El Juli anuncia su adiós a los ruedos tras 25 años en la cima del toreo
Toreará el 30 de octubre en la Feria de Otoño de Madrid y se despedirá del toreo el 1 de octubre en la Feria de San Miguel de Sevilla
El Juli y la cara más amarga de la Fiesta
El Juli, por Andrés Amorós
Madrid / Sevilla
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Iniciar sesión«¡Que viene El Juli!». La voz de la señora Manuela retumbó desde Madrid hasta Sevilla, donde entonces no sabían que el que iba a nacer sería príncipe y rey. Eran las siete y media de la tarde del 3 de octubre del año ... de Naranjito cuando Julián López Escobar asomaba al mundo. «¡Que viene!», repetía la madre. Y vaya si vino... A revolucionar la Fiesta como figura de época que pone ahora el broche a su carrera cuando celebra sus bodas de plata en los ruedos.
Así lo anunció ayer a través de un comunicado: «Después de 25 años de alternativa quiero comunicarles mi decisión de dejar de torear indefinidamente cuando acabe esta temporada. Es una decisión que tengo tomada desde hace tiempo, pero que no quise anunciar hasta que pasaran las primeras grandes ferias. Esta noticia no es una retirada, es el final de una etapa que por cierto ha sido maravillosa. Sobre el futuro sólo el tiempo dirá».
Escribe Julián de puño y letra que «se acaba una etapa y empieza otra en la que necesito vivir muchas cosas que, debido a mi entrega a esta profesión, no he podido disfrutar, como pasar más tiempo con mi familia, gozar de mis aficiones y ver la vida desde otra perspectiva, sin la presión de mi situación, mi nombre o mi responsabilidad». Porque Julián López ‘El Juli’ lleva toda una vida de entrega al toro, veinticinco años tirando del carro de la Fiesta. Un peso que ahora recae en Roca Rey.
Una carrera exitosa, un accidente de tráfico y un amor eterno: así es la vida de 'El Juli'
José Luis GilEl torero se retira tras 25 años de triunfos profesional y personales
Dice el torero madrileño que en esta etapa «longeva e intensa ha habido de todo, aciertos, errores, triunfos, fracasos, cornadas... pero después de vivirlo todo, queda en mí un fondo de satisfacción y agradecimiento a la vida por sentirme grande en una profesión tan dura y difícil». Porque Julián ha conocido las dos caras de la moneda: la de la gloria y la de sangre, la de la plenitud absoluta y la de los altibajos. Un cuarto de siglo da para mucho. Imponen sus cifras: 1.851 corridas, 3.895 toros lidiados, 2.863 orejas, 97 rabos, 955 puertas grandes, 31 toros indultados y 18 cornadas. Todo ello frente a casi 300 ganaderías distintas y compartiendo paseíllo con casi 500 toreros. Tarde a tarde, ha jalonado una de las carreras más extraordinarias y apabullantes de la historia del toreo con una ambición incansable. En los anales quedan sus siete Puertas del Príncipe en Sevilla, sus 17 puertas grandes en México, su trébol de la buena suerte a hombros en Bilbao, las 19 glorias en Barcelona, las 18 de Valencia o las 14 en San Fermín.
Se va El Juli en un momento de plenitud, en su época de poso y esplendor, de lección de maestría frente a cada toro. Con una espina: la de esa ansiada Puerta Grande en Madrid que la espada le cerró en los últimos tiempos, pese a que la Monumental se rindiese al torero que durante años negó. Pero de Feligrés a Orgullito, pasando por Desván y Cantapájaros, su vida es un álbum de triunfos inabarcables.
Feligrés
Desde novillero, cuando ya atraía a las masas por su precocidad de niño prodigio, logró hitos como el de ser el primero en indultar un novillo en la plaza más grande del mundo, la Monumental de México -donde cuenta con 17 salidas a hombros-, el 3 de agosto de 1997. Feligrés se llamaba, de la ganadería de La Venta del Refugio. Al país azteca llegó con dos novilladas contratadas y regresó con ochenta y dos, tras saltar al estrellato con ese Feligrés que terminaría dando nombre a su primera finca (Arganda del Rey). Dos millones le costó esa verdadera apuesta a su familia, entre billetes y estancia, una inversión que rápidamente logró el torero amortizar. «Todo valió la pena», dijo. Con apenas 15 años, El Juli tenía el toreo metido en la mente, con una cabeza privilegiada. Un torero muy completo, capaz de ejecutar hasta treinta quites diferentes y banderillear, aunque los rehiletes los ‘colgara’ luego.
Un año después de aquel aldabonazo, el 18 de septiembre de 1998, tomaba la alternativa en Nimes -26 puertas grandes suma en total en el coliseo galo- para convertirse en el matador más joven de la historia. José María Manzanares fue su padrino y Ortega Cano ejerció de testigo con toros de Daniel Ruiz en un festejo televisado. Tan sólo cinco días antes, el 13 de septiembre, se presentó en Madrid encerrándose con seis novillos en tarde de No hay billetes y con Puerta Grande tras cortar las dos orejas de Afanes, de Alcurrucén.
Números de vértigo
En su primera temporada como matador se posicionó ya en la cima con números de vértigo: 134 corridas, 284 orejas y 16 rabos. Fue un año de idilio ya con Sevilla, donde cortó tres orejas a la corrida de Jandilla. También pagaría el triunfo con sangre en la plaza donde estuvo a punto de perder la vida por una gravísima cornada. Volvió a superar el centenar de corridas en el cambio de siglo, el de su confirmación en Las Ventas, donde cortó su primera oreja de matador en la Beneficencia del año 2000. Esa temporada conquistó la Misericordia maña tras cortar un rabo al Ropalimpia de Fuente Ymbro.
Intenso fue su 2001, un año de obras inolvidables en Sevilla, Madrid -con una dura cornada-, Valencia y Bilbao, donde triunfó por partida doble, con victorinos y torrealtas. Porque Vista Alegre, junto con México y Sevilla, ha sido otro de sus grandes feudos.
Como Rey de Oros empezó en febrero la temporada 2002. Que así se llamaba el astado al que cortó un rabo en la Monumental de Insurgentes. Y con el sueño de Desván remató en Vistalegre, una faena de profundidades que supuso un punto de inflexión a su carrera. La medicina exacta, recetada en el preciso momento. Tiempo después confesaría que llegó a plantearse la retirada: «Lo había conseguido todo pero no era feliz»
Fenómeno de masas
Su número de festejos se fue reduciendo cada temporada, mientras crecía la profundidad y largura de su tauromaquia. El Juli era el último torero que más habían seguido las masas, un fenómeno que se comparaba con el de El Cordobés, y su sino era echarse el peso de la temporada a la espalda. Hasta que llegó Novelero, un sobrero de Ana María Bohórquez en San Isidro. Aquella faena sería un ‘ensayo’ de la histórica de 2007: la carrera de El Juli no se entiende sin Cantapájaros, de Victoriano del Río, al que cuajó una de las faenas de su vida. La de su Puerta Grande como matador en Las Ventas.
Fue en un momento clave para reivindicar su estatus de máxima autoridad, con la fulgurante aparición de las nuevas figuras: Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante. Este último compartía una imagen en sus redes sociales, siendo niño durante un tentadero con el madrileño como maestro invitado: «En ese momento sólo soñaba tener suerte para compartir una tarde a tu lado. Creo que seguiré soñando con ello hasta siempre. Gracias por todo lo que me has ayudado, genio». Como bien explica Talavante, El Juli se convertía en el gran referente para los que llegaban, aunque su raza, capacidad y estilo fueran imposible de calcar. Y con muchos terminó ocurriendo lo de Benavente: «Bienaventurados sean mis imitadores, porque de ellos serán mis defectos».
Idilio con Sevilla
Desde la atalaya del toreo, El Juli aún sentía que había una plaza que debía conquistar: Sevilla. Aquella Puerta del Príncipe de 1999, la que canjeó por un pase a la enfermería, no reflejaba al torero en que se había convertido. Con una afición que seguía escéptica, hasta que en 2008 se encontró con un ‘zambobo’ de El Ventorrillo que a punto estuvo de quitarle el corbatín. Aquello fue en 2008, cuando por fin arrancó el idilio entre Sevilla y el madrileño. Una etapa gloriosa que, por la espada o por la presidencia, aún seguía pendiente de rematarse con un magno triunfo. Hasta que en el 2010, bajo un fuerte diluvio, nuevamente se encontró con la ganadería de El Ventorrillo. Con Ilusión y Botijito, a los que cortó las tres orejas que le daban el tiquet con el que poder pasearse en volandas por el Paseo de Colón.
Habían pasado tres lustros desde su primera aparición en la capital hispalense, cuando se presentó como becerrista para homenajear a Joselito ‘el Gallo’ por el setenta y cinco aniversario de su muerte en Talavera. Fue en una plaza de carros que instalaron para la ocasión junto al barrio de San Bernardo, viejo arrabal de toreros sevillanos. Aquel Mozart del toreo, que solo contaba con diez años, se ganó la repetición en nuevos festejos de la Escuela Taurina de Sevilla, como también ocurrió por el resto del mapa nacional tras televisar las cámaras de Canal Plus una virtuosa actuación en Chinchón. «Congélalo», le recomendó Curro Vázquez a su padre cuando aún faltaban más de cuatro años para que cumpliese la edad mínima profesional, en referencia a que ya lo tenía todo aprendido.
Ganadería talismán
Aquel niño que en su esportón, entre capotes y espadas, llevaba una caja de botellines a la que poder subirse para ver sobre las tablas, que cada tarde salía huyendo de la Guardia Civil cuando se disponían a denunciarlo por su edad antirreglamentaria, terminaría siendo uno de los toreros más importantes de la historia de la Maestranza. En números, inigualable. Con la tarde cimera del 16 de abril de 2018, cuando se encontró con el toro Orgullito, de Garcigrande, su ganadería talismán -también en Sevilla, que le acompañó en cinco de sus siete salidas a hombros-. Un año más tarde igualaba a Curro Romero, el Faraón de Camas, que, como él, consiguió seis puertas del Príncipe, aunque sólo saliera en cinco. Hasta que el pasado año volvió a cortar tres orejas de una corrida de Justo Hernández, logrando ese séptimo triunfo en una plaza en la que, paradójicamente, a punto estuvo de perder la vida en el año 2013 cuando un toro de Victoriano del Río le atravesó el muslo.
Será en Sevilla donde realice el último paseíllo ¿de su vida? Nadie sabe. La corrida está programada para el 1 de octubre, en plena Feria de San Miguel, junto a Morante de la Puebla y Daniel Luque, cómo no, con toros de Garcigrande, la ganadería más importante de su carrera. La que puede ‘regalarle’ su octava Puerta del Príncipe. Según cuentan, el interés por dicho festejo se ha disparado y la empresa Pagés vendió ayer un considerable número de entradas. Un día antes, según ha podido saber ABC, se despedirá de la afición madrileña en la Feria de Otoño.
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