CÓRDOBA ENTRE LÍNEAS
Juan Cuenca: «A los noventa años no tienes que competir, ves la vida con tranquilidad»
ENTREVISTA
A su provecta edad, el único superviviente del Equipo 57 siente que la arquitectura colmó sus inquietudes
Francisco Daroca: «La convivencia, y no el dinero, ha de primar en el modelo de ciudad»
Valle García Sánchez: «Tras la pandemia había 53.000 operaciones en espera; han bajado el 44%»
Córdoba
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónCuando tenía diez o doce años ya creaba esculturas con el espíritu del niño inquieto que era. Juan Cuenca (Puente Genil, 1934) quiso cursar estudios universitarios de Arte, pero no fue posible: la opción que le quedó a mano fue la de Arquitectura ... , la que más se parecía a lo que él sentía como su vocación.
-¿Cómo se ve la vida a los noventa años?
-Pues yo... Me cuesta trabajo expresar mi últimas sensaciones. Es algo así como una especie de tranquilidad, que a uno le afecten menos las cosas. Sí, se relativiza todo. Sí, sí, sí. Se enfada uno menos. Como no tengo que competir ni tengo que merecer, pues realmente yo veo las cosas venir y ya está. Pero no me alteran. No me alteran porque no tengo que lidiar en nada. No tengo que competir, no hay más palabras. Entonces todo se ve con más tranquilidad, evidentemente.
Rafael de La-Hoz Castanys: «Me gustaría que hubiera consenso sobre la Mezquita»
Rafael AguilarNieto, hijo y padre de arquitectos, es partidario de que «entre todos mejoremos el monumento que revolucionó la Historia»
-¿Y qué tal lleva ser el único componente del Equipo 57 que sigue sobre la tierra?
-Muy mal, muy mal, muy mal... Muy mal. Me encuentro solo.
-Echa de menos a sus amigos...
-Mucho. A todos, a todos. Casi siempre estoy hablando de uno o de otro. Acordándome de cosas... y lo llevo mal. Seguramente también tiene que ver con mi avanzada edad. Bueno, a mí ya me va tocando... Eso es inevitable. Yo me acuerdo de la vida que hicimos, de la etapa tan extraordinaria que vivimos todos. Esas cosas jamás se pueden olvidar y siempre están presentes. Un trabajo tan intenso, unas relaciones tan intensas, en fin, que eso queda... Todos estuvimos muy marcados. Lo hemos dicho siempre. El Equipo nos marcó. Incluso cuando hemos hecho arte después de haber disuelto el Equipo, pues todos coincidiamos en que éramos hijos del Equipo. El Equipo fue algo... Por eso se llamó equipo, no grupo. El grupo El Paso era eso, un grupo, pero nosotros fuimos un equipo. Ser equipo qué significa..., pues como en el fútbol: alguien mete el gol, pero hay otro que le ha facilitado que meta el gol; osea, que nunca se sabe quién es el mejor, el que ha puesto la pelota en su sitio para que el otro la meta o el que la mete. No se sabe. Entonces, es una cosa conjunta que no se entiende como individuo, sino que se entiende como colectividad.
-Usted ha sostenido que el Equipo 57 inauguró el camino de la contemporaneidad en Andalucía. ¿Por qué?
-Inauguramos el Equipo en el verano del 57. Nos fuimos a Dinamarca y entonces ya empezó ese recorrido tan extraordinario y tan singular que ni siquiera nosotros nos lo creíamos. Fue una dinámica muy potente donde la conjugación de los esfuerzos se daba de una manera totalmente espontánea. Porque en lo que empezamos fue en la creencia de que haciendo ese colectivo habría que presuponer una trayectoria futura a desarrollar. Y eso fue lo que nosotros vimos en llamar, digamos, la teoría del Equipo, la teoría de la interactividad. Y todo aquello era algo, la teoría, que había que desarrollar en esa dinámica tan potente. Nosotros trabajábamos juntos: el resultado de nuestro trabajo lo exponíamos, debatíamos con los críticos de arte, con los artistas, en fin, con todo el mundo que se quisiera sumar a aquella discusión. Después nos metíamos de nuevo en nuestro estudio y al año siguiente nos íbamos otra vez con los resultados a otra exposición, y así sucesivamente durante cinco años.
-¿Y cuál piensa que fue, resumidamente, la gran aportación del Equipo 57 al arte contemporáneo en España, en Andalucía? ¿Por qué será recordado?
-El ideario fundamental era que creábamos un arte donde había un ingrediente importante, que era la racionalidad. Eso se oponía fuertemente a otra tendencia que era en España la del grupo El Paso, que era el expresionismo abstracto. Entonces estábamos nosotros en la línea del constructivismo abstracto, no del expresionismo. Por lo tanto, nosotros no hacíamos cuadros como expresión, como individuos, como expresión de nuestra intimidad, sino que era un arte que se podía razonar. Ésa fue es la tendencia que el Equipo eligió y que yo creo que fue lo que lo distinguió: la racionalidad. Esto no es tan fácil de entender porque todo el mundo piensa que el arte es una cosa muy, diría yo, muy de dentro para afuera, y la expresión de sentimientos y todo eso. Lo nuestro no era eso: eso era lo de nuestros oponentes. Y luego nosotros pensamos que el arte tenía que tener una proyección social: ése fue otro ingrediente importante. Por eso también hicimos cosas de diseño. Diseño con planteamientos de que llegara a toda la sociedad. Por eso nuestros diseños son diseños que tienen la racionalidad de la máquina. Todos nuestros diseños están en el Museo del Diseño de Barcelona, y eran algo reproducible, en serie, industrialmente. Lo que allí se puede ver en Barcelona son los prototipos, son los modelos. Todo es desarmable y todo es componible. Eso que luego ha puesto de moda IKEA lo inventamos nosotros… [Risas]
-Acaba de darme el titular de la entrevista: 'Lo que vende ahora IKEA lo inventamos el Equipo 57'.
-No, hombre no, era una forma de hablar.
-Ya, ya, era una broma. ¿Siente que la arquitectura ha llenado su vida o que se le ha quedado algo en el tintero?
-Sí, ha llenado mi vida. Claro...
«Entre todos mis trabajos, a mí me gusta mucho la obra del Puente Romano. Todo lo que hice en él fue razonado»
-Se siente satisfecho con la elección profesional que hizo, entonces.
-Sí, por supuesto. Yo me siento satisfecho, sí. Y lo que pasa es que, claro, la arquitectura, tal y como yo la concebía, era un arte, ahora ya no lo es tanto. Es una profesión compleja, en la que si se quieres hacer grandes proyectos tienes que tener un estudio grande y una especie de empresa. Es lo que pasó con el Puente Romano y con su entorno: no podía hacerlo solo. Antes no había una disciplina de urbanista como tal, y yo me metí un poco en eso, con el Plan General de Córdoba [el de 1986], y también en otras ciudades. Yo he tenido en mi estudio, que hace tiempo que lo dejé, a muy buenos colaboradores, algunos jóvenes. Llegó un momento en el que no tenía ni ganas ni fuerzas para mantener el estudio, porque te requería disponer de un conjunto de instrumentos, de profesionales, de máquinas porque, si no, no te puedes presentar a concursos. Todo eso te obligaba a estar en la brecha, porque un concurso o lo ganas o lo pierdes.
-¿Por qué obra cree que será recordado? ¿De qué trabajo se siente más orgulloso?
-Hombre, yo le tengo mucho cariño a ciertas obras privadas que he hecho, pero entiendo que para responder a su pregunta tengo que referirme a una obra pública, que es lo que se ve... A mí me gusta mucho lo que hicimos en el Puente Romano.-Lo que le dolió la cabeza con el granito rosa...
-Bueno, pero era cuestión de aguantar.-¿No le molestaron las críticas que le llovieron?
-Hombre, hubo momentos en que sí, que eran molestas. Hasta hicieron una denuncia al Icomos, a la Comunidad Europea y tal, y luego los dos me dieron un premio por la obra. Bueno, y todo eso es..., pues es agua pasada. Ahora lo pienso y veo que fue una tontería aunque me ocupase mucho tiempo y esfuerzo, porque me obligó a explicar más el proyecto, a escribir sobre él en los periódicos, a ir por los barrios contando qué era lo que íbamos a hacer, a hacer pedagogía, y me daba cuenta de que la gente estaba protestando por algo que no tenía nada que ver con el proyecto y que tenía que ver sobre todo con cuestiones políticas, espurias si queremos.
«Llevo muy mal ser el único que queda. Me encuentro solo. Casi siempre estoy hablando de uno o de otro»
-'Transformaciones' llamó usted al proyecto...
-Sí, porque para crear hay que transformar de alguna manera. Yo aquello lo hice documentándome todo lo que he podido, todo lo que pude en ese momento, y estudiando todo lo que pude para hacerlo lo mejor posible. Pero, como yo siempre he dicho, con mi lenguaje, no con el lenguaje antiguo. Todas las decisiones que tomé en relación con el Puente y su entorno fueron razonadas. ¿Ve? Aquí vuelve a salir la filosofía del Equipo 57.
-Otra de sus obras emblemáticas es la rehabilitación de la plaza de La Corredera, uno de los iconos del casco histórico. ¿Cómo cree que se conserva éste?
-Cuando la reforma del Puente, yo defendí que allí había que hacer una especie de libro blanco, un plan de usos para conservar lo que acabábamos de hacer. Creo, por ejemplo, que es fundamental el cuidado de la vegetación, que está tapando el casco, y eso no puede ser. Más adelante el Ayuntamiento me encargó un plan de usos sobre todo el casco histórico, pero que no se llevó a efecto. En él defendía que las mesas y las sillas de los bares no invadieran las plazas, y hacía referencia a las tiendas y a los comercios de la zona... La verdad que yo paso poco por el casco, porque lo paso mal, la verdad. El uso que se hace de los espacios monumentales en Córdoba creo que no es el adecuado en general: habría que estar más pendiente para que presentaran una mejor cara. Uno va a cualquier país de Europa con centros históricos y los ve mucho mejor conservados, menos degradados.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete