El Museo Cerezo Moreno de Villatorres de Jaén: un tesoro por descubrir entre olivos
El municipio alberga un espacio museístico dedicado a su artista más universal
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Un día después de que Titanic acaparase nada menos que 11 Oscar abría sus puertas el Museo Cerezo Moreno en Villatorres, Jaén. Un espacio expositivo que, lejos de estar destinado al naufragio, continúa viento en popa de la mano de una obra artística ... de altos vuelos. Sí, el legado que el gran pintor prefirió que perdurase para los restos en su patria chica supone una herencia creativa de primer orden que imprime al museo del maestro (y por extensión a todo el municipio) un compromiso ineludible con el estudio, la exhibición y divulgación de un testamento plástico que hace de Villatorres no solo geografía sentimental, sino escenario propicio desde el que universalizar la producción de Francisco Cerezo.
Uno de los creadores indiscutibles del siglo XX y principios del XXI no solo para los jiennenses: también allí donde el fruto de su sensibilísimo talento alcanzó a conquistar y moldear miradas, a inaugurar una nueva manera de ver lo cotidiano, lo entrañable.
Y es que (lo escribió Coelho en El alquimista) «cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos», y en pleno mar de olivos, en Villargordo (uno de los 3 núcleos de población del municipio con Torrequebradilla y Vados de Torralba) sigue por descubrir, para muchos, este auténtico tesoro cuyo catálogo derrocha calidad.
Rembrandt afirmó que sin atmósfera, la pintura no es nada; de ahí que el 'Cerezo Moreno' procure a este genio del costumbrismo, monstruo del retrato, el paisaje y el bodegón, delicado coleccionista e inquebrantable defensor del patrimonio histórico-artístico, el mejor escenario posible, aire del mismo aire que el pintor destiló en su aliento los casi 87 años que duró su aventura vital.
Allí, en su singular y amplia plaza más céntrica se eleva un edificio coronado por el reloj que marca el tiempo a su gente, cincuentenario predio que en su día fue consistorio y, desde 1998, alberga el museo que rinde tributo diario a su artista más universal , cuyos restos mortales abriga.
Hijo predilecto del pueblo y con calle en su mapa urbano, Francisco Cerezo Moreno (1919-2006) anduvo por el mundo aunque siempre llevó su patria chica en su álbum íntimo de recuerdos, y en cuanto los suyos se deshicieron en homenajes hacia su figura y obra les correspondió generosamente donando a la tierra en que abrió los ojos lo mejor de su producción.
Legado cuyas colecciones de cerámica, barros ingleses de reflejos y cristales de La Granja marca otro hito digno de visita: eso sí, cuidado quienes sean carne de cañón del síndrome de Stendhal: pueden salir malheridos de delicadeza. Tanto, que el repertorio de vidrios de la real fábrica segoviana constituye una de las colecciones de más relumbrón de toda España.
Una de esas maravillas por descubrir entre los milenarios olivos jiennenses que cantó Miguel Hernández en su poema Aceituneros, título de una de las más ambiciosas pinturas de Cerezo, en la que a más de su dominio técnico (asombroso) palpita la dignificación del paisaje y el paisanaje rurales, otro leit motiv en la obra del también reconocido restaurador villargordeño.
Abierto de martes a jueves y sábados y domingos de 10.00 a 13.00 horas, y de 17.00 a 20.00 los viernes (entrada gratuita), sus salas acogen igualmente exposiciones temporales entre las que destacan la de su veterano premio internacional de pintura, con 34 ediciones a sus espaldas y que, en 2024, galardonó al renombrado artista sevillano Jorge Gallego. Arte en mayúsculas para disfrutarlo en un municipio bañado por el Guadalquivir, cuya gastronomía (aviso para paladares exigentes) va camino, también, de ocupar sitio en un museo.
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