MAyo Festivo
Mejorar la excelencia: cómo los grandes Patios de Córdoba cambian siendo los mismos
Nuevas especies, disposición que cambia y evolución constante marcan el devenir de los recintos premiados
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Teo Rueda, el cuidador del patio de San Basilio, 44, uno de los más clásicos y aclamados de Córdoba, lo tiene claro: «Si el jurado premia un año el patio, todos los años no puede premiar el mismo patio». Una gran parte de los recintos abren una edición tras otra, pero en 365 días da tiempo a hacer muchos cambios y renovarse.
Las mieles del éxito no congelan los patios en una estampa única. Al contrario. Son el estímulo para que propietarios y cuidadores mejoren, cambien y de otro aire a un recinto que tiene que ser el mismo, pero a la vez ofrecerse renovado. Son los mismos visitantes, en especial los cordobeses, los que se dan cuenta antes que nadie.
Miguel Ángel Roldán Cruz, secretario de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, que es la propietaria de San Basilio, 44, explica que el exorno floral básico es siempre el mismo, el que tiene la esencia de la fiesta. Por eso las especies que más abundan son claveles, gitanillas y geranios, pero llegan nuevas.
La continuidad y la tradición tienen que ser claves, pero sobre todo es importante la armonía cromática, apunta Miguel Ángel Roldán, y también la estructura y disposición, «porque las macetas tienen un orden y un sentido». Los asiduos se dan cuenta.
Para ello ayudan algunas especies, como las plantas trepadoras, que en ciertos momentos se modifican «para dar otra estructura al patio». Quizá como cambiar algo para que todo siga igual. Los jazmines chinos ayudan, porque están más altos en los testeros, y la idea es dar otra forma a la buganvilla para que siga creciendo hacia el suroeste, como ahora.
Así se consigue que el recinto cambie no sólo año tras año, sino en un mismo ejercicio. San Basilio, 44 está abierto todo el año y además de muchos premios a lo largo del tiempo tiene visitas tan ilustres como la de los Reyes Don Felipe y Doña Letizia en el verano de 2020.
El cuidador ya tiene incluso de las ideas para el año 2026, porque el diseño del aspecto que tendrán las plantas trepadoras tiene que preverse con antelación, para podar también en consecuencia. Allí se combinan un rosal bastante veterano y uno nuevo, y falta ahora la yedra que están en tantas fotografías antiguas como característica.
Historia
Mientras se escucha la historia, los visitantes se asoman a la escalera, que conduce a una zona de talleres, y en las columnas crecen los jazmines chinos, mientras los geranios multiplican sus colores por todas partes. De lejos es un auténtico arco iris y los ojos más avezados adivinan los cambios.
También tiene una larga trayectoria, aunque en dos etapas, y en el mismo barrio de San Basilio, el patio de Duartas, 2, lleno de aire popular. Isabel Luque cambia cuando las plantas se secan. Es decir, cuando no tiene más remedio.
Sí lo hace con la disposición, y lo explica: «Este rincón que hay debajo de las escaleras está casi todo blanco. La alegría de la casa [el nombre de una de las plantas] está en la segunda columna este año, y reparto de otra forma. Cambio algo, pero siempre de otro sitio».
Su patio es muy tradicional. Conoce lo que siempre se puso en los Patios de Córdoba, porque vivir en el barrio de San Basilio marca bastante. Por eso tiene pocas petunias, por ejemplo, y sí que ha buscado y tiene un míramelindo, que era una especie muy habitual en las casas antiguas, las que ella conoció en todos.
Los Patios de Córdoba han evolucionado a lo largo de los años, pero ella es partidaria de mantener las flores de siempre y evitar las exóticas, con el recuerdo de su madre y de su abuela, y de cómo además de decoración había plantas aromáticas, que a la vez eran medicinales y para dar buen sabor a los guisos.
Rafael Barón exhibe en su casa, en Pastora, 2, la larga lista de primeros premios de Arquitectura Moderna, como corresponde a uno de los patios más reconocidos y admirados de los últimos años, y todavía falta el de 2024. No piensa en renovarse, aunque sí hace cambios, y tiene su punto de vista.
Hay plantas inamovibles por el sol que necesitan, pero los dueños no dejan de dar vueltas a cambios y mejoras
«No todos los años viene el mismo jurado, y si viene otro y haces lo mismo le puede también gustar», dice, y a la vez dice un truco jocoso: «A lo mejor los jurados no se acuerdan de un año para otro. Si lo renovamos es porque nos gusta».
El patio no está siempre igual porque no puede estarlo: «En agosto se pierden muchas con el calor y unas veces se dan mejor y otras peor». A partir de ahí se empiezan a pensar en los cambios, pero cuando algunas están bien situadas y se van a dar bien, no se mueven.
El zaguán de su casa, lo primero que ven los visitantes, es muy significativo y ahí cambia la decoración con distintos motivos, como el centenario de Pablo García Baena, y cambia la cerámica para sorprender a quienes entran. El grueso del cambio no cambia y tampoco es fácil, pero siempre hay novedades.
Por ejemplo, en este 2025 las orquídeas que antes colgaban del naranjo ahora están tapizando el tronco «y está llamando mucho la atención», de la familia de las malváceas, y también una planta que le trajo un tío suyo que vive en Australia, y que se ha adaptado muy bien a Córdoba.
La odontonema, que está junto a la capilla de la Virgen de la Salud, ha crecido mucho y no han querido podarla, como elemento singular en este año. Lo notarán los muchos visitantes de su patio, igual que cuando cambian los colores en la escalera algunas veces.

Por lo general, eso sí, es partidario de que los patios «adquieran personalidad» y que la gente vea una fotografía y sea capaz de identificarlo por la variedad de las plantas, las macetas, el color y la luminosidad. Cada uno tiene que encontrarlo.
Uno de los patios emergentes es Guzmanas, 7. Es joven y sigue creciendo, y cada año avanza en novedades. La principal de 2025 no es de plantas, sino el enchinado en parte del suelo con el escudo de Córdoba. El antiguo, el del león, como insiste su propietario, Óscar Rubio: «Por la época de la casa, es el que le iba mejor al patio».
Muestra el rincón de los cactus, que este año están en macetas de estilo antiguo, y otras que llegan de la reforestación de Doñana en los años 50. Cada año, Óscar y su esposa, Elena Vilches, observan todas las posibilidades y realizan mejoras, como la celosía al lado del pozo, o la pila de leña con la que ha sobrado del invierno.
«Hay que jugar con los elementos que tenemos y que no todo esté siempre en el mismo sitio, pero tiene limitaciones. Las plantas quieren su lugar y es el que les corresponde por el sol», resume. Eso sí: hay margen, porque el patio es siempre un elemento vivo.
Si las gitanillas quieren sol, la barandilla está con gitanillas siempre rojas para este año, y con fondo rosa. Como diría el filósofo sobre el río, nadie puede entrar dos veces al mismo patio, aunque lo crea.
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