LAPISABIEN
Lagrimilla por El Juli
Se va con su guapura madrileña de querubín baqueteado
El Juli y la cara más amarga de la Fiesta
El torero en la Feria de Abril de Sevilla
El Juli siempre estaba ahí. Guapuras madrileñas, y un saber estar que siempre quedaba en las conversaciones posteriores a los saraos. Ahora que anuncia su retirada, Madrid, ardorosa, canta su pasodoble homónimo, y por las tascas que rodean el Viejo Coso de Alcalá ... hay un luto sin luto.
Dejar el escalafón, irse casi en silencio, agrandan más la figura de un torero que conocí casi en persona en el altar que le tenían montado en el Bar Maratón, plena Latina, calle de Calatrava y mogollón de las verbenas idas y las futuras.
El Juli miraba al infinito, con sus cicatrices que le hacían parecer un querubín baqueteado por la vida, esa vida de capeas, cogidas, gloria y horror, baile en la muerte. El Arte de Cúchares, en suma.
Es difícil, ya digo, encontrar a un español, a un madrileño más claro que Julián López. Pero, en fin, es que todos los toreros tienen eso; que son claros de alma por mucha fotito y mucha rubia (Ana Soria) y mucho yate que quieran meter en su vida.
Igual que me arrepiento de no haber visto a Morante en Sevilla, me arrepiento de no haber seguido en demasía al Juli, por estas cosas que pasan. Por estas cosas mías, lo confieso, de aficiones diversas y una anima mía tendente, en época, más a la diletancia y al eclecticismo que la pureza.
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El Juli estará ahí, siempre, con esas guapuras que digo en los carteles más ajados donde ha ido desde largo forjando su leyenda. La del torero de Madrid. El Butragueño de los ruedos.
Lo seguiremos recordando; aquí o en mitad de la dehesa. Ya lo dijo el poeta, las vocaciones fuertes es lo que tienen: que siempre nos persiguen. Lo despediremos como se merece; en otoño, en Madrid y en Sevilla.