...Un funeral en la esquina

Luego, por vagabundeos 'malasañeros', se vieron kioscos rotos, las cristaleras con las tripas sacadas, y el corazoncito que le implosiona a uno en la noche, larga noche, de los kioscos rotos. Cuando los cafres vinieron a por lo impreso.

Cierra un kiosco, que puede vender Gauloise, o Fortuna, o el 'Calendario Zaragozano', y es verdad que Occidente se queda más magro. Ahora, en mi barrio, de Argüelles, causa baja Alvarito, que tenía desde el 'Romancero' a Mailer, protegidos en plástico. El domingo andaba con los últimos bártulos y como un descomponerse la memoria fue lo que yo sentí de la frente a la aorta (si es que la aorta se puede sentir).

Los kioscos, en mi época, eran así: una asamblea de barrio con Zapatero en la portada, y un posado en el couché que animaba la vida vecinal. Jamás esos hombres y mujeres, los kioskeros, dieron tanto por tampoco. En el hueco del kiosko de Alvarito, sobre el hueco de su ausencia, quizá erijan un parquímetro. Vamos perdiendo la batalla y no hay vuelta atrás.