Emoción y excelencia en el concierto de Javier Ulises Illán en la Capilla Real del Palacio de Oriente
Un programa con obras de Galuppi, Corselli, Ugena, Boccherini, Soler y Ferrer desata la ovación del público en un viaje musical a la segunda mitad del siglo XVIII
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Antonio Zárate
Madrid
En la tarde del 3 de diciembre los aficionados a la música y seguidores de la brillante carrera de Javier Ulises Illán nos hemos vuelto emocionar con el concierto ofrecido bajo su dirección dentro de la temporada musical 2025 del Patrimonio Nacional. En ... esta ocasión, el concierto estaba integrado por obras religiosas de Baldassare Galuppi, Francisco Corselli, Antonio Ugena, Luigi Boccherini, Antonio Soler y Jaime Ferrer, un repertorio de Semana Santa excepto la última, un villancico de Jaime Ferrer que contrastaba intencionadamente con el resto y nos situaba en la antesala de la Navidad.
Todas son obras que bajo la perfección en la dirección de Illán, la magistral voz de la soprano María Espada y el selecto elenco de jóvenes intérpretes que le han acompañado, nos han hecho vibrar y nos han trasladado a mediados del XVIII y su segunda mitad. Ese viaje ha ido a la Corte de Carlos III y Carlos IV, pero ya no sólo con la música sino con la presencia física en el lugar en el que esas piezas musicales habían sido escuchadas por aquellos reyes y familias ilustradas, identificadas y unidas por la música, por cultura, por la arquitectura con las Cortes y sociedades de otros países que compartían ideas, aficiones y gustos, reflejando una misma sensibilidad y una común identidad de Europa, la que cualquiera de nosotros experimenta cuando recorre los palacios europeos de la época, sus jardines y las calles de sus ciudades, sean Aranjuez, Fontainebleau, Versalles, Turín, Postdam, Dresde...
En este sentido, si son excepcionales todas las obras escuchadas, facilitada su audición por las explicaciones del maestro Illán, e impecables las interpretaciones, no podemos dejar de expresar nuestra sorpresa ante la presentación de una partitura de Luigi Boccherini oculta durante más de 200 años y descubierta por un joven investigador en el Monasterio de Montserrat, entre otras procedentes del Convento madrileño de la Encarnación, rescatadas afortunadamente y con mucha probabilidad de la destrucción en agitados días de la Segunda República.
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Además, en el caso de Boccherini, estamos en presencia de uno de los músicos italianos más influido por la música popular española de la época y que más tiempo vivió en nuestro país, lo que lleva a que su música sea sentida como algo genuino y muy propio de todos nosotros, eso que hace que las calles y plazas del viejo Madrid, sus atardeceres desde la plaza de la Armería, la plaza de Oriente o los paseos por el Retiro, suenen a la música de Boccherini, especialmente a esa 'Música Notturna delle Strade de Madrid'.
Así, la obra que se nos revelaba en el concierto, la 'Lamentación segunda para el Jueves Santo en Do menor', con su sucesión de 'tempos' -Despacio, Andante non molto, Allegro non molto, Andantino, Andante moderato, Allegro y Despacio-, nos llegaba al corazón como algo familiar, como algo no muy diferente a lo mucho escrito por el compositor nacido en Lucca en 1743 y fallecido en Madrid en 1805, enterrado en la basílica de San Miguel, en la calle del Sacramento, hasta su traslado a Italia en 1927.
De manera muy personal, la música escuchada en la Capilla Real de Palacio de Oriente, bajo los espléndidos frescos de Corrado Giaquinto y el cuadro del altar mayor, de Francisco Bayeu, y envuelto en las formas arquitectónicas y ornamentales de Sachetti y Ventura Rodríguez, me transportaba a un niño que asistía asombrado en 1956 a la inauguración oficial por el ayuntamiento madrileño, con banda de música incluida, de una placa en memoria de Boccherini en la casa en la que murió arruinado, en el número 3 de la calle Jesús y María, junto a la plaza de Tirso de Molina.
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Y por si fueran pocos esos recuerdos históricos y muy personales del gran músico 'italo-madrileño', casi más lo último que lo primero, a pesar de haber residido también en Roma y Viena, cómo no olvidar su vinculación a esa otra más que interesante figura de la época y de las mentes ilustradas que fue el infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, hermano de Carlos III, quien lo contrató como violonchelista y le puso bajo su mecenazgo y amistad. Por cierto, una figura, la de Luis Antonio de Borbón, nada extraña a Toledo y a los toledanos, pues como es sabido fue arzobispo de nuestra ciudad a cortísima edad, luego de Sevilla, y contrajo matrimonio en Olías del Rey para alternar posteriormente su refugio entre su palacio madrileño de Boadilla del Monte y su castillo de Arenas de San Pedro, donde murió, obligado por aproximaciones y alejamientos a la Corte impuestos por su hermano, Carlos III, con quien por otra parte las relaciones personales siempre fueron buenas.
Todos esos recuerdos personales, todas las emociones y sentimientos experimentados y compartidos con el resto del público en ese espectacular ambiente barroco de la Capilla del Palacio de Oriente en la tarde del 3 de diciembre de 2025, han sido provocados por las obras religiosas de Semana Santa interpretadas por Nereydas, y por la música alegre y vibrante del Villancico a solo 'Soy Pastorcilla', de Jaime Ferrer, con la que Javier Ulises Illán nos sorprendía en fuerte contraste con la solemnidad, e imágenes de dolor y desolación de las composiciones anteriores. De pronto, se nos conducía con la música y la mente a la alegría y los colores contemporáneos de la pintura rococó de la época, a la frescura y colorido de los cartones para tapices de Goya pintados por encargo real por aquellos mismos años para la Real Fábrica de Santa Bárbara, entre ellos 'La gallina ciega' donde majos y majas, con personajes elegantes y el fondo de la sierra madrileña, se mueven y mezclan en el juego.
Todas esas sensaciones y emociones compartidas con el público en la Capilla Real del madrileño Palacio de Oriente, como tantas otras veces, eran provocadas por Nereydas y su director, Javier Ulises Illán, por la brillantez de su conjunto musical y las voces de las que siempre se sabe acompañar, a menudo la soprano María Espada, como en este caso se ha dicho, y por la labor más oculta y absolutamente fundamental de investigadores con los que Ulises participa en la recuperación de nuestro patrimonio musical. Por todo eso, honor y gloria a ese excelente músico, buen comunicador, embajador de la cultura toledana en el mundo y espléndido investigador que hace posible el reencuentro con nuestro pasado, que lo convierte en presente y lo proyecta hacia el futuro de las nuevas generaciones. ¡Enhorabuena por este concierto y por muchos más! ¡Gracias, Javier Ulises!
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