Valeria Vegas: «Madrid es un lugar de exilio para gentes que arrastran incluso un pasado»
COLONOS
Aunque la ciudad varíe y la recorra con cierta nostalgia, intenta siempre buscar el casticismo
Nunca he estado en una ciudad donde haya menos razones para irse a dormir
Madrid
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Iniciar sesiónValeria Vegas, valenciana, es uno de los casos en que Madrid ya había entrado en el tuétano antes de que se hiciera residente. La autora de la biografía de La Veneno, que tanto «dio a Madrid», pasea la ciudad con un amplio ramillete de ... recuerdos, muchos no vividos que quizá sean los más reales.
Por eso, le gusta «hasta la suciedad», que quizá sea una 'boutade' con algo de razón y de queja por la pérdida del casticismo. La colaboradora televisiva de esta temporada de 'Y ahora Sonsoles' y 'Cine de barrio' tiene sus lugares dilectos, los que ya se han dicho que le abren el baúl de los recuerdos.
Se le puede ver poniendo color a la Gran Vía, o bicheando aquellos enclaves donde andaría Pasapoga o donde viviría Gracita Morales. Ella es de grandes urbes, así es su carácter, y, Madrid le va como un guante.
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—Ha dicho en el cuestionario 'Proust' previo que le gusta hasta «la suciedad» de Madrid. ¿Me concreta ese extremo?
—Entiéndeme, me gusta todo de Madrid. Especialmente callejearla, perderme por los barrios. Las calles de Madrid me fascinan.
—O sea, que es una completa enamorada del callejero 'madriles'.
—Sí, Es que tiene rincones fascinantes. Así, de primeras, se me viene a la cabeza una tienda de discos completísima, Discos La Metralleta, por la zona de Las Descalzas. Es una tienda subterránea enorme con un género que me vuelve loca.
—Interesante local. ¿Otro que sea también un poco suyo?
—Mira, hay una coctelería que me gusta mucho. La coctelería Medium Club, que está ambientada en el tema esotérico, y cada cóctel tiene nombre de algo paranormal. Está por la calle del Pez.
— En la calle del Pez, rezaba un antiguo anuncio, quien allí compra bien sabe lo que pesca. Por cierto, ¿Qué tal anda Madrid de libertad?
—Sinceramente, como en todos los sitios. Aunque yo siempre asocio Madrid a más libertad.
—¿Y de seguridad cómo está la cosa?
—Yo me acuerdo cuando en finales del 21 surgió un poco esta alarma, como de que Madrid era peligrosa. Me acuerdo que acudí a un debate y yo no estaba de acuerdo. Es decir, que peligrosa es la gente con la que te cruces. Esa gente puede estar en Badalona, puede estar en Madrid, puede estar en Badajoz.
—¿En su caso existió una querencia, un romance previo con Madrid?
—Desde que tenía quince años quería vivir en Madrid. Se lo decía a un compañero del colegio. «Quiero vivir en Madrid». No sabía ni a qué quería dedicarme, pero lo cierto es que quería estar en Madrid. La conocía de algunas visitas, y recuerdo el Templo de Debod, porque una tía vivía cerca. Y es curioso que viva aquí, en Atocha.
—Desde Atocha, quien quiere, vislumbra la Malvarrosa. Pero, citando a Joan Manuel Serrat, ¿en Madrid cada uno puede ser cada cual?
—Madrid es un lugar de exilio para personas LGTBI, por ejemplo, o para personas que arrastran incluso un pasado. No sé, una madre soltera. Es lo bueno de esta ciudad, y ése es el motivo de que la gente venga a Madrid. Si no, la gente no vendría. Madrid es el lugar donde puedes ser un poco más tú, o por ser tan grande, el lugar donde a nadie le importa de dónde vienes o a dónde vas.
—Pongámonos trascendentes, ¿qué le ha dado Madrid?
—Madrid me ha dado muchas alegrías, me ha dado muchas amistades. Y como soy muy aficionada al 'show business' patrio, Madrid me permite, por ejemplo, ver donde vivía Fulanito, Menganito, Adolfo Marsillach o Gracita Morales. O aquí estaba tal discoteca, y aquí el Pasapoga.
—En ese recorrido hay algo de nostalgia.
—También es triste, porque estás visualizando un Madrid que ni siquiera has conocido en vez de disfrutar el del presente.
—Y el Madrid presente, el más actual, ¿es disfrutable? ¿Le saca el jugo?
—Claro que lo disfruto, porque soy muy dada a las grandes urbes. De hecho este fin de semana he estado en un pequeño pueblo del Bierzo y me decía, puff, no podría estar aquí más de cinco días. Pueblos que, además están distanciados, incomunicados, cuando Madrid, si es algo, es comunicación. Todo el rato te estás comunicando.
—O sea, que de la actitud horaciana de la vida retirada, poco... Ahora cambio el sujeto de dos preguntas más arriba. ¿Qué le ha dado usted a Madrid?
—Pues imagino que le doy fantasía cada vez que cruzo la Gran Vía, me guste o no y alguien se gira porque dice qué alta o de dónde viene esta o a dónde va. Aunque digo esto en broma porque intento ir muy discreta por una cuestión de gusto personal, pero creo que a Madrid le aporto color, ¿no? Creo que Madrid es un collage muy grande y pienso que todos formamos parte de ese collage.
—¿Qué le queda a esta ciudad de caspa?
—Fíjate que para mí la caspa es un potencial positivo. Yo cada vez digo ¡Ostras!, esos bares de callos, o de tortilla, o de bravas, que ya cuando los ves sabes que son casi una reliquia frente a todas las multinacionales. Cuando encuentro de repente ese bar con servilletas en el suelo, a mí se me caen las lágrimas. De verdad. Es que es lo auténtico. Y si tienen ya una máquina de éstas que hace ruido, una máquina a tragaperras, ya me caigo para atrás.
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—¿Madrid es erótica?
—A mí me da la sensación de que era más erótica antes.
—Por último, ¿la capital tiende más a baúl o más a arcón?
—El arcón lo asocio a algo cerrado, mientras que el baúl, el de Karina, es puro recuerdo. Y Madrid es una ciudad donde brotan los recuerdos.
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