La Graílla
Para otro lado
Una mujer que ataca a un hombre es una rareza estadística, pero si encima amenaza con denuncia falsa es ya ficción pura, algo que no existe
La vida que arde
El tornado naufragado
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Iniciar sesión¿Es conmigo? El panel interpelaba desde el otro lado del paso de cebra y obligaba a los ojos a fijarse en el rojo fuerte que le hacía de marco a las letras. «No mires para otro lado». El que llegaba por los Jardines de ... la Victoria dejó pasar la cuenta atrás agobiante del paso de cebra y se quedó mirando a la cara de perfil y al rostro cegado por un espejo. No obligaba a fijar la vista, como los hipnotizadores, pero había que detenerse, como pasa con los poemas enigmáticos, para entender la metáfora.
Por un momento parecía que la campaña obligaba a mirarse en el espejo de la violencia doméstica y a pensar en si uno, y en este caso no hay posibilidad de que entre la A, no sería después de todo un maltratador, al modo de aquella legendaria «De mayor no quiero ser como mi papá» en que se hacía recaer el pecado de unos cuantos en todos aquellos que dan a sus hijos ejemplos de cariño, mansedumbre y bondad. No era tan drástico: el que se mire en el espejo no es sospechoso de asesino o agresor, sino de encubridor, cómplice o cobarde. Es casi un alivio.
Se marcharán conforme se alejen el 25 de noviembre y sus consignas repetidas, pero quien paseaba estaba de verdad mirando para otro lado y era a una noticia que había publicado ABC y que si se diera a leer entre la concurrencia a la manifestación del martes que viene sería tan rara como un trébol de cuatro hojas, como Copito de Nieve y su legendario gen albino y como si una flor de las que ahora se ponen en los pasos de Semana Santa tuviera olor.
Contaba que en Córdoba la Fiscalía pide quince años de cárcel para una mujer por intentar asesinar al hombre que había sido su pareja. Se presentó en su casa de la avenida de Libia con un mazo y al ver que él se había encerrado en una habitación y pedía ayuda intentó quemar el piso aprovechando que conservaba las llaves.
«A lo mejor es que ella estaba cansada de que él la maltratara, pero de todas formas es inocente hasta que no se demuestre lo contrario y aún así estos casos son raros y muy poco frecuentes. Insignificante», diría la más locuaz de las que dicen que «Ni una más», y algún día habrá que preguntarle si lo de «ni una menos», quiere decir que si al contarlas todas sube en proporción geométrica una cifra que lleva detrás la palabra euros.
El que miraba para otro lado se fijó también en que la mujer no sólo amenazaba de muerte al hombre, sino que además le decía que iría a la cárcel, y que hasta llamó a la Policía porque decía, ya con el fuego en la mano, que su expareja y la hermana de él le iban a pegar. Aquí la historia pasaba de la rareza estadística a la ficción pura, porque hacía pensar que formulaba denuncia falsa para ampararse en las medidas cautelares y automáticas que perjudican al varón por serlo.
Como si Copito de Nieve, además de blanco, tuviera tres brazos, como una película española sin efectos especiales y con espectadores. Aquello que, como ha escrito Juan Soto Ivars, no existe.
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