Crítica
Danza en Córdoba | 'Pharsalia', guerra (danza) y paz
La compañía del bailarín cordobés Antonio Ruz trae a la ciudad un espectáculo basado en una obra de Lucano
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Miguel Ángel de Abajo
Córdoba
Basándose en la epopeya de Lucano 'Farsalia', la compañía del coreógrafo y bailarín cordobés Antonio Ruz ha presentado en el Gran Teatro su última producción, 'Pharsalia', recientemente estrenada en Madrid. El texto de Lucano trata las guerras civiles entre Julio César y Pompeyo ... , siendo esto, la guerra, lo que ha suscitado el interés del coreógrafo.
La danza es el lenguaje por el que se expresa la acción. Danza que se nutre de la teatralidad para conseguir una comunicación potente que mantiene en vilo al espectador. La puesta en escena está llena de alusiones que, consciente o inconscientemente, hacen pensar al receptor en múltiples referencias artísticas: como la contorsión del Laoconte traducida en la de los bailarines, lo abigarrado del Toro Farnesio, o de los relieves de la columna de Trajano.
Asimismo, hay momentos que recuerdan la bestialidad de las pinturas negras de Goya y sus truculentos grabados sobre la invasión francesa. También late en el montaje el impacto del periodismo de guerra, sus fotos y documentos… Pero no se renuncia a la aspiración de la paz, que se abre paso en la catástrofe con una puesta en danza de pleno lirismo.
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La plasticidad de la dirección y coreografía de Antonio Ruz se refuerza gracias a la escenografía de Alejandro Andújar, que mediante una gran burbuja de plástico transparente recrea atmósferas verdaderamente pictóricas, a veces cinematográficas, por lo envolvente del recurso, evocador de la modernista cúpula de Fortuny.
Las luces, de Olga García, realzan las posibilidades de la escenografía, tiñendo el espacio con una luz acida y poética. La música y espacio sonoro de Aire, resultan enormemente descriptivos, dentro de su abstracción. Un acierto las locuciones en latín.
En resumen, la plasticidad impera haciéndose dueña de la función mediante los cuerpos de los 11 brillantes bailarines, cuerpos que a veces se expresan como esculturas del más claro clasicismo y otras se retuercen con un desgarro de crudo hiperrealismo.
Al final de la función, con un prolongado aplauso del público, se ofreció un coloquio de los artistas con los asistentes, donde se intercambiaron dudas, preguntas y unánimes felicitaciones hacia la compañía. Y un subrayado para finalizar, pues la ocasión lo merece: es una producción inspirada en un cordobés de hace 21 siglos, Lucano, sobrino de Séneca, producida por un empresario y coreógrafo también cordobés, Antonio Ruz, cuyos inicios estuvieron en Córdoba, quien agradeció a Juan Carlos Limia, director del Gran Teatro, su permanente apoyo al trabajo de la compañía, y es que alentar iniciativas de este tipo, que no son localistas, pues Antonio Ruz es artista internacional, es una forma cualificada de presentar otra imagen de la ciudad en el escenario.
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