El intercambio de ambas partes arranca con el relato de lo sucedido por el comensal, extrañado y enfadado por el trato recibido. «Si pido una cerveza grande y fría, y la estoy consumiendo en el lugar con algo que traje de comer, estoy consumiendo en el sitio, no deberían molestarme por comer algo propio y de manera tan grosera como lo hizo la empleada», narra.
No entra en detalles acerca de cómo le afeó su gesto de sacar su propio condumio esta trabajadora, con qué términos o gestos que él considera malos modales.
En la respuesta del establecimiento, aparte de puntualizar que «no está permitido en ningún lugar» consumir comida en un local donde se vende precisamente ese producto, como es el caso, tratan de conciliar con este cliente insatisfecho para que vuelva: «Nosotros tenemos una carta en la que puedes elegir cantidad de platos a muy buen precio y estaremos encantados de que vuelvas y consumas».
Y por si el argumento de las tarifas asequibles no le convencen, tiran de ironía para hacer ver que la situación resultaba un tanto grotesca, pero podía haber optado por una alternativa podría decirse que salomónica, una tercera vía: pedir la misma «cerveza grande y fría», pero para llevar, y comerse -por ejemplo- un pollo asado de supermercado en otro lugar.
Seguramente, no es el primer consumidor que ha dudado y se ha hecho la reflexión de hasta dónde le da derecho pedir un simple bebida en un restaurante, para aprovechar estas instalaciones con servicios al público en un disfrute a bajo precio.
En este caso concreto, el influencer Jesús Soriano (@soycamarero), que tiene más de 600.000 seguidores en redes sociales, se limita a exponer los dos comentarios sin tomar partido, pero incitando al debate: «¿Qué opináis?»
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