La Graílla
Sucedáneos
El ministro de Cultura no ha visitado la Mezquita-Catedral, pero se ha reunido con esa plataforma de financiación nunca explicada
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Iniciar sesiónEs posible que a Ernest Urtasun, ese ministro que toma la cultura como un arma para romper en la cabeza de los demás sin reparar en que lo que se rompe no se podrá reglar, le regalaran de niño un juego llamado Trivio 3000 ... o un ¿Cuál es cuál?. En la carta a los Reyes Magos, si es que ya no era desde pequeñito un cargante laicista republicano que frecuentase cabalgatas con deidades laicas repartiendo juegos no sexistas e inclusivos, habría escrito que quería el Trivial Pursuit o el ¿Quién es quién?, pero los pajes dejaron para demasiado tarde la reserva en la tienda y no los encontraron, o tal vez iban justos y prefirieron sucedáneos en una de esas marcas españolas que permitían ahorrar unas pesetillas a los consumidores y que a los fabricantes, dicen, les daban tantos beneficios que les compensaban las indemnizaciones por plagio.
De adolescente seguro que también se compró alguna cinta en una gasolinera, antes de sospechar que allí vendían veneno que calentaba la atmósfera, atraído por tener reunidas 'Veneno en la piel' o 'Entre dos tierras' y sólo al ponerla en casa se daría cuenta de que las voces que las cantaban no eran las de Santiago Auserón ni Enrique Bunbury, y que tenía que haber sospechado por el precio y por no ver en la carátula el nombre de Radio Futura ni el de Héroes del Silencio.
Ernest Urtasun, que es hombre formado en colegios privados, seguramente leído y viajado casi siempre a cuenta del contribuyente y de los votos de los que se fiaron de sus ideas antes que de sus actos, había estado ocupado desde agosto en una agenda en la que siempre hay tiempo para faltar a los aficionados a los toros, programar la desaparición de la fiesta con datos falsos de asistencia y planear una mirada sectaria e ideológica en los museos de forma que ya no sean el arte y la creatividad lo que convoca.
Sólo ahora ha querido interesarse por el incendio que sobrecogió a Córdoba y a cualquier amante de la historia y el patrimonio en aquel viernes de agosto, pero, como quizá pasara en su infancia y en su adolescencia, se ha ido al sitio equivocado. En vez de preguntar a los Bomberos que sabían cómo actuar, al Cabido Catedral que se puso a restaurar la zona cuando todavía estaba caliente la cubierta o a los arquitectos que se quedaron sin vacaciones, el ministro que ha entendido que la Cultura no sirve para unir el poso espiritual de un pueblo sino para maltratar a quienes no lo han votado, se ha ido a la copia deformada, a esa plataforma de financiación nunca explicada que se ha quedado como una suerte de gobierno en el exilio, Falange Auténtica o Partido Comunista Reconstituido que son guardianes de las esencias.
Del silencio ante el ataque a la obra de José Garnelo en el Museo Naval podrá alguien pensar que en realidad lo aplaude, así que puede cundir el alivio de que se quede en una charla con Miguel Santiago y no aparezca por el bosque de columnas con pintura verde Islam y ganas de descolonizar.
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