Los bolos serranos de Jaén, el juego ancestral que ya es Bien de Interés Cultural de Andalucía
Su referencias documentales se remontan a 1625 cuando un altercado en plena partida quedó recogido en los archivos municipales
La otra 'Sierra Nevada' de Andalucía en la que no hay casi nadie y debes ir en invierno
Jaén
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Iniciar sesiónLos bolos serranos, una de las tradiciones más antiguas y singulares de la provincia de Jaén, han sido declarados Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Andalucía. Con su inclusión en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, en la tipología de ... Actividad de Interés Etnológico, se garantiza la conservación y transmisión de un juego que forma parte esencial de la identidad serrana y que cuenta con referencias documentales que se remontan a los siglos XV y XVII, en su mayoría en ordenanzas municipales, evidenciando su considerable popularidad.
La primera mención escrita en Jaén data de 1625, cuando un altercado en plena partida quedó recogido en los archivos. Pero mucho antes ya se jugaba en aldeas y pueblos de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, donde esta práctica se transmitió de generación en generación como parte delas costumbres y saberes comunitarios. Para muchos, más que un simple entretenimiento, los bolos serranos representan cultura y un símbolo de identidad.
Se trata de un juego de la familia de los pasabolos, en el que lo importante no es tanto derribar piezas como lanzar el mingo lo más lejos posible. La partida se desarrolla en la bolera o bolea, un espacio al aire libre donde se marcan rayas que determinan la puntuación según la distancia alcanzada. El equipamiento es tan sencillo como cargado de tradición: una bola de madera dura, de unos dos o tres kilos, y uno o varios mingos, que pueden ser de madera o materiales resistentes.
En la actualidad, después de las competiciones y concursos, los jugadores y jugadoras, ya sean a nivel individual, por parejas o equipos, son reconocidos con trofeos y premios en especies, como jamones, aceites o embutidos.
Existen dos modalidades principales. La de valle, considerada la más antigua, utiliza tres mingos y conserva lances heredados de los bolos medievales. La de alta montaña, se juega con un solo mingo y reglas simplificadas, lo que la hace única en la península ibérica y perfectamente adaptada a los terrenos accidentados de la sierra. En ambas, la destreza y la precisión son fundamentales, pero lo que más perdura es el carácter festivo y social que rodea cada encuentro.
Patrimonio cultural en toda la provincia
Aunque los bolos serranos nacieron y se desarrollaron en las sierras, su práctica se ha extendido con el tiempo a otros municipios jiennenses. Localidades como Arroyo del Ojanco, Chilluévar, Orcera, Génave, Hinojares, Hornos, La Iruela, Peal de Becerro, Pozo Alcón, Quesada, Santiago-Pontones, Santo Tomé, Beas de Segura, Torreblascopedro, Torredelcampo, Torres de Albánchez, Villacarrillo o Villanueva del Arzobispo siguen celebrando competiciones que mantienen vivo este legado. Actualmente se contabilizan doce boleras oficiales en la provincia, que acogen torneos reglados, y más de cincuenta espacios populares donde vecinos y visitantes organizan concursos abiertos.
La temporada se desarrolla entre marzo y noviembre, aprovechando el buen tiempo y el final de la campaña de recolección de la aceituna. Después de las competiciones y concursos, los jugadores y jugadoras, ya sean a nivel individual, por parejas o equipos, son reconocidos con trofeos y premios en especies, como jamones, aceites o embutidos. Más allá de la competición, estos encuentros sirven de punto de reunión entre los vecinos del pueblo que mantienen viva la tradición.
Durante buena parte del siglo XX, especialmente desde los años 50, los bolos serranos vivieron un retroceso por la emigración y la despoblación rural. Muchas boleras cayeron en el olvido y las nuevas generaciones se alejaron de la práctica. Sin embargo, desde los años 70 se ha producido un movimiento de recuperación que hoy muestra sus frutos. Asociaciones culturales, ayuntamientos y, sobre todo, la Federación Andaluza de Bolos han trabajado para revitalizar esta tradición, organizando campeonatos, rehabilitando espacios e impulsando su difusión a nivel regional y nacional.
La declaración como Bien de Interés Cultural supone ahora un espaldarazo decisivo, el reconocimiento es clave para garantizar una práctica que ha sobrevivido al paso del tiempo gracias a la defensa de los pueblos serranos.
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