Iba la Virgen estrenando la terminación de la peana de carrete, que había salido estos años y que se presentó dorada por las cuatro caras, obra de Rafael Barón, con las cartelas pintadas por Isabel Bernal y los ángeles, de Aniello Accardo.
Cambiaban el brillo y los matices la presencia en el paso de la Virgen, que estrenó también un rosario bendecido por el Papa y regalado por un hermano de los Dolores. El paso llevó los candelabros del paso de misterio del Señor de la Sangre.
Con un antiguo manto de color grosella y como toca sobremanto una mantilla de encaje de Bruselas en beige, lució la saya azul pavo real, con bordados antiguos restaurados por Francisco Pérez Artés y diseñada por Fray Ricardo de Córdoba.
Las flores también eran grosellas y blancas. Así, fue reinando majestuosa, con la cuidada música de la banda de la Esperanza. No pasó desapercibido a la multitud que poblaba cada rincón del recorrido el amplio patrimonio sonoro de esta cofradía, durante el rezo de los misterios gozosos, en la víspera de la solemnidad de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo.
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