Las joyas de la platería y la huella de los orfebres de Córdoba lucen en el Palacio de la Merced

Como explicó Julián Sobrino, uno de los comisarios de esta muestra, el hilo de la exposición «es el hilo que une la historia de la orfebrería cordobesa desde la antigüedad hasta los tiempos actuales» y recorre todas las épocas. «Es una visión diacrónica, en que se relata cómo se transmite la orfebrería con cambios de procedimiento, cultura, modas y estilos», cuenta mientras relata que abarca todos los procesos y comienza por la extracción.

A eso alude el título, porque 'Todo lo que brilla' habla también de la minería y de los procesos para sacar la plata de Sierra Morena y separarla del plomo. Es importante, recordó, porque si la tradición de la orfebrería, platería o joyería, que de las tres formas se le ha llamado, es importante en el territorio de Córdoba tiene que ver en gran parte por la proximidad del metal.

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La exposición arranca de uno de los testimonios más antiguos de la platería cordobesa: el Tesoro de los Almadenes, que data de la época íbera y que se puede datar en torno al siglo II antes de Cristo. Hay vasos, torques, anillos y pulseras que aparecieron durante unos trabajos agrícolas en 1925 en Alcaracejos, y que se custodia en el Museo Arqueológico.

Al mundo de los subterráneo alude la cabeza de Vulcano, el dios romano que los griegos veneraron como Hefestos, y que era el que velaba por la metalurgia, fundamental en su tiempo. Abundan en la exposición piezas de orfebrería de todos los tiempos, que comienzan por la cultura tartésica, continúan por la romana, siguen por la islámica y continúan a lo largo de los siglos hasta la época presente.

Julián Sobrino destacó, por ejemplo, una copia de la arqueta del califa Hixén II, que ha cedido el Museo de Medina Azahara y que es copia del original, que está en Gerona.

De la época renacentista brilla con luz propia una pieza que pertenece al patrimonio de la Diputación Provincial: la llamada Copa Gremial, obra de un orfebre alemán, que destaca por su calidad. Mucha importancia tiene también la platería que se hizo para la Iglesia, que fue uno de los principales clientes. Custodias, cálices, viriles, patenas y vinajeras, todos intrínsecos a la Eucaristía y al culto sacramental, pero también crucifijos y muchos elementos de la liturgia, están presentes en la exposición.

Las piezas que allí se pueden ver son los frutos, pero la muestra también quiere mirar a la forma en que la platería producía las obras que siguen creando admiración. Por eso el comisario pide volver la vista a un banco de platero que también pueden conocer los visitantes. Es un elemento esencial para esta muestra, que busca transmitir lo que llaman «el brillo en las manos», que es «la sabiduría de los artesanos» y que ha ido pasando de generación en generación.

La muestra tiene además un apartado documental, con piezas del Archivo Municipal, en que están las que pertenecieron al gremio de los plateros, porque «cuentan mucho de la vida de las personas» y del trabajo con el que pudieron mantenerse. Por eso hablan del lugar en que había talleres de platería en la ciudad: en los siglos XVI y XVII en torno a la Mezquita-Catedral, luego por la Ajerquía y más tarde se dispersan, en gran parte en lugares de extramuros.

Fue siempre, recordó, una platería que tuvo mucha influencia en el exterior, y en muchos lugares de América hay piezas que muestran la influencia de la filigrana cordobesa. No se quedó tampoco en la capital, porque hay muchos puntos de la provincia en que la platería tuvo grandes artífices y talleres como Montilla, Montalbán, Aguilar, Bujalance, Belmez, Espiel, Hinojosa, e incluso gremios.