La Graílla
Unos pocos
El incendio de la Mezquita-Catedral ha obligado a meter en la lavadora la vieja bufanda de la inmatriculación
La senda que no se ha de volver a pisar
Oración por Santa Eulalia
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Iniciar sesiónNadie dedica su tiempo ni pone palabras para defender aquello de lo que no sacará provecho personal. Los santos que han encontrado carencias en el mundo deciden ser no la voz de Dios, sino sus manos desatadas, y por eso, mucho más que ... hablar, actúan y se arremangan para educar a niños, curar a enfermos a los que otros no tocarían o construir orfanatos en Bangassou.
Nadie habría venerado a San Francisco si sólo hubiera predicado la pobreza ante los comerciantes, ni a San Juan de Dios limitándose a criticar a los reyes y validos por la falta de hospitales para los pobres. Los que toman banderas de causas que se dicen justas no se comprometen más que a pedir a los demás que lo hagan y sobre todo a señalar con el dedo del oprobio a quienes no quieren seguir su empresa.
De los que les siguen habrá quienes lo hagan movidos por un vago sentimiento que les indicará que aquella es una causa justa. Son idealistas no sólo por la pureza de el razonamiento que les ha hecho abrazar lo que piden: igual que rara vez marcharán con su compromiso más allá de una manifestación o una firma, imaginarán un mundo cándido en que quienes van con ellos tampoco querrán más que una adhesión inocua para asumir una postura sin consecuencias. Ni se les pasará por la cabeza que habrá quienes sí verán la punta si pierden, porque han estado en el lado correcto, y si ganan porque estarán entre quienes tengan derecho a los mejores filetes de la presa.
La izquierda de Córdoba, aromatizada más que nunca con perfumes orientales sin etiqueta, miraba ya a la Mezquita-Catedral como contemplan el apartamento en la playa quienes no han conseguido que los chavales se busquen la vida fuera de casa, y el incendio que dejó en vela a media Córdoba en aquella noche de agosto les ha obligado a meter en la lavadora la olvidada bufanda de la inmatriculación y de la gestión compartida.
La hicieron ondear otra vez hace pocos días el PSOE y Hacemos Córdoba junto a la resucitada plataforma que pide que el monumento sea de dominio público y, lo que es más difícil, quiere hacer creer que el fin último no es entregarlo al Islam. Tal vez diera la clave el portavoz socialista, Antonio Hurtado, cuando ensalzó como ejemplo para la sociedad a una agrupación ciudadana que en el pasado viajó a Bruselas y pagó anuncios no se sabe con cargo a quién. «Es el empeño infatigable de unos pocos», dijo como un lamento, y acertó. El asunto no tendría que resolverse por volumen ni aunque fueran un millón, pero mostró el sino de este tiempo en que no hay más que cobijarse bajo buen árbol para tener eco.
Las felicitaciones por el plan de protección y la rápida respuesta los devolverán a la sombra más pronto que tarde, en la embriagadora melancolía de haber defendido una causa verdadera al lado de quienes ya calculaban qué porcentaje de las entradas y de los sillones en los patronatos les iba tocar si aquella desamortización triunfaba.
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