Religión
Monseñor Jesús Fernández llama a «anunciar el Evangelio a los que están alejados» en su toma de posesión como obispo de Córdoba
El nuevo prelado llama a los fieles laicos a sumarse a la tarea de «una Iglesia misionera»
El nuevo obispo de Córdoba defiende que es «fundamental el uso religioso y evangelizador» de la Mezquita-Catedral
Jesús Fernández, obispo electo de Córdoba: «Siento ya la cercanía y afecto de toda la diócesis, sobre todo de los pobres»
Córdoba
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Iniciar sesiónJesús Fernández González ya es obispo de Córdoba. En un acto solemne lleno de simbolismo, el nuevo prelado ha tomado posesión de la silla de Osio ante una nutrida representación de la Iglesia española, personificada en dos cardenales, doce arzobispos, ... más de veinte obispos, sacerdotes de la diócesis, seminaristas y fieles.
En la celebración en la Catedral de Córdoba ha culminado un largo proceso que comenzó hace dos meses, cuando la Santa Sede hizo público su nombramiento tras la renuncia por motivos de edad de Demetrio Fernández, que ha sido obispo desde 2010.
«Desde este cátedra en que se han sentado tantos obispos santos y sabios, temor y temblor escucho la llamada de los salmistas», fueron las primeras palabras, en las que encomendó a todos «a la palabra de Dios, que tiene poder para crear un mundo nuevo».
La toma de posesión de Jesús Fernández, en imágenes
Valerio MerinoDos cardenales, más de treinta prelados y una nutrida representación de la diócesis arropan al pastor
«Jesús nos puso en pie y nos puso en camino, por puro amor, de forma gratuita, porque fue quien nos eligió para dar fruto», afirmó.
Denunció cómo «una cultura aficionada a ocultar a Dios imagina al hombre como ser autosuficiente y tiende a ocultar la vocación originaria y auténtica». Y eso aunque «parece que el mismo Dios quiere jugar con el hombre y se esconde». Para hallarlo, la fuente es Jesucristo: «Con voz clara dice que somos sus amigos».
Los pobres
El lazo que une a Jesús es el amor, «pero no un amor cualquiera, sino que es anuncio de la buena nueva y perdón, y sobre todo ofrenda de su propia vida». «Sólo ese amor divino, acogido como don en la eucaristía, podrá capacitarnos para un amor desinteresado capaz de dar la vida pro los hermanos».
En la homilía estableció en cierta forma las líneas maestras de su trabajo a lo largo de los próximos años. En primer lugar, insistió en «evangelizar a los pobres», su lema episcopal y lo que más ha recalcado a lo largo de los años. Jesús «siempre se mostró misericordioso con los enfermos y pobres, con los pequeños y pecadores, y se hizo cercano a los oprimidos y afligidos».
«Yo mismo comparto este sueño», confesó. Porque evangelizar, es, entre otras cosas, «poner los medios para devolver la dignidad propia de los hijos de Dios a quienes la han perdido o se la han arrebatado, víctima de la escasez de medios materiales, con relaciones sociales rotas, faltos de cultura y libertad, esclavizados por el vicio y el pecado».
Se une al proyecto de «una Iglesia sinodal que camina unida». Es el diálogo «con el Tú de Dios y el nosotros de la Iglesia, porque el camino no se hace en solitario». Implica una relación horizontal y otra vertical. Para eso es necesaria la virtud de la humildad. Por eso invitó a que «no contaminen la soberbia ni la arrogancia».
«Para todo lo que tenga que ver con el bien común podéis contar con la Iglesia», dijo a los representantes institucionales presentes
Alertó contra la cultura «que convierte la mansedumbre en sinónimo de debilidad», porque ser manso que es algo que «enseña el Señor». Y da siempre nuevas oportunidades «a pesar de las respectivas caídas». Contó las enseñanzas del Papa Benedicto XVI y de la alteridad, el encontrar al otro y aprender de él.
Con todo ello se fortalece «el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia», y por eso todo va hacia la unidad. «La fe tiene una cara que es la confianza y otra que es el contenido de la revelación», dijo. Por eso recordó el «analfabetismo religioso», y puso como objetivo mejorar la formación.
Jesús Fernández se une «a una Iglesia ministerial». Jesús se compadecía de los pobres y excluidos, no entendía la indiferencia y decía que el más grande debía ser el servidor de todos. Todo con distintos dones y carismas, porque cada uno tiene una aptitud.
Unos, el don de la profecía, el que está en profesores y catequistas, por ejemplo. Otros, el de la santificación, y los llamados a promover el culto eucarístico, las devociones y la piedad popular. Aquí recordó a las cofradías presentes en toda la diócesis. Y en definitiva, «todos los bautizados».
«Me propongo ser el servidor de todos, expropiado de mí mismo. Éste es mi deber y será mi gloria», proclamó. Cuenta con los sacerdotes y también de los consagrados y fieles, «sin los que la Iglesia nada será», además de los contemplativos, «con su vida dedicada a Dios».
El nuevo obispo se une a una Iglesia misionera, porque, como dijo Juan Pablo II, «el anuncio del Evangelio a los que están alejados es la tarea principal de la Iglesia». Lo mismo hizo el Papa Francisco, que hizo un esfuerzo «para poner a la Iglesia en salida, porque no vale encerrarse entre las cuatro paredes del templo».
Como los apóstoles salieron a anunciar el Evangelio, también los cristianos de hoy «tienen que hacer sonar la buena noticia en todos los rincones de la tierra». Y no sólo los sacerdotes, sino también «los fieles laicos, de forma asociada o individual». Les invitó a «transformar los ambientes» en los que se mueven.
El Evangelio no es sólo un manual, «sino una herramienta social, con un compromiso decidido a favor de la justicia, la paz y la promoción humana». Cumpliendo sus deberes cívicos, los cristianos deben luchar por «el derecho a la vida, el trabajo digno, a la vivienda, a la libertad religiosa y la educación de los hijos de acuerdo con las convicciones».
«El Evangelio es una herramienta social con un compromiso decidido por la justicia, la paz y la promoción humana»
Se dirigió ahí también a los representantes institucionales presentes: «Para todo lo que tenga que ver con el bien común podéis contar siempre con la Iglesia». En la Catedral estaban la subdelegada del Gobierno, Ana López; el alcalde, José María Bellido; el presidente del Parlamento de Andalucía, Jesús Aguirre; el delegado del Gobierno autonómico, Adolfo Molina, y representantes del PSOE y Vox en el Ayuntamiento.
Era el momento culminante de una mañana que se había iniciado en el seminario San Pelagio, del que Jesús Fernández salió a las 10.15, acompañado por su antecesor, Demetrio Fernández, y por los cardenales Osoro y Rouco Varela, y antecedido por los seminaristas.
Recorrió a pie los pocos centenares de metros que van hacia la Catedral de Córdoba y tuvo la primera estación bajo la puerta del Perdón, donde lo recibieron el Colegio de Consultores y el Cabildo Catedral. Allí el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, lo presentó a la diócesis y Jesús Fernández hizo el juramento de fidelidad.
Ritual
Tras el rezo del Credo, prometió realizar su servicio fielmente y también prometió los estatutos y costumbres de la Catedral. Accedió después al interior de la Catedral, donde rezó ante el Santísimo en la capilla de la Inmaculada Concepción.
Desde la sacristía se inició la procesión litúrgica hacia el altar, donde el metropolitano leyó las Letras Apostólicas, es decir, el texto en el que el Papa Francisco había nombrado a Jesús Fernández como nuevo obispo de Córdoba.
Antes, Demetrio Fernández le dirigió unas palabras que en sentido simbólico se pueden entender como la entrega de la diócesis. «El Señor me ha dado la alegría de poder ordenar a más de 70 sacerdotes», dijo, para después insistir en algo que ya le había transmitido: «Córdoba es una diócesis especialmente bendecida por Dios».
A partir de ahí el mando empezó a ser al frente de la diócesis ya estaba Jesús Fernández, primero obispo auxiliar de Santiago y hasta este momento de la diócesis de Astorga.
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