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Semana Santa

Julio Lucena: «Los costaleros tenemos anonimato debajo del paso, pero al salir de él mientras menos nos vean, mejor»

Más de cuarenta años lleva bajo el paso del Cristo de la Misericordia de Córdoba y también es nazareno de la Expiración

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Julio Lucena, costalero del Cristo de la Misericordia, ante la basílica de San Pedro Rafael carmona
Julia García Higueras

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«El 18 de abril de 1984 era Miércoles Santo, fue la primera vez que salí de costalero, siempre con el Cristo de la Misericordia. Y con la Expiración llevo de nazareno desde que sé andar. Mi tío Paco era de esa hermandad y, junto con mi madre y con mi padre, me metieron en la Expiración desde que era chico y ahí llevo los 57 años que tengo». Así cuenta Julio Lucena, cordobés, su vinculación con ambas cofradías.

-Partiendo de la experiencia como costalero del Cristo de la Misericordia, ¿cualquier tiempo pasado fue mejor o peor si se comparan otros tiempos con los actuales?

-Cualquier tiempo pasado fue diferente, absolutamente, ni mejor ni peor. Yo tengo esa suerte de llevar tanto tiempo y vivir una época: salimos en el 84 y en el 85 de San Pedro. Luego nos fuimos a la Mezquita, estuvimos saliendo allí hasta 1997. Y esa época era totalmente distinta. Era igual de extraordinaria que ahora, pero distinta por el número de personas que componíamos la cuadrilla, por forma de andar en la calle del paso, por muchísimas vicisitudes distintas de aquel momento. Ahora disfruto de una experiencia extraordinaria, igual que aquélla, pero con componentes distintos. No voy a renegar en absoluto de aquella época, ni voy a decir que ésta es mejor tampoco. Cada una ha tenido sus características, sus vivencias, sus ratos buenos, sus ratos más buenos. Malos no creo que haya nunca ninguno. Y si los ha habido, por suerte, el Señor hace que se te olviden.

-¿Y de la evolución qué opina?

-Esa evolución es muy buena para todo. Entonces hay que ir aprendiendo de la gente que viene más joven. Y ellos tienen que escuchar a los que llevamos más tiempo para decir, oye, pues esto también a lo mejor merece la pena.

-Ahora que hay más número de costaleros, más poderío en cuanto a cantidades, ¿se encuentra más a gusto que antes cuando eran más escasos?

-Desde luego, físicamente sí, cien por cien. Si no hubiera el número que hay, yo probablemente no pudiera seguir disfrutando de ser costalero, no por devoción, sino físicamente. Cuando yo tenía 25 ó 30 años, aguantaba lo que me echaban, y con mi edad probablemente no lo aguantaría. Eso me ha dado la oportunidad extraordinaria de poder seguir, de compartirlo además con mis hijos. Entonces, puedo seguir realizando yo mi estación de penitencia como costalero gracias al gran número de costaleros que nos acompañan.

-Y en los comienzos ¿de quién fue conociendo todas las claves: desde ponerse el costal hasta evitar lesiones?

-La maravillosa culpa de que yo sea costalero la tiene Angelmaría Varo Pineda porque él, que estaba en aquella época de costalero en la Virgen de las Lágrimas, dio el paso adelante en su hermandad de fundar una cuadrilla de costaleros para el Cristo de la Misericordia. Éramos un grupo de amigos grande, de Ciudad Jardín sobre todo, y él nos involucró a que diéramos ese paso junto con él. Un nutrido grupo de jóvenes con 16, 17 y 18 años fuimos detrás de él y empezamos a ensayar en noviembre de 1983 para salir en abril de 1984. Él me enseñó en aquella época a ser costalero. Luego me ha enseñado muchas más cosas, todas buenas. Y él es, digamos, el bendito culpable de que yo esté ahí.

Julio Lucena, con el costal, ante la fachada de San Pedro Rafael carmona

-Y de esas nociones básicas las que más le han servido, ¿cuáles han podido ser?

-Nos enseñó desde lo más básico que es hacerse el costal y fajarse, al cariño que nos enseñó cómo había que ser costalero. Eso nos lo involucró desde el primer día y eso no se olvida jamás. Nociones básicas, pues, el primer día que nos pusimos allí todos no teníamos ninguno ni idea. Había cinco o seis que venían del palio que se habían ido con él al Cristo. Y ellos son los que nos enseñaban a ponernos derechos, a andar... Y luego, con el tiempo, gracias a Dios, fuimos aprendiendo. Y eso es así de bonito.

-¿Y otras personas que le han marcado, otros capataces que han venido después u otros compañeros de trabajadera?

-De trabajadera sería imposible decirte porque, por suerte, he tenido grandes, grandes hermanos costaleros a mi lado. Luego, después de Ángel fue como capataz José Manuel Maqueda, que iba a mi lado, debajo. Y me sirvió para seguir con la misma ilusión, con las mismas ganas, con un poquito más de solidez ya y de conocimiento a seguir disfrutando de ser costalero de la Misericordia.

-¿Y alguna vez le surgió la opción de salirse y guiar el paso o siempre la apuesta ha sido estar debajo?

-La apuesta, cien por cien, y así va a seguir mientras pueda, es estar debajo. No concibo, y me encanta mi amigo Ángel, mi amigo José Manuel, Enrique, que lo lleva ahora, pero no concibo yo no ser costalero. Eso no lo concibo. Sí concibo ser nazareno el Viernes Santo, pero delante, no.

-Mientras pueda, ¿seguirá?

-Sí, mientras no me fallen las fuerzas y yo vea que aporto un poquito de fuerza a lo que eso supone hacer una estación de penitencia, por supuesto, devoción, cariño, humildad, compromiso. Mientras que yo pueda tener un cachito de eso seguiré, además con la ilusión de hacerlo con mis hijos.

-¿Sale con sus hijos?

-Uno, Julio, salió un año, y por circunstancias de trabajo se marchó de Córdoba. Y con el otro, Álvaro, sí sigo saliendo porque está aquí.

Comienzos y presente

«Angelmaría Varo Pineda es el bendito culpable de que hoy esté yo aquí, y ahora, gracias al gran número de costaleros que hay puedo seguir siendo costalero con 57 años de edad»

-¿Qué es lo mejor con lo que se queda de estas cuatro décadas?

-Primero, por supuesto, el Santísimo Cristo de la Misericordia, eso es lo mejor. Y luego la cantidad de personas que yo he tenido posibilidad de conocer, convivir, de quererlos, de compartir con ellos momentos extraordinarios. Insisto, buenos y más buenos porque malos no ha habido nunca. Y eso es lo más bonito de todo, ser costalero ahí debajo te da unas sensaciones de alegría, de ilusión, de compromiso que eso no lo vives en otro sitio. Te habla uno que es nazareno y me gusta no te sé decir si más, si menos, pero es completamente distinto. Me siento muy feliz de ser costalero, eso sí lo diré siempre.

-¿Alguna vivencia o anécdota que pueda contar y que sea curiosa? Habrá pasado de todo en estas décadas: lluvia, imprevistos.

-Tuvimos una época maravillosa que estuvimos un montón de años saliendo, que el Miércoles Santo no llovía nunca. Esa época era extraordinaria, no había miedo ninguno. Vivencias, muchísimas. Desde cuando jóvenes teníamos novia y nos ayudaban a darnos agua en aquella época con todo su cariño y su ilusión también. Ahora lo que tienes es una tranquilidad y un poso extraordinario, que vives las cosas de una manera totalmente distinta: con mucho más reposo, con la misma ilusión, disfrutas de otra manera.

-En cuanto a la forma de andar, desde dentro, ¿qué han supuesto esos cambios?

-En lo técnico se ha mejorado muchísimo, sin lugar a dudas. Te habla un costalero que sólo saca al Cristo de la Misericordia, pero nada más que en la historia de hacerse el costal, la faja, se ha avanzado muchísimo. La palabra técnica no me gusta porque esto no tiene nada de técnica, esto tiene todo de sentimiento, pero hay que saber hacer las cosas y hay que saber. No es que antes se hiciera mal, no diré yo nunca eso en la vida, pero digamos que se hacía de una manera un poco más improvisada, un poco menos organizada. Y en eso sí se ha ganado mucho a la hora de ser costalero.

-¿Cómo se prepara? ¿Cuál es el ritual personal que sigue cada Cuaresma a nivel físico para llegar en óptimas condiciones: en la alimentación también?

-Por supuesto, no faltar a ningún ensayo porque eso al final requiere un esfuerzo físico que mientras más preparado estés mejor vas a poder responder, en este caso el Miércoles Santo. Por lo demás, un poco de ejercicio, tener un poco de forma física para que no te vengas abajo ese día precisamente. Y la alimentación, sobre todo, en esos días, el día del ensayo, el día del Miércoles Santo sí te cuidas de comer cosas buenas y sanas, pero por lo demás no mucho más.

Preparación

«No faltar a ningún ensayo, hacer un poco de ejercicio y la alimentación, buena y sana»

-Mencionaba antes la relación con los jóvenes, lo de que ellos tienen que escuchar. ¿Se dejan enseñar?

-El grupo digamos que es más afín con mi hijo, que nos intentamos ir juntos a los ensayos, luego nos volvemos juntos sí se dejan enseñar perfectamente. Y me enseñan muchísimo. Hay una dinámica de correspondencia extraordinaria porque ellos hay muchísimas más cosas en las que están más preparados que yo por circunstancias de edad, pero hay muchísimas cosas que no han vivido. Entonces, sí mantenemos un grupito de gente muy buena relación con ellos, y ellos me enseñan y yo intento decirle algunas cosas. Enseñar me parece muy fuerte, pero sí intento decirle que hay cosas que no se les pueden olvidar nunca en la vida de ser costalero.

-¿Como cuáles, por ejemplo?

-Primero la devoción porque si no eso no tiene ningún sentido. La humildad, la obediencia, la ilusión enorme por estar ahí debajo, el compromiso con el que está a tu lado, primero con el que está arriba y desde luego con el que está a tu lado y delante tuya. Eso hay que transmitírselo porque ellos tienen una creencia por su ilusión de joven, que eso lo ven de otra manera en algunos aspectos, y entonces es muy sano que ellos lo vean y es muy sano que ellos me enseñen a mí cómo se hacen muchas cosas ahora.

-También deben tener un saber estar en la calle para cuando uno sale del paso, ¿no?

-El anonimato lo tiene el ser costalero debajo del paso, no te ve nadie, pero cuando luego sales sí te ve la gente y mientras menos te vean, mejor, es mi opinión. El saber estar, tú estás dentro de una estación de penitencia realizando el desarrollo de ser costalero, de lo que sea en ese momento, pero no se nos puede olvidar nunca que tú estás haciendo estación de penitencia y el comportamiento, la compostura, el recogimiento, eso tiene que ser fundamental siempre, dentro o fuera del paso, y si te tienes que parar a tomarte un poquito de agua donde sea, exactamente igual.

 

-Más allá del costal, ¿cómo vive todos los días de la Semana Santa? El Viernes Santo con la túnica y los demás días, ¿como espectador?

-Desde el vía crucis del Cristo de la Misericordia del Viernes de Dolores, donde arrancamos oficialmente, y luego hasta que terminemos en Santa Marina el Domingo de Resurrección, la actividad es importante. Yo participo también además en una parte de voluntariado de Caixabank, desde un palco que hay de movilidad reducida. Ahí tengo la suerte de vivir una experiencia con las personas para ayudar un poquito a que vean la Semana Santa desde esa perspectiva.

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