Desde 2006 es uno de los ritos más singulares de la Cuaresma de Córdoba. Es sabido que Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro fue una imagen que se veneraba como Crucificado en la iglesia del convento del Carmen de Puerta Nueva, y que el Viernes Santo se desclavaba y, gracias a sus brazos articulados, se depositaba en la urna para la procesión.
El tiempo y los cambios del siglo XIX terminaron aquel ritual, pero, cuando los cofrades del Santo Sepulcro se asomaron a la historia de su cofradía quisieron recuperar esa práctica, y la llevaron a la realidad.
Cada Domingo de Pasión, el Señor del Santo Sepulcro se dispone en besapiés sobre la cruz, sostenido por los lienzos. Al caer la tarde, la cofradía reza el vía crucis en el interior de la iglesia de la Compañía, sin más luces que la cera tiniebla que alumbra a la imagen y la que sale de los pasos procesionales, ya preparados.
Al llegar a la estación décimo tercera los cofrades del Santo Sepulcro suben a la escalera y bajan al Señor ayudándose de las sábanas, según un ritual lleno de delicadeza en que la imagen parece cobrar carnalidad y la escena del descendimiento se hace real.
Tambor
Suena en ese momento un tambor ronco y fúnebre que acentúa el drama que había ido creciendo con la voz de una soprano en las distintas estaciones. Queda el Señor en la sábana, se reza la estación décimo cuarta y sube al paso procesional.
Es el proceso es delicado y a la vez rápido, y antes de que los fieles que han rezado el vía crucis vuelvan a respirar con normalidad y a recuperarse del estremecimiento, está el Señor en su urna. Se canta el 'Salve, Regina'. La Semana Santa de Córdoba está todavía más cerca.
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