, cada uno de los cuales ... daría para un artículo específico. Desde que se conocieron en la clandestinidad en tiempos de Franco hasta que rompieron políticamente (ellos y las organizaciones que lideraban, nacidas en el siglo XIX del mismo padre, Pablo Iglesias) con motivo de la histórica huelga general de 1988, ya con González en La Moncloa.
De generaciones y lugares distintos, el obrero metalúrgico de la margen izquierda del País Vasco, hombre de la generación de la guerra e hijo de Nicolás Redondo Blanco, uno de los primeros diputados del PSOE en Vizcaya, y el abogado laboralista sevillano nacido en la posguerra, y vinculado desde joven a los grupos cristianos sociales de la universidad, representaban dos mundos muy distantes entre sí, pero unidos por las siglas socialistas. El matrimonio político era casi de conveniencia, y funcionó hasta el citado divorcio del 88.
En 1971 Redondo dio el primer golpe de timón que configuraría el liderazgo en el PSOE y su entonces sindicato hermano, la UGT, durante todo el final del franquismo, la Transición y bien entrada la democracia. Los años impares como ese se celebraban en Francia los congresos del sindicato y los pares los del partido, ambos controlados por el líder en el exilio, Rodolfo Llopis, un hombre de la generación de la II República al que los nuevos socialistas no tardaron en descabalgar. En aquel año, en Tolouse, esos dirigentes lograron establecer una dirección colegiada, con Redondo como 'primus inter pares', y lo mismo harían al año siguiente en el cónclave del PSOE, del que ya nunca más sería secretario general Llopis.
Muere a los 95 años Nicolás Redondo Urbieta, histórico líder de UGT, que renunció a liderar el PSOE en el congreso de Suresnes
EpEl sindicato ha señalado que el sindicalista, fallecido a los 95 años, fue una «figura imprescindible durante la dictadura, la Transición y la democracia»
En el congreso de 1972 la tensión entre los dirigentes del exterior y los del interior, como Redondo y González, era evidente y se saldó en favor de estos últimos, que establecieron una dirección colegiada. Y Redondo ya dio una pista de por dónde iban sus planes para el reparto de liderazgos cuando, contra todo pronóstico, no se ocupó él mismo (como le hubiera correspondido en su condición de 'primus inter pares') de los informes de gestión de la Ejecutiva en el interior y de la ponencia política, sino que se las cedió a Gónzalez, reforzando su liderazgo. Ese proceso se concretó dos años después, en el más que célebre congreso de Suresnes, en el que definitivamente Redondo -que si hubiera querido no habría tenido impedimento alguno para convertirse en líder del PSOE- utilizó esa legitimidad para ceder ese puesto a González.
Pero justo antes, y eliminado el común adversario del histórico PSOE llopista del exilio, empezaron a apreciarse las diferencias entre los dos grandes centros de poder territorial del nuevo socialismo. El vasco, en el que además de Redondo figuraban Ramón Rubial, Enrique Múgica o Eduardo López Albizu (padre del actual portavoz parlamentario del PSOE, Patxi López) y el de los sevillanos de González y su fiel mano derecha, Alfonso Guerra. Tanto que los andaluces abandonaron la Ejecutiva colegiada. Redondo se enteró por boca del propio González cuando estaba encerrado en el penal de Basauri y recibió la visita del sevillano en calidad de abogado. Pero en aquella ocasión no discutieron tanto de la estrategia de defensa como del futuro del PSOE. Y Redondo abroncó a González por ese abandono de la cúpula del partido.
Disputarle la hegemonía sindical a CCOO
Conviene tener en cuenta que en el contexto de la época, si el Partido Comunista de España (PCE) era la fuerza más importante y numérica del antifranquismo, su sindicato hermano, Comisiones Obreras (CCOO), también lo era del sindicalismo. Con la particularidad de que la central que lideraba Marcelino Camacho no había renunciado, como sí hizo la UGT, a participar en las estructuras sindicales del régimen, dominadas por el sindicato vertical, pero en las que logró tener una importante implantación de la que carecía la central hermanada con el socialismo. Redondo estaba convencido, como explica Ignacio Varela, de que «si realmente se pretendía disputar la hegemonía de la izquierda a los comunistas, era imprescindible contar con un potente sindicato de orientación socialista. Para ellos, no era una cuestión ideológica, sino estratégica».
De Suresnes se salió con dos liderazgos diferenciados, Redondo en la UGT y González en el PSOE. Pero Redondo dejó clara su tutela al diseñar la Ejecutiva del partido mientras dejaba claro que él dominaba con autonomía plena el sindicato. En aquella dirección socialista, además de él mismo, figuraron los citados Múgica y Albizu, además de un joven Txiki Benegas. Cuatro vascos en total, casi la mitad de la cúpula.
Cuando Nicolás Redondo puso en jaque al Gobierno de Felipe González
Javier González NavarroUGT y otros sindicatos rechazaron en 1988, 1982 y 1984 las reformas laborales del Ejecutivo socialista
En un caso con pocos parangones, Redondo tuvo la posibilidad de tener todo el poder político en una organización, pero decidió cedérselo en bandeja a un dirigente más joven e inexperto que él. Mucho se ha especulado sobre las razones que le impulsaron a hacerlo, aunque el hecho de que ese imberbe González se convirtiese apenas ocho años después en el primer presidente del Gobierno socialista de la nueva democracia avalan el éxito de su plan. En sus memorias, Enrique Múgica se refiere así a la renuncia de Redondo: «Todos deseábamos que fuera secretario general menos el más importante: él mismo. A mí, que era con quien más se comunicaba, hacía meses me había hecho partícipe de su negativa».
A partir de entonces, durante toda la Transición y la primera década de la democracia, los caminos de PSOE y UGT siguieron como el de las dos organizaciones hermanas que eran. Redondo formaba parte de la Ejecutiva socialista y ocupaba su escaño en el Congreso como diputado por Vizcaya, la misma circunscripción por la que había representado al centenario partido su padre. Pero la victoria por mayoría absoluta de González en 1982 y, sobre todo, la dura reconversión industrial que implementaron sus primeros gobiernos, con Miguel Boyer como ministro de Economía, terminaron por hacer aflorar las diferencias en materia económica y por minar la relación entre ambos.
Los diez pasos de González hasta la victoria de 1982
Mariano AlonsoSe cumplen cuarenta años de la histórica victoria del PSOE con una mayoría absoluta de 202 escaños, un resultado nunca repetido
El primer aviso llegó en 1985, cuando Redondo puso su cargo (el de diputado, no el de líder del PSOE) a disposición de González por su discrepancia con la reforma de las pensiones. El presidente del Gobierno consiguió convencerle de que no lo hiciese, aunque no pudo impedir que Redondo votase en contra de su propio grupo, con la repercusión pública que ese gesto tuvo, evidenciando que la UGT no asumía como propia la política económica del Ejecutivo socialista.
Dos años después, en octubre de 1987, la cosa llegó a mayores. Redondo y Antón Saracíbar, secretario de organización de la UGT e igualmente parlamentario por Vizcaya, anunciaron durante una reunión de la Ejecutiva del PSOE que renunciaban a sus actas de diputados por no estar de acuerdo con el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Curiosamente, esa renuncia supuso que llegase al Congreso, al correr la lista, Nicolás Redondo Terreros, hijo del sindicalista y andado el tiempo líder de los socialistas vascos.
La fractura ya era insalvable y apenas un año después, en diciembre de 1988, UGT y CCOO protagonizaron la primera huelga general de la democracia. Redondo, el viejo obrero metalúrgico, salía a la calle para protestar contra un gobierno de la democracia. Pero no contra uno de la derecha, sino contra el que dirigía el compañero al que él mismo, poco más de una década antes, había aupado al poder orgánico.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete