El Marrubial interminable

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Javier Gómez

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Desde hace una década y media por lo menos no hay mañana en la que el despertador no sea el runrún de una retroexcavadora que retranquea el edificio de al lado, la queja del político de turno que está a disgusto con los ritmos del Ayuntamiento o que le afea a la Junta la demora por la parte que le tocaba. Es verdad que el lienzo de la muralla, tan nuevecito desde hace unos meses, le ha dado al entorno y al paseo otro aire y la certeza de que alguna vez el ensanche y los nuevos carriles van a estar acabados. Pero durante un tiempo pareció que no: si hasta el Mercadona cerró durante unos meses para adaptar su tienda al nuevo modelo de eficiencia energética y aquello fue como el acabose. El jardín de los Poetas mantiene intacto, con todo, su lumpen de litronas y de lunes al sol, sus amos sin más posesión que su perro, sus columpios infantiles, sus arriates que corren en perpendicular a las calles que allí mismo empiezan a allanar el camino hacia la Axerquía. Al mediodía siguen las colas en el comedor social de Prolibertas, que pide ayuda para mantener sus servicios, empiezan a cerrar los puestos de la plaza de La Mosca que a ver cuánto duran allí, los bloques de Sagunto huelen ya a guiso y a rosas los bancos de primavera los bancos de los jardines oferentes de los Teletubbies. El Ayuntamiento quiere construir por allí un aparcamiento pero no sabe muy bien cómo. Otra obra que augura más mañanas de ruido de pico y pala junto a El Marrubial.