José Antonio Aranda: «Me dieron tres meses de vida y aquí sigo todavía, 20 años después»

Entonces surgió la posibilidad del trasplante. Pero nueva complicación: no apareció ningún donante compatible. El médico no tiró la toalla y le propuso una autodonación: «Te sacan la médula, separan y te infusionan lo que necesitas», explica. Funcionó: «Me dieron tres meses de vida y aquí sigo todavía, veinte años después».

Aunque ahora lo cuenta así de sencillo, tuvo sus más y sus menos. «Estuve un mes ingresado primero y luego un año más». «Tenía una ventana grande por donde veía a mis hijos», rememora también.

Las cosas han cambiado mucho desde que él pasó por el proceso de trasplante de médula. Pero lo esencial es igual: el miedo al principio, los días en aislamiento... «Es muy duro». Y anima a la gente a donar. Es salvar vidas, subraya.

Eso sí, «ahora hay más información, más datos». Y eso reduce la incertidumbre, el miedo. Los nuevos trasplantados, a los que Aranda acompaña mediante una asociación de pacientes, saben dónde van y cómo. «Eso ayuda mucho», indica.

Por mucho tiempo que haya pasado desde que él paso por el trasplante de médula, se sigue poniendo nervioso cuando le toca control de su enfermedad. Él va cada dos años ahora aunque llegó a tener que acudir al médico en días alternos. «Tengo la revisión en octubre y me pongo... Uff. La gente te dice que estás curado pero no es verdad, para nada, puede volver a aparecer en cualquier momento», indica.