LA SUERTE CONTRARIA
El día que Feijóo tiró la toalla
Acotaciones de un oyente
La degradación de la política española es de tal calibre que ya da igual
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Alrededor de las ocho de la mañana nos enterábamos de que, finalmente, Puigdemont decidía venderse a los españolazos. Como siempre, añadiría, porque estas cosas al final suelen seguir la misma hoja de ruta: teatrillo, ruptura, afectación, un lirismo como de mercado medieval y, finalmente, ... pacto ignominioso vendido como acuerdo de perfil bajo, técnico y responsable. Y pasamos así de ser el William Wallace de Waterloo a un subsecretario del registro de Gerona en día moscoso. Por supuesto, Tardá no dejó pasar la ocasión para darle la bienvenida por parte de la Esquerra al mundo de los 'botiflers' y los 'traidores'. Porque, al final, mucho 1-O, mucha retórica huera, mucha épica de cabezas ensangrentadas, mucha policía fascista y mucho exilio del estado represor, pero, cuando llega el momento, todos a votar 'sí' religiosamente al Partido Socialista Obrero Español como buenos vasallos. Con una genuflexión hasta el esguince si fuera necesario, que con las cosas de comer no se juega. Así que finalmente asistimos a un milagro de agosto como que un partido de extrema derecha catalán termine por rescatar a un partido de socialistas españoles. Nada une tanto como el pesebre.
En cualquier caso, con esta bajada de pantalones de Puigdemont —a la primera y sin vaselina—, el PSOE aseguraba la mayoría absoluta, plurinacional y multilingüe para Francina Armengol como presidenta del Congreso. La tercera autoridad del estado es, así, una persona que defiende que España debe ser un Estado federal, aspiraciones no solo contrarias sino estrictamente opuestas a la Constitución que, acto seguido, juró acatar. Pero la degradación de la política española es de tal calibre que ya da igual. Y lo peor es que esa no fue la mayor sorpresa de la mañana. Tampoco lo fueron las turras insoportables, adoctrinadoras y fuera de lugar de una Cristina Narbona que se debe haber cansado de ser utilizada como florero por Pedro Sánchez en los mítines y decidió soltarse a hablar el único día que la fortuna le dio foco y audiencia. No fue tampoco la mayor sorpresa el hecho de que se olvidaran de nombrar a la diputada saharaui Tesh Sidi ni que esta tuteara sin mayor problema a la mismísima presidencia del Congreso. Por cierto, que tampoco parece ser una sorpresa que veamos a una saharaui votando a favor del partido de quien acaba de entregar el Sahara a Marruecos. Qué más da. Ni siquiera la sorpresa fue el moreno caribeño de los ujieres, que no solo siguen sin permitir que hagamos fotos con el móvil desde la tribuna, sino que persiguen ese cometido con tal eficacia y pasión que no descarto contratar a uno para ponerle al lado de mi hija dieciséis horas al día. Para terminar, tampoco nos sorprendió ver a Garzón hablando con Montero y Belarra, algo que no se veía desde las acampadas de Sol.
La mayor sorpresa fue ver que la candidata popular, Cuca Gamarra, conseguía solo 139 votos a favor: los de su partido, el de UPN y finalmente también el de Coalición Canaria. Los 33 votos de Vox fueron, así, para su propio candidato: Gil Lázaro. Teniendo en cuenta que Feijóo aseguró el día anterior que contaba con 171-172 votos, debemos entender que algo ha cambiado por el camino para que finalmente haya preferido no ceder un puesto en la mesa a Vox, razón por la cual los de Abascal habrían optado por votarse a sí mismos. Es decir, hablando en plata, si el PP no ha tenido 172 votos es porque ha preferido no tenerlos. Y esto solo puede ser explicado porque, una vez que Junts decidió votar sí a Armengol y hacer de la presidencia de Gamarra algo aritméticamente imposible, Feijóo prefiere no dar imagen de bloque para no abonar la estrategia de Sánchez de que PP y Vox son lo mismo.
Pues vale. Si lo que buscan con esto es conseguir que el PNV vote a un gobierno del PP en solitario, lo llevan claro. El PNV no se va a mover de donde está y no va a votar a un gobierno sostenido por Vox. Y si lo que pretende Feijóo es separar por fin del todo al PP de Vox, siento decirle que es demasiado tarde. Le recuerdo que gobiernan juntos en media España. Y eso es así porque él ha avalado uno por uno todos y cada uno de los pactos. Así que nadie lograba entender qué persigue exactamente un hombre que regala la investidura a Sánchez, que baja los brazos y que rompe con Vox justo el día que no había que hacerlo. Ya resulta evidente que no tiene apoyos para la investidura —se ha empeñado personalmente en que quede claro— y eso allana el camino para que el Rey proponga, ahora sí, la única opción viable. Y si, como todo parece indicar, Sánchez consigue revalidar la presidencia de gobierno, lo de hoy solo habrá supuesto la aceleración del inevitable fracaso del proyecto de Alberto Núñez Feijóo.