Mayo Festivo
La ruta por los Patios de Córdoba más inéditos y originales: rosal trepador, yedra, limonero o pacífico
Recintos de distintos puntos se abren con fidelidad a la tradición y elementos que lo diferencian de los demás
Mejorar la excelencia: cómo los grandes Patios de Córdoba cambian siendo los mismos
Los patios conventuales de Córdoba, desde dentro: «Dios está en la vida de las plantas y las personas»
Córdoba
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Iniciar sesiónGeranios, gitanillas, chino cordobés, paredes encaladas, ventanas, buganvillas. Al que llega desde fuera puede que todos los Patios de Córdoba le parezcan similares, y lo cierto es que tienen elementos en común. Desde lejos se puede ver lo que son, pero también hay ... lugares a los que conviene acercarse con calma para encontrar elementos singulares.
Cuando se mira en la lista siempre hay lugares que suenan, patios en los que el visitante sabe que puede encontrar algo novedoso, y que por lo tanto merecen una estancia calmada, porque su estampa es única. La de una planta especial, un rincón que no está en otro lugar, un detalle que sólo se da allí.
El camino de unos patios distintos puede empezar en el rincón más oriental de la fiesta: en el número 43 de la calle Barrionuevo, no muy lejos de la iglesia de Santiago. Allí levantaron su casa José Antonio López Marín y su esposa, a partir de 1994, sobre un edificio del siglo XVIII al que sometieron a distintas reformas.
Los detalles más personales de los Patios, en imágenes
Rafael CarmonaRecintos en Barrionuevo, Agustín Moreno, La Palma o San Juan de Palomares muestran signos identificativos
No todo fue nuevo: muestra todavía el antiguo azulejo de San Rafael, con un gran tejado, y la cenefa de la solería, que encargaron 'ex profeso' a una fábrica sevillana. Habla José Antonio mientras una excursión de niños disfruta del patio, y junto al arco luce la buganvilla.
Tras un tiempo en que no pudieron participar por tener apartamentos turísticos, se reengancharon en 2019, y cada año lo van mejorando. La planta más llamativa es el rosal de pitiminí o rosal trepador, que fue planta singular de los Patios de Córdoba, y que llama la atención por su exuberancia.
Parte del suelo, de un solo tronco, y cubre toda una pared valiéndose de una pequeña terraza, siempre con flores en color precisamente rosa, y una frondosidad inédita. Mucho más humilde, pero no menos llamativa es la 'cola de mono', una suculenta que cae con ramas muy largas recubiertas de fino pelo.
Una gran yedra
De una vieja yedra queda el testimonio de un añoso tronco y el dueño también señala la justicia, que es una flor de cuyos pétalos, cuando se marchitan, empiezan a brotar los nuevos en un ciclo que ocupa una buena parte de la primavera.
El limonero y el naranjo son de la época en que se plantó la casa y un surtido de geranios y gitanillas que crían en el mismo patio y no compran de vivero: «Al tener un pozo, con el agua se riegan las plantas y se nota mucho». Incluso una humilde hierba espontánea, «el culandrillo o la flor de la peseta, que sale solo», y que les sirven para adornar.
No muy lejos de allí, en la calle Agustín Moreno, la protagonista es una yedra que recorre una gran parte del perímetro del patio, y que separa la planta baja de la superior, que también se suma al recinto. Fue una planta muy típica de los patios durante décadas, y de ello queda bastante testimonio gráfico.
La yedra actúa en la casa como una gran franja verde ante el que se van sucediendo las distintas especies coloridas, que estallan en un arco iris de colores. Es lo que más llama la atención, pero a lo largo del patio hay también muchas especies verdes, como la esparraguera en una de las esquinas.
Tras una de las fachadas más monumentales de los Patios de Córdoba se esconde otro de los patios con más personalidad y estampa más inconfundible. «Fue de un capitán de los Tercios de Flandes», dice María Cachinera, cuidadora y hermana del propietario, en el número 3 de la calle La Palma, junto a San Pedro.
Otra especie singular: buganvillas hay muchas, pero la primavera que el Ayuntamiento otorgó ese premio fue al que cubre una buena parte del patio. Sus brácteas cárdenas marcan el recinto, pero tiene mucho más, como el limonero, el naranjo, los jazmines y las celindas, todo dispuesto en arquitectura antigua.
«Estamos agradecidos a todos, al Señor y la naturaleza, que nos permite que este año las hortensias estén como en ningún año. Ha habido agua y sol que ha conseguido que estén muy florecidas», dice María Cachinero, que enseña la flor de lis, los pendientes de la reina, las begonias, alegrías y geranios. Y todo eso en la conjunción de una arquitectura monumental y señorial que lo hace inconfundible.
El ibiscus o pacífico identifica a San Juan de Palomares, 8, un recinto que en poco espacio aúna mucha singularidad
En otro punto de la ciudad, junto a San Lorenzo, el recinto de San Juan de Palomares, 8, se anuncia ya con un nombre: Patio del Pacífico, porque es precisamente este árbol el que reina, el ibiscus, que además puede ser el más grande de su espacie.
En poco más de veinte metros de superficie, pero también una altura considerable, se agolpan plantas tradicionales, muchos elementos arqueológicos, fósiles y restos de derribos antiguos que lo hacen muy especial. Hay hortensias, lobelias, flores de muchos colores, centáureas y plantas sin flor que aportan la exuberancia del verde.
Mientras Gabriel Castillo, propietario del patio, habla de los tesoros del interior, cae una de las flores del pacífico, y no es raro, porque apenas viven un día. Los que llegan hasta el patio miran hacia arriba y se pierden en los detalles: el relieve de San Rafael, la pila bautismal, los restos de azulejería y las plantas que miran al cielo. Por muchos que se vean, los Patios de Córdoba siguen sorprendiendo.
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