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Fiesta en el Ayuntamiento: honores a nuestro santo patrón, un cronista y el sacrificio de un pueblo

San Isidro, Raúl del Pozo y los ucranianos obtienen la más alta distinción municipal

Foto de familia de premiados y autoridades, en el Palacio de Cibeles EP
Isabel Gutiérrez Rico

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Los mantones, parpusas y claveles en la solapa que de buena mañana se echaban de menos en la Pradera de San Isidro se lucieron más en la Puerta de Alcalá, donde discurría una fila de chulapas y chulapos –estos, incapaces de meterse las manos en los bolsillos a la manera que tanto admiraba Ramón Gómez de la Serna , por aquello de no despistar el móvil– para retratarse por turnos a los pies de una de las cinco reales puertas de la Villa.

José Luis Martínez Almeida, Carlos Osoro y Begoña Villacís a su llegada al Ayuntamiento EP

A pocos metros de esta insólita estampa que turistas y demás despegados de las tradiciones isidriles guardaban en la memoria de su teléfono, Raúl del Pozo recibía, bajo el techo de cristal del Palacio de Cibeles y de manos del alcalde José Luis Martínez-Almeida , la Medalla de Honor de Madrid. Ser distinguido por una ciudad que se mantiene como el mismo «poblachón manchego» de hace seis décadas, con sus «movidas, motines, pícaros y tahures», supone para este maestro de periodistas «el más grande honor» de su vida. «Salir de Madrid es siempre un error», afirmó el cronista conquense.

Almeida, Ayuso y Carballedo EP

Y, al igual que Del Pozo, aunque con mayor sentido de justicia poética, recibieron sendas insignias el embajador de Ucrania en España, Serhii Pohoreltsev , en nombre del pueblo ucraniano, y monseñor Carlos Osoro , pues al fin se laureaba a San Isidro Labrador cuatrocientos años después de la canonización de quien vivió y laboró en la orilla derecha del Manzanares . Pocero y gañán, sus herederos de hoy son los isidros e isidras que cada día se esfuerzan en ganarse las lentejas; es decir, el grueso de los tres millones largos de madrileños, tal y como señalaba el alcalde. Justo lo contrario de lo que afirmaba, en la misma Pradera, la lideresa de Más Madrid. Eso sí, Mónica García lo dijo desde el «cariño»: a San Isidro se le conoce por ser « el patrón de los vagos , porque su milagro versaba en que se araba la tierra mientras él descansaba».

Cifuentes, Ayuso Álvarez del Manzano, Botella y Ruiz-Gallardón EP

Sobre Ucrania, ante el sufrimiento atroz de su pueblo, quedó un poso amargo de que la concesión de esta condecoración resulta un gesto tan voluntarista como el triunfo de la Kalush Orchestra en Eurovisión.

Raúl del Pozo recibe su medalla de manos del alcalde EP

La ceremonia de Cibeles , cerrada con reparto de rosquillas tontas, listas y de Santa Clara, resultó más institucional que festiva, por más que el alcalde y la vicealcaldesa, Begoña Villacís , insistieran en que tras «dos años durísimos de pandemia» esta ciudad veía la luz. Y si en 2021 el acto estaba salpimentado por la reciente victoria electoral de Isabel Díaz Ayuso –ayer casi pasó desapercibida– y la bronca política a izquierda y derecha por las medallas a Ana Botella y Manuela Carmena , así como a Andrés Trapiello –un «revisionista» de la memoria histórica, según el PSOE–, sobre la última nómima de galardonados no hubo disenso.

Por unanimidad

Además de Raúl del Pozo, el pueblo de Ucrania y nuestro santo patrón, fueron honrados Andrés Calamaro , el «argentino más madrileño»; el jugador de baloncesto Felipe Reyes ; Lourdes Hernández, vecina de Carabanchel, en un reconocimiento a título póstumo; la chef Pepa Muñoz; la selección femenina de rugby de España; el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad de Madrid; Enrique Loewe; Mahou-San Miguel; la oenegé CESAL; Jesús Medina, fundador del Grupo Ahorra Más, y la fotógrafa Ouka Leele .

Felipe Reyes y Begoña Villacís EP

Precisamente la proyección de las luminosas imágenes de Ouka Leele, cuya ausencia no impidió ser recordada como icono de la movida, dejó un poso de nostalgia de una época en la que casi todo lo que se movía en torno a la festividad de San Isidro resultaba prodigioso. Basta comparar el poder de convocatoria de los conciertos de Las Vistillas y la Pradera con lo que se vivió tres décadas atrás. Recordemos: «Madrid, 18 de mayo de 1985. Trescientas mil personas asisten al concierto de los Smiths en el Paseo de Camoens». Lo que sucedió después..., ya es historia.

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