REPORTAJE
Okupas malos, okupas tolerables en San Agustín de Córdoba
El reciente incendio de una casa en la plaza vuelve a poner el foco en los inmuebles en ruinas que habitan personas sin recursos. Los vecinos ya sólo piden que no haya problemas de convivencia, como sí hacían los del siniestro
Un joven de 20 años afectado en el incendio de una vivienda en San Agustín
Córdoba
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Iniciar sesiónLa plaza de San Agustín luce impecable después de la última reforma que hizo el Ayuntamiento de Córdoba. Están el chino cordobés en el interior, los bancos que no estorban y la perspectiva amplia para disfrutar de la fachada manierista del templo ... y de la espadaña que domina al único barrio sin parroquia de la Córdoba antigua.
Podría ser estampa de postal si no tuviera un reverso bien a la vista: la plaza tiene varias casas en ruinas que no sólo afean, sino que hasta hace poco estuvieron okupadas por personas que no tenían otro lugar al que ir y que en ocasiones, no en todas, crearon algún problema de convivencia. El último, el pasado miércoles, cuando hubo un incendio en un casa situada justo al sur de la iglesia de San Agustín. No hubo que lamentar ni daños personales ni riesgo por el templo fernandino, pero sí ayudó a recordar que hay casas del barrio, en la plaza y fuera, donde hay personas que viven en situaciones infrahumanas.
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Juan Francisco González, dueño de la cafetería La Crema, explica que hay casos y casos. Los vecinos del barrio entienden que hay gente que no tiene dónde vivir y comprenden que tengan ganas de meterse en casas que están vacías, aunque sean lugares muy precarios. «Ahora el frío aprieta y hace falta algún lugar», reconoce mientras habla de otros inmuebles del barrio de San Agustín que también están así.
Del Norte de África
El caso del lugar del incendio era distinto, porque sí que daban problemas. Según él, eran personas llegadas del norte de África y muchas noches discutían y se peleaban entre sí. Y casi siempre en la misma plaza, a la vista de los vecinos y de los que podían disfrutar en cualquiera de los bares de uno de los lugares más queridos del Casco Histórico.
Hubo quejas y llamadas a la Policía y todo terminó de forma abrupta con el incendio. «Se veían salir las llamas por las puertas», cuenta al relatar cómo el hecho de que fuese a las nueve de la mañana al menos hizo posible que muchos lo vieran y que la actuación de los Bomberos fuese rápida.
Fue una medicina imprevista y algo drástica, pero sirvió para terminar con la situación: el propietario tapió las puertas de la casa en ruinas, que ahora está inaccesible y con ello terminó también el peligro para el edificio y para la iglesia de San Agustín. La ruina no terminará hasta que haya una obra, pero no habrá que echar a nadie.
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El número 2 de Compás de San Agustín, que es la vía que recorre la plaza por la zona sur, también fue una casa okupada hasta no hace demasiado tiempo, explica el hostelero. Era un caso distinto, porque era una familia española que tampoco tenía a dónde ir y que no creaba problemas de convivencia con los demás. «Terminó cuando declararon la casa en ruinas y los obligaron a salir, porque no había más remedio», explica Juan Francisco González. Ahora el plan es que allí se construya una ampliación de la vecina taberna Rincón de las Beatillas.
El otro borrón de la plaza es el número 4. Cuando el hostelero escucha que allí se va a construir un centro cívico tiene que ponerse escéptico. «No lo van a hacer nunca. Llevan más de treinta años y es imposible», se resigna. Porque la casa no está okupada, pero sí con la fachada en muy mal estado, cerrada y sin visos de ponerse a trabajar. Los distintos ayuntamientos han ido aplazando el proyecto para que aquel lugar sea un equipamiento para los vecinos del barrio y es otra más de las casas en ruinas que todavía quedan en pie. Y no les vendría mal, pero ya hay pocas esperanzas.
Contrastes
Porque San Agustín, como muchos lugares de la Ajerquía, es un barrio de contrastes. La cal de las fachadas apenas cuenta lo que sucede en el interior, pero conviven casas tradicionales, lugares con varios vecinos y viviendas reconstruidas en que una familia que podía se hizo un buen lugar para vivir. Y de vez en cuando, también hay casas okupadas. Los vecinos guían por algunas de ellas. En la calle Moriscos hay al menos dos, cerradas a cal y canto, aunque los residentes insisten en que no son el tipo de personas que dan problemas a quienes están al lado.
Al lado hay un solar de grandes dimensiones en el que se van a construir viviendas nuevas con buenas calidades para quienes quieran retirarse a la tranquilidad del Casco Histórico y quieran disfrutar de sus espacios. A su lado hay un edificio con una fachada antigua que es probable que se integre en el futuro en este nuevo proyecto.
Sí señalan a un edificio que está en la calle Rivas y Palma, que es la vía que conecta las Costanillas con Montero, una de las calles esenciales de la Ajerquía. En el número 1 incluso la farola que da algo de luz en las noches está oxidada y como marcada por algún pequeño incendio reciente.
Como confiesan algunos vecinos, es uno de los lugares que han sido más conflictivos en los últimos tiempos. «La Policía tenía que venir una noche sí y otra no», asgeuran. Otros, en cambio, que prefieren conservar el anonimato, aseguran que quienes viven en aquel lugar «nunca dieron problemas». Al menos, a ellos.
Algo que sí tienen claro todos es que las okupaciones no son demasiado prolongadas en el tiempo. Las familias que tienen que recurrir a meterse en un lugar que no les pertenece, y además lo hacen en condiciones muy difíciles, terminan por marcharse pronto del lugar en busca de otro, por distintos motivos.
Un techo para cobijarse
Por eso hablan de lugares que tuvieron problemas, frente a la Piedra Escrita o en la calle Velasco, pero también junto a la plaza del Huerto Hundido. Son casi siempre casas en un estado de conservación muy precario, que están a la espera de una actuación que no termina de llegar y que tienen puertas muy antiguas y vulnerables, que les resulta fácil abrir para al menos tener un techo para cobijarse.
Los vecinos apenas piden que al menos no haya problemas de convivencia, ruidos ni peleas. Mientras esas casas continúen así, San Agustín seguirá distinguiendo entre okupas tolerables y aquellos que protagonizaron el incendio que pudo haber causado en disgusto al lado de la iglesia.
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