Un servicio a medida para ayudar en casa a ancianos dependientes
La Comunidad amplía en 22,5 millones la ayuda a domicilio que reciben 48.000 usuarios
Madrid activa un servicio presencial para ayudar los mayores de 65 años a hacer su declaración de la renta
Madrid
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Iniciar sesiónAl otro lado de la puerta, en el interior de una vivienda de Móstoles, Luna no para de ladrar. Lo hace cada vez que escucha el ruido del ascensor, voces en el descansillo o pasos en las escaleras. Son las 10.30 horas y la ... pequeña perra emite sus chillidos, hasta que ve que en el exterior aguarda Sara, la auxiliar que presta ayuda a domicilio en la casa de Herminia, la dueña de Luna. Un par de caricias y se tranquiliza. Sara es ya una más en el domicilio, el que visita dos horas de lunes a viernes. Levanta a Herminia, de 95 años, de su cama articulada, la asea... y hablan. Sobre todo, hablan. Sara escucha con paciencia las historias de la infancia de Herminia. «Le damos a esta [señalando la lengua] que no veas...», ríe la nonagenaria, sentada en una butaca a los pies de su cama articulada. Ella es una de las 48.000 personas dependientes que reciben ayuda a domicilio en la Comunidad de Madrid.
Hace doce años, Herminia sufrió una rotura de fémur y, desde entonces, arrastra problemas de movilidad. De aquella, todavía vivía sola, tras enviudar. La caída la mantuvo dos meses postrada en una cama, motivo que la llevó a solicitar la ayuda, que primero fue municipal y luego pasó a ser regional. «La movilidad va empeorando«, explica su hija, Edelmira, con la que vive desde hace dos años. Aunque con 95 años, Herminia todavía camina, eso sí, con la ayuda de un andador que empuja desde la habitación al baño y, luego, al salón. Allí pasa las horas haciendo ganchillo, punto de cruz »o cualquier cosa relacionada con la costura«.
«La lucha es que quiera salir a la calle, pero no quiere. Siente que se le doblan las piernas, se pone nerviosa...», añade su hija. Sara lo confirma. La auxiliar intenta cada día que Herminia pasee, pero solo consigue sacarla a la terraza. Eso ya es un éxito.
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«Muy bien, no me puedo quejar», responde Herminia, sonriendo y mirando con ternura a Sara cuando se le pregunta sobre el servicio regional. Aumentaría las horas que pasa con ella, si pudiera, y ya lo ha solicitado a los responsables. Sus achaques, y su grado de dependencia, así lo requieren. Cuando se queja –«cada vez oigo menos», desvela, aunque no lleva todavía ningún dispositivo auditivo– Sara le contesta: ¡Ay, Herminia... Ojalá llegásemos nosotras así, a ver si llegamos cómo lo hacemos«. Luego, tras peinarse –lo que más le gusta del cuidado personal a la nonagenaria, presumida– vuelven a hablar de su infancia en el pueblo extremeño de Fuente de Arco. Sara también le cuenta historias de su día a día, antes de irse »con la música a otra parte«, como lo llama Herminia; lo que aquí viene siendo, a atender a otra persona.
«Cuando llega yo ya he desayunado, pero la espero para que me levante, me duche y me prepare», explica sobre su rutina juntas la usuaria del servicio a domicilio. «La ayudo a vestirse y echamos cremas, aunque no le gusta; luego recogemos, hacemos la cama y si hace falta barrer o pasar el polvo... Lo que nos dé tiempo», añade la auxiliar. Más allá de la ayuda, lo mejor del servicio es la compañía que le hacen a los usuarios.
La Comunidad de Madrid anunció ayer la ampliación en 22,5 millones de los contratos, sumándolos a los 117 millones de euros que se invierten en el servicio, con el objetivo de beneficiar a 1.200 nuevos usuarios de avanzada edad. O aumentar las horas, como ya demanda Herminia, sentada ya en el salón, donde se concentra en hacer punto de cruz, aunque de vez en cuando se despista para acariciar a Luna, a la que llama en cuanto no ve. Luego, despide a Sara. Hasta mañana.
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