«Me hice reservista voluntario para entender la vida militar de mi hijo»
El alférez Rafael Gallardo es un prestigioso ortodoncista jiennense que decidió compaginar su consulta con el servicio en las Fuerzas Armadas guiado por la estela de su hijo, piloto del Ejército del Aire
La reserva voltaria no se trata de una aventura ni de un hobby, sino de una forma de colaboración seria que exige disciplina, formación y disponibilidad
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Jaén
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Iniciar sesiónEn la consulta doctor Rafael Gallardo, en pleno centro de Jaén, pocas cosas nos recuerdan al mundo castrense. Allí conviven las historias de pacientes, décadas de dedicación a una ortodoncia de alto nivel y el trabajo meticuloso de quien lleva casi treinta años ejerciendo ... de forma exclusiva su especialidad. Pero, más allá de la bata, los guantes y la mascarilla, Gallardo viste otro uniforme: el de alférez reservista voluntario de las Fuerzas Armadas. Una trayectoria que pocos imaginarían en un profesional sanitario de prestigio, ajeno a la vida militar y que decidió emprender este camino a partir de la carrera de su hijo Alejandro, hoy piloto del Ejército del Aire en Torrejón de Ardoz.
La suya es la historia de un ciudadano que se asomó al mundo militar primero por curiosidad, luego por convicción y finalmente como un modo de comprender mejor la vida que su hijo había elegido. Una profesión paralela, muy distinta a priori a la suya, «mis colegas de profesión me preguntan, incrédulos y extrañados, por esta faceta», reconoce.
La chispa que encendió su camino surgió de manera casi casual. Su hijo Alejandro había ingresado en la Academia General del Aire, siguiendo su vocación y demostrando aptitudes excepcionales para la aviación de combate. Gallardo comenzó entonces a interesarse por las noticias del mundo militar y a leer sobre la formación y la disciplina que su hijo recibiría. Fue en uno de esos momentos, mientras navegaba por Internet, cuando «se topó» con el Boletín Oficial del Estado que anunciaba el concurso de plazas para la Reserva Voluntaria: dos vacantes para odontólogos militares. «Lo vi y pensé: ¿por qué no?», recuerda en declaraciones a ABC. «Son de esas cosas que en la vida las tienes en el debe», reconoce. Fue el germen de una nueva vida.
Servir desde el mundo civil
El proceso no fue inmediato ni sencillo. Para acceder a la Reserva Voluntaria hay que poseer una importante formación profesional, dependiendo de la especialidad elegida, y un pleno convencimiento ante el paso que se da. Es necesario superar un proceso selectivo que incluye méritos académicos, conocimientos de idiomas, un examen médico y un test psicológico. Gallardo preparó su currículum, certificó su nivel de inglés, reunió titulaciones y acudió a las pruebas. Al tratarse de un concurso de méritos solo los mejores solicitantes obtienen la plaza. Meses después, recibió la noticia.
El convencimiento fue necesario para enfrentarse a la formación militar básica, desarrollada en su caso en Torrejón de Ardoz durante el verano de 2021. Para ello renunció a parte de sus vacaciones y desde entonces lo ha seguido haciendo cada vez que ha sido activado: «Los reservistas solemos renunciar a mucho de nuestro tiempo, a veces de vacaciones, por servir en las Fuerzas Armadas». En la mayoría de las ocasiones, en el caso de los profesionales de alta cualificación, el sacrificio no solo es personal, también es económico.
Para el doctor, que curiosamente no había realizado en su juventud el servicio militar obligatorio por sus estudios de odontología, aquella instrucción supuso un descubrimiento. Vestirse igual que los demás, compartir horarios y fatigas, aprender el orden cerrado y manejo básico de armamento, estudiar un temario y examinare. «Es una experiencia increíble», explica. «El hecho de pasar por lo mismo que tus compañeros, la pertenencia a un grupo, el sentimiento de camaradería hermana mucho».
Tras superar el curso y jurar bandera, quedó oficialmente incorporado como alférez reservista voluntario del Cuerpo Militar de Sanidad, en la especialidad de odontología.
En este tiempo, ha participado en diversas activaciones: en la Academia General del Aire, en la Brigada Guzmán el Bueno en Córdoba y en la Brigada Alfonso XIII de la Legión en Viator. Su labor como dentista militar ha incluido revisiones bucodentales de contingentes destinados a misiones internacionales, como las de los cascos azules en el Líbano, y atención a urgencias odontológicas en distintos destinos.
El reservista voluntario mantiene su actividad profesional y se activa cuando puede integrarlo en su agenda. «Cada vez que me activo es porque entiendo que puedo hacerlo, organizando mi trabajo, muevo mi agenda, lo hablo con mi pareja».
Pero más allá de la formación y las funciones profesionales, para Gallardo la Reserva Voluntaria supuso un acercamiento profundo al mundo de su hijo. «Me ha permitido conocer su entorno, comprender cómo será su vida profesional y admirar el esfuerzo que requiere ser militar de carrera».
«Me ha permitido conocer su entorno, comprender cómo será su vida profesional y admirar el esfuerzo que requiere ser militar de carrera»
La disciplina, la responsabilidad y el compromiso que observa en Alejandro desde su experiencia en la academia, y ahora desde su propia participación como reservista, le han permitido apreciar de primera mano la exigencia de la vida militar. Al observar el camino de su hijo desde dentro, dice sentir un respeto aún mayor, por ejemplo, al recordar la primera suelta en avión: «Cuando ves a un chaval de 19 años coger un avión solo, te das cuenta del trabajo tan grande que se hace en la Academia».
Y es que el orgullo de este padre tiene fundamentos de sobra. Alejandro Gallardo, a sus 23 años, es Teniente del Ejército del Aire y del Espacio, especializado como piloto de caza y ataque de EF-18 Hornet tras completar la Academia General del Aire. Además, posee un grado en Ingeniería en Organización Industrial expedido por la Universidad Politécnica de Cartagena.
Las anécdotas entre ambos son múltiples y han vivido incluso momentos poco comunes, como coincidir activado en la propia Academia General del Aire mientras su hijo aún era cadete. Momentos que, como padre, le permitieron ver la transformación de un joven que en poco tiempo adquirió orden, responsabilidad y capacidad de liderazgo. «Recuerdo que tras el primer curso llegó a casa y doblaba la ropa y ordenaba sus cosas de forma casi milimétrica, planchaba camisas con una pulcritud pasmosa, cosas que antes ni sabía hacer», comenta entre risas, reflejando la mezcla de orgullo y admiración.
Aportación personal
El alférez también nos habla de aquello que la vida militar le aporta a nivel personal y profesional. La vida en la reserva voluntaria le ha enseñado valores que considera esenciales y, según confiesa, que a veces echa de menos en la vida civil: respeto, educación, disciplina y orden. «Cuando uno vive en un entorno donde todo se basa en una relación de absoluto respeto y cordialidad, te das cuenta de lo valioso que es trasladar esos principios a la vida diaria», asegura. Incluso ha incorporado ciertos hábitos y métodos aprendidos en las Fuerzas Armadas a su trabajo en la clínica, desde la planificación hasta la ejecución metódica de sus tareas.
Además, de sus servicios inherentes a su profesión, la reserva le presenta la oportunidad de salir de sus rutinas habituales, acostumbrado a impartir clases sobre ortodoncia en las universidades más prestigiosas de España, durante su última activación en la Subdelegación de Defensa en Jaén, ha participado en charlas, conferencias y programas de orientación profesional en las que les acerca el mundo de la Fuerzas Armadas a chavales de centros educativos de la provincia.
En este sentido, subraya que, más allá de la remuneración económica, ser reservista supone un compromiso personal, un sacrificio de tiempo y un ejercicio de responsabilidad que le aporta una satisfacción profunda. No se trata de una aventura ni de un hobby, sino de una forma de colaboración seria que exige disciplina, formación y disponibilidad.
Hoy, cuatro años después de aquel BOE encontrado por azar, afirma que ingresó movido por la curiosidad, la motivación personal y el deseo de comprender el mundo en el que su hijo desarrollará toda su vida profesional. Pero también por algo más profundo: «Me alegro mucho de mi decisión. El sentimiento de servir a los demás lo compensa todo».
La suya es una historia fuera de la norma: la de un médico consolidado que decidió mirar más allá de su consulta para servir con un uniforme distinto al que nunca imaginó.
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