Mirar y ver
Ser abuelos
Hoy, ayudar en la crianza de los hijos, llevarlos al colegio y quedarse con ellos hasta que sus padres regresan del trabajo es una tarea casi ineludible
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Iniciar sesiónEste miércoles tuve el placer de participar agradecida, junto a mi buen amigo Fernando Alberca, en la mesa redonda, organizada por la Fundacion Cajasol, sobre el papel de los abuelos en la educación de los hijos.
Como nacer o morir, es una vivencia ... fundante: sucede una vez y nos transforma para siempre. No se anticipa, no se ensaya. Acontece. Nadie se imagina lo que se siente hasta que lo es. Ser abuelo o abuela es una experiencia indescriptible. Sin embargo, no hay palabra para denominar este estado, ¿cómo es posible que algo tan radical no tenga nombre?
Aunque innombrada, la importancia de los abuelos ha crecido enormemente. Ellos siempre han estado presentes y han desempañado una labor silenciosa y esencial. La generación que accede ahora a la 'abuelez', educadas -permítanme hablar en femenino- como nuestras madres, logramos la igualdad de derechos sin estridencias, por la vía de los hechos y con una visión de futuro que aún hoy está sin cumplir en algunos aspectos.
Nos incorporamos al mundo laboral, asumimos las tareas del hogar y del cuidado de los hijos como prioridad y trabajamos como nuestros maridos, o más porque había que demostrar la valía, con una conciliación familiar inexistente.
Y ahora, unos y otras somos la generación de los 'superabuelos'. Hoy ayudar en la crianza de los hijos, llevarlos al colegio, recogerlos, quedarse con ellos hasta que sus padres regresan del trabajo, se ha convertido en una tarea casi ineludible. Los abuelos han suplido las deficiencias de las políticas familiares en España.
El 85 por ciento cuida de sus nietos en algún momento y casi la mitad lo hace de forma habitual. De hecho, propongo, con toda seriedad, que, por decreto ley, tan del gusto de nuestros gobernantes, cada pueblo y ciudad tenga una plaza dedicada a los abuelos.
Pero no somos valiosos por nuestra utilidad. No somos un recurso. Los abuelos son la ratificación de la permanencia de la familia, escuela de identidad y pertenencia. Cuando les decimos a los nietos, refiriéndonos a sus padres, «esta es mi niña, o mi niño, yo soy su madre o su padre», se sorprenden.
Descubren que sus padres tienen padres, y que hay una cadena de vida que los precede y a la que pertenecen. Los abuelos son memoria, sabiduría y experiencia, otorgan la herencia del tiempo, y proporcionan el sentido de identidad para saber quiénes somos, que se construye si conocemos de dónde venimos.
Lejos de la emotividad fugaz y empalagosa contemporánea, los abuelos encarnan la ternura: mirada, caricia, abrazo, beso, voluntad de amar, alegre cuidado y consuelo. En tiempos de prisa, los abuelos son pausa y calidez. Son afecto que no exige, amor que no mide. Son el lugar donde los nietos saben que se les ama incondicionalmente, sólo porque son y a pesar de cómo sean. El lugar al que, pase lo que pase, volver siempre.
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