La Graílla
El tornado naufragado
Queda la sensación de que el político es un ser providente que debe avisar a la gente de qué hacer si llueve
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Iniciar sesiónDe los productores de «Vaya por la sombra si hace calor» y «Abríguese si va a salir en las horas de más frío» ha llegado a las pantallas de los móviles otro éxito: «No salga a la calle sin paraguas si llueve o ... mejor quédese en casa, como en la pandemia». El clima es un fenómeno caótico y su predicción se basa en patrones que han funcionado muchas veces, pero que pueden variar por un cambio imprevisto del viento.
Cualquier persona consciente lo sabe y se limitará a dejar el paraguas seco y a hacer el chiste de que el aviso amarillo de lluvia torrencial, viento y hasta tornados, rara vez vistos por Córdoba, lo había hecho el fabulador José Félix Tezanos, pero el mismo espíritu crítico habrá reparado en las sirenas, alertas y llamadas a la precaución para una población que sabe cómo actuar si llueve con fuerza y que sobre todo sabe que si hay que entregar un pedido, acudir al trabajo o estar presente en una reunión la excusa de que llueve mucho sólo va a servir si uno es funcionario.
No se descubre ninguna verdad: desde que la gota fría de hace un año desbordó las tierras de Valencia con una fuerza feroz, segó vidas y arrasó con las casas, las tiendas y los coches, quienes tienen la responsabilidad de la Administración sólo necesitan la remota previsión de lluvias fuertes o tiempo complicado para cerrar parques, pedir a la gente que no salga de casa y llenar las redes sociales con mensajes de tono grave y responsabilidad profunda sobre las consecuencias de lo que puede pasar por una borrasca con nombre.
Sí, tal vez han aprendido del pobre Mazón, que ha dimitido un año después por no haber tomado a tiempos los mandos de una situación excepcional y sin duda trágica, pero de lo que allí sucedió hasta la tarde en que los cordobeses vivieron asustados mirando a un cielo que no descargó y en cambio dejó estampas de colores extraordinarios de rosa, naranja y malva, queda una sensación inquietante, y es la que de que cunde la idea de que los políticos son seres providentes que disponen de la vida y la muerte de la gente.
Lo piensan los ciudadanos que se sienten mejor cargando las responsabilidades en los demás y también quizá los mismos mandatarios cuando se curan en salud a base de evitar que nadie les vaya a pedir cuentas por no haber avisado.
El contribuyente sería así un pobre diablo incapaz de sacar por sí mismo la conclusión de que si hay viento fuerte y lluvia es mejor no pasar por los parques y evitar los árboles de las aceras, un crío que necesita que le llegue una alerta al teléfono, y leerla y comprenderla, que será lo más difícil, para saber que no debe salir a correr si ve que por el oeste vienen nubes negras.
El tornado debió de naufragar antes de llegar al golfo de Cádiz, pero aprovechando que no llueve siempre es posible limpiar los sumideros por donde debe irse el agua y dejar a la gente que aplique el sentido común de sus mayores si escucha la tormenta.
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