La Graílla
La vida que arde
Se han ido Cuenca Toribio y Fosforito y el que los escuchaba se sentía ante una montaña cuya majestad se admiraba sin osar conquistarla
El tornado naufragado
Donde me ves
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Iniciar sesiónSe han ido en este otoño de lluvia y tardes cortas el profesor José Manuel Cuenca Toribio y el cantaor Fosforito y quien tiene que escribir se siente como el explorador ante el abismo insondable o delante de una montaña vertical en la ... que no hay otro camino que distinguir su majestad sin atrevimiento para conquistarla. De las muchas conversaciones con Cuenca Toribio en el despacho rebosante de la Facultad de Filosofía y Letras quedó en el que lo escuchaba y preguntaba la envidia a quienes habían escuchado sus clases y la sensación de que un buen profesor es aquel que consigue que los que lo escuchan aprendan y retengan muchas de las ideas y bastantes conceptos fundamentales con sólo escuchar con atención las palabras y los argumentos, aunque después tuvieran que ampliarlo en la bibliografía, los apuntes y la curiosidad.
Bien sabrían él y sus muchos discípulos cuánto había tenido que estudiar, hablar y preparar para que el saber se contuviera en el abrir y cerrar de ojos de una respuesta periodística, pero quien lo escuchaba, ajeno a la sana revisión constante de la Historia y de las fuentes, se iba con la sensación de que Cuenca Toribio le había regalado un trozo de su sabiduría con la sola condición de que debía tirar de todos los hilos que había dejado para seguir leyendo y llegar hasta las fuentes con las que él había derribado el manoseo de la palabra fascista o había puesto en su sitio preciso el abuso de llamar nacionalcatolicismo a cualquier cosa.
A quien lo escuchaba no le dará la vida para llegar a las conclusiones por sí mismo, pero da todo por bueno desde aquella mañana de 2008 en que negó con rotundidad el tópico de aquellos días de que la idea de España naciera con la Guerra de la Independencia, y por supuesto aquel encuentro providencial en la mañana en que murió Alfonso Armada y dijo lo que había dicho y escrito siempre que le preguntaron: que el general negó que fuese el 'Elefante blanco' del 23F y que él confiaba en la fiabilidad de la palabra de alguien de honor y firmes convicciones religiosas.
Fosforito hablaba una vez de Camarón y parecía dibujar el retrato al envés de sí mismo. «Fue grande, pero murió joven, y es como el torero al que mata el toro en la plaza». Ahora para hablar con cualquier cantante es necesaria una peregrinación por representantes y gente de prensa, pero el dueño de la Llave del Cante era un mito sencillo, que cogía el móvil al periodista y atendía siempre con generosidad y que no necesitó ni la estampa de joven eterno de José Monge ni el aura de maldito para ganarse la inmortalidad.
En estos días uno los recuerda atados a la escritura, al estudio, al cante jondo, sin otra jubilación que la administrativa, y piensa si la vida no será, mucho más que los brindis, selfis y risas vacías de eso que tantos llaman diversión, este arder en el altar del conocimiento que se transmite a las generaciones y del arte que volverá a emocionar a los demás tras el último aliento.
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