Los vecinos de Íllora piden el «destierro» y asaltan las casas de los principales sospechosos tras la agresión mortal

Alrededor de las siete menos cuarto de la madrugada del lunes, Juan Castro Trujillos salía del recinto ferial del pueblo junto a su pareja y unos amigos. Fueron asaltados y, a la vez que hirieron a los otros, la agresión que recibió le hizo chocar contra un bordillo. La herida, que le hizo caminar apenas unos 20 metros hasta desmayarse, acabó por provocar su muerte ya de camino al hospital de Granada.

Los hechos alteraron rápidamente a los vecinos, que salieron en su práctica totalidad a las ocho de la tarde en una concentración que pasó a mayores rápidamente. El Ayuntamiento había decretado ya en pleno extraordinario el luto oficial y suspendido las fiestas patronales.

El lema repetido a lo largo de la concentracion fue el de «Justicia para Juan», fruto del hartazgo por la impunidad del clan, que recuerda a otros conflictos anteriores y que se han sucedido en el tiempo con asiduidad.

La manifestación se descontroló al final de la misma, al grito de «destierro» y «hay que echarlos», cuando un grupo numeroso decidió ir directamente a la casa del clan, deshabitada ya en ese momento. Cristales rotos, puertas destrozadas, coches que se han quedado en piezas... la agitación hizo tener que actuar a las autoridades locales, que, a petición del propio alcalde, Antonio Salazar, ha tenido que extremar la seguridad este martes.

En las redes sociales el clamor es evidente y, además de las consiguientes condolencias por parte de las universidades de Granada y Almería, donde el chico estudiaba, los vecinos insisten en encontrar a los «asesinos» de Juan y «que no vean más la luz que nos alumbra».

La Guardia Civil buscaba desde este lunes a dos varones completamente identificados a las pocas horas de conocerse el suceso y trasladarse al lugar de los hechos. Íllora, de apenas 10.000 habitantes, conoce bien a los miembros de la familia, con numerosos antecedentes muchos de ellos, al igual que al propio Juan, que era, en palabras de sus vecinos, muy querido en el pueblo y un muchacho ejemplar.

Sin noticias de su paradero hasta el momento, el joven confeso de la muerte de Juan, es mayor de edad y ha pasado ya a manos de la Benemérita.