PAsar el rato
González y Shakespeare
Uno se alegra de ser un hombre vulgar, así puede admirar a Shakespeare sin remordimientos
Para ti, para nadie
Brevedad y calidad
César González-Ruano, probablemente el mejor escritor en periódicos que ha dado España, no puede ser puesto como ejemplo de vida y costumbres. Tampoco parece que le importara. Empezó tempranamente a degenerar por el procedimiento infantil de llamar la atención, que hizo compatible con ... ser un genio de la pluma. Cuenta en sus Memorias que cuando tenía 19 años, era 1922, dio una conferencia en el Ateneo de Madrid, que empezó afirmando que el Quijote estaba escrito con los pies. No le dejaron terminar.
Al día siguiente, el periódico La Voz -había también un diario La Voz fundado en Córdoba en 1920, que duró hasta el comienzo de la Guerra Civil- resumió así una intervención de 8 minutos: «Al señor González no le gusta Cervantes». A otro González, mucho más reciente y también triunfante, Shakespeare le parece «un mito creado por el imperio anglosajón. No tiene capacidad original. Es un sonetista, no un poeta. Y todos sus personajes fracasan en sus intentos de abordar la modernidad». O sea, que al señor González no le gusta Shakespeare.
Se trata de Jesús G. Maestro, que omite pudorosamente su primer apellido, como si no se considerase digno de llevarlo. Rubalcaba fue Pérez, Zapatero es Rodríguez, Sánchez es Sánchez, y además, Pérez, Feijóo viene precedido de Núñez, y por ahí seguido. Y Maestro es González. Leo innecesariamente una entrevista que le hace un diario de difusión nacional. Lo primero que llama mi atención es la gran fotografía del causante. El periodista lo retrata en actitud de estar preparando una respuesta ingeniosa al alumno que únicamente le había preguntado la hora. Y no obstante esa visión, o quizá por ella, continúo con el texto.
El entrevistado es catedrático universitario de Literatura, y eso quiere decir que sabe más de Shakespeare que Shakespeare. Por eso puede despreciarlo con tanto conocimiento. Probablemente escribe mejor que el mediocre mito inglés, porque asegura que un psiquiatra le ha dicho que su último libro previene suicidios.
Como uno no tenía pensado suicidarse, se ahorrará la lectura del libro preventivo y dedicará ese tiempo a releer 'Julio César'. De Shakespeare. La entrevista, en cambio, estimula los malos pensamientos. No deja títere con cabeza, empezando por la suya. La sociedad, la felicidad, la universidad, los profesores, el idealismo, la Revolución Francesa, todo es falso, superfluo, banal.
Me recuerda una entrevista de hace algunos años a Rafael Sánchez Ferlosio, en la que el autor de 'El Jarama' concluía que «todo es vergüenza y aburrimiento». Para terminar, el joven Maestro confiesa que no tiene sentido del humor y que el chiste le parece propio de mentes simples. Cuando toda la entrevista es un chiste. Uno se alegra de ser un hombre vulgar, así puede admirar a Shakespeare sin remordimientos. Y seguir creyendo que el sentido del humor es la más alta cualidad de la inteligencia.
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