Literatura
De la Trinidad a la Catedral, un camino por las huellas de Góngora y su poesía en Córdoba
Iglesias, colegios y monumentos recuerdan al gran poeta español del siglo XVII
El nuevo curso de la Cátedra Góngora en Córdoba analizará con nuevas perspectivas ocho grandes poemas
Antigua Casa de Las Pavas, donde nació Luis de Góngora
De la calle estrecha al lugar de multitudes, del retiro bucólico a la gran Mezquita-Catedral, la ciudad de Córdoba guarda en plenitud de vida muchos lugares por los que pasó Luis de Góngora (1561-1627) a lo largo de una vida que no ... siempre pasó en la ciudad, aunque naciera y muriera en ella.
La ruta puede empezar por la llamada Casa de las Pavas, en la calle que ahora se llama Tomás Conde, y que ocupa en este tiempo el hotel Casas de la Judería. Allí, junto al antiguo Alcázar Califal y muy cerca de la Mezquita-Catedral, nació el 11 de julio de 1561, hace ahora 462 años.
Era la casa de Don Francisco de Góngora, tío materno del escritor, que era racionero de la Catedral, como recuerda el poeta cordobés Manuel Gahete en el texto biográfico escrito para el Instituto Cervantes.
Monumento a Luis de Góngora en la plaza de la Trinidad
El camino seguiría hacia la plaza de la Compañía. Allí tenían los jesuitas el colegio de Santa Catalina, que perdieron con la expulsión en el siglo XVIII, aunque siguió funcionando a cargo de distintas órdenes religiosas. Ahora son las Reales Escuelas Pías de la Inmaculada Concepción.
Entre 1570 y 1575 se formó allí y muy pronto su familia pudo enviarlo a estudiar a Salamanca y allí no hay pruebas de que se titulase, pero sí comenzó a destacar como poeta culto, ya en la década de 1580, como recuerda Gahete.
Volvió a Córdoba, se ordenó sacerdote y recibió de su tío la condición de canónigo racionero de la Catedral, que es otro de los lugares fundamentales para entenderlo. Siempre se dijo que había sido clérigo sin mucha vocación y que llevó una vida a veces disipada. No hay acuerdo en ello.
Sí está claro que era aficionado a los toros, y que acudía a los festejos que se celebraban en la plaza de la Corredera, que entonces ya era un lugar principal aunque no adquirió el aspecto actual hasta los últimos años de aquel siglo XVII, cuando Góngora ya había muerto. Su espíritu, sin embargo, sigue allí, en lugares como la calle del Toril.
Plaza de la Corredera
Góngora pasó, ya en su madurez, mucho tiempo en Trassierra, porque su familia tenía posesiones allí. Se dice además que ejerció de sacerdote en su iglesia parroquial. Era mucho más: había viajado por toda España cumpliendo encargos y comisiones del Cabildo de Córdoba, había intrigado en la corte y conocido a mucha gente en muchas ciudades.
Al volver a Córdoba, se decepcionó del ambiente de las ciudades, quizá por no haber conseguido lo que ansiaba, y Trassierra fue su retiro. Se marcharía después y regresó en 1626, ya muy enfermo. Murió el 23 de mayo de 1627 y se le enterró junto a su familia en la capilla de San Bartolomé de la Mezquita-Catedral.
Ofrenda a Góngora en la Mezquita-Catedral de Córdoba
Hoy sus restos están en una pequeña urna en la que cada año la Real Academia de Córdoba y los amantes de la cultura realizan una ofrenda de veneración al gran renovador e innovador de la lengua castellana en el siglo XVII.
Las huellas de su paso por el mundo crecieron al cabo del tiempo. El 23 de mayo de 1967, cuando se cumplían 340 años de su muerte, se inauguró la estatua de la plaza de la Trinidad, que realizó el escultor Amadeo Ruiz Olmos, a muy pocos metros de la casa en que murió, como recuerda una placa.
Placa en la Trinidad sobre la muerte de Luis de Góngora
En la calle Cabezas está la calle que lleva su nombre, que se utiliza para exposiciones y para las actividades de la Cátedra Góngora, donde se desentrañaba su obra y se pone en el contexto de la literatura universal de todos los tiempos, pero antes hay que volver al lugar más monumental de la ciudad.
Soneto a Córdoba junto a la Puerta del Puente
Junto a la Puerta del Puente, frente al Guadalquivir («oh, gran río, gran rey de Andalucía»), está aquel soneto que dedicó a Córdoba desde Granada, cuando sus amigos le preguntaron si había olvidado su ciudad ya que no se interesaba por ella.
Allí están esculpidos los versos como una declaración de amor a Córdoba: «Si entre aquellas ruinas y despojos / que enriquece Genil y Darro baña / tu memoria no fue aliento mío / nunca merezcan mis ausentes ojos / ver tu muro, tus torres y tu río, / tu llano y sierra ¡oh, patria, oh, flor de España!»
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