entrevista Íntegra
Ortega Lara: «Me costó perdonar diez años, pero desde entonces soy más feliz»
El funcionario de prisiones secuestrado durante 532 días en un agujero infernal, relata para ABC su cautiverio
romualdo maestre
José Antonio Ortega Lara concede muy pocas entrevistas. No le gustan. Si por él fuera retrotraería su reloj a las cinco de la tarde del 17 de enero de 1996, antes de su secuestro. ABC aprovecha su viaje a Sevilla para apoyar al candidato de ... su formación VOX a las Autonómicas andaluzas, Francisco Serrano, para hacerle una.
-532 días en un agujero de 2,40 metros de ancho por 1,70 de alto por tres metros de largo. ¿Los psicólogos le han dicho que tiene que olvidar?
-Eso no se olvida jamás. Fueron muchas tribulaciones, muchas peleas... incluso con Dios; pero ¿qué me estás haciendo?, dame una salida, sea la muerte, sea la calle, pero llevo aquí un año y pico, no me dejas ninguna... No me obligues a hacerlo yo mismo. Porque yo llegué a la situación del suicidio.
-¿Qué le recomendaron?
-Cuando salí de allí era una especie de personalidad esquizoide. Por un lado era Ortega Lara, el de los medios de comunicación, al que yo odiaba. Pero, por otro, era José Antonio, el que estaba en su casa, sentado en el sofá, con su mujer, con su familia. Me costó muchísimo tiempo asumir que ambas personalidades eran una misma, que era yo. Si antes había sido dueño de mi vida, a partir de ese momento habría muchos aspectos que estaban saliendo al exterior y yo no podría controlarlos. Tenía que asumir eso. Y los psicólogos me dijeron, debes hacerlo, y el día que seas capaz de metabolizarlo podrás hablar sin complejos de lo que te ha ocurrido. Y efectivamente, ellos tenían razón, aunque yo no lo creía así. Yo intentaba aislarme. ¡Fíjese qué situación tan contradictoria! Salí de un zulo y lo que buscaba era aislarme. Yo le decía a mi mujer, vámonos a un monasterio donde no nos vea nadie. No, no, no, tú tienes que retomar el tren de la vida, tienes que volver a ser una persona normal, me aconsejaba mi cuñado.
-¿Cuánto duró el tratamiento?
-Seis meses. La primera vez que tuve que hablar de esto me costó horrores. Todavía me queda alguna secuela, por ejemplo, no puedo dormir con la persiana totalmente cerrada. Tiene que estar un trozo abierta, que vea luz. No soy claustrofóbico. Pero es indefectible, me vuelve la sensación de las medidas... cuatro pasos adelante, dos a la derecha, dos a la izquierda y cuatro hacia atrás. En cuanto veo luz ya me digo, estoy en un sitio seguro.
-En cualquier país usted sería un referente moral de la resistencia humana frente a la barbarie, ¿usted quiso pasar a un segundo plano o fue el sistema el que le apartó?
-No, no, fui yo, no quería protagonismo. A mí me encantaba mi vida anterior. Hay cosas ahora que no me gustan, pero he retomado el tren de la vida. Creo que me he reintegrado a la sociedad bastante bien, pero no niego que en el alma llevo cicatrices y profundas.
«Perdonar es una obligación de cristiano y católico. Soy más feliz»
-Muere Bolinaga y usted se despide, palabras textuales: «Punto y final. Descanse en paz.» ¿Eso es un acto de perdón?
-Perdonar es lo que más me costó después de muchos años. Si vives odiando al final eso es un veneno que se transmite a tu propia familia. El día que yo conseguí perdonar me liberé de una pesada losa. Vivo más tranquilo desde entonces. No olvido, es distinto. Además, perdonar es una obligación de cristiano y católico. Soy más feliz.
-¿Cuánto tiempo le ha costado perdonar?
-Más de diez años.
-¿Su formación religiosa con los salesianos le ha ayudado mucho?
-Muchísimo. Los tres pilares básicos de mi supervivencia en el secuestro fueron la familia, las creencias religiosas -el rezar mucho-, y el método; es decir, aunque tuviera el cuerpo destrozado, como decía el poeta, «el alma en una nube y el cuerpo como un lamento», yo todos los días me levantaba, me aseaba, hacía estiramientos, leía, paseaba... Hubo dos cosas que jamás, hasta el último día, incluso cuando ya estaba en una situación terminal, nunca abandoné, la higiene personal y la oración. Es una de las cosas que más agradezco a los salesianos, que me enseñaran la devoción por María Auxiliadora y a rezar como una parte esencial de la vida de un cristiano. Me sirvió de mucho.
-¿Rezaba el padrenuestro en vasco?
-Rezaba y rezo, no lo he olvidado. El rezar en vasco era como un mecanismo de evasión, de recordatorio de las cosas bonitas de la infancia y de la niñez, cuando estaba con los salesianos. Me enseñaron mucho, aprendí de ellos cosas para la vida, no solamente conocimientos técnicos, que también, sino valores para la vida. De mi clase, que éramos 22, cinco son salesianos y dos misioneros. Cuando hablo con ellos los envidio, son personas felices con lo que hacen. No tienen ninguna pretensión personal, ningún egoísmo, son desprendidos.
-¿Lo que le hizo volver a la vida política fueron las víctimas del terrorismo?
-Fue una de las razones. También el hecho de que no me gustaba la deriva que estaba tomando España. Para mí, la unidad y el sentimiento nacional es algo que llevo muy dentro. Me preocupa y mucho, no ya por nosotros, que somos una generación de casi 60 años, sino por lo que vamos a dejar a los hijos. Si ya unidos tenemos problemas para ser importantes en las instituciones europeas y mundiales, separados no vamos a ser nada. Tenemos que dejarles una nación mejor que la que heredamos. Nuestros padres cogieron un país destrozado por la guerra y trabajaron de día y de noche para reconstruirlo.
-¿Le duele la España de hoy en día?
-Sí, mucho. Me preocupa ese sentimiento de guerracivilismo que se aprecia en ciertos sectores de la izquierda. Lo que decía Machado, una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Eso, que parecía que teníamos superado se vuelve a revivir en las nuevas generaciones, que por cierto, no han conocido la guerra ni de lejos, ni ellos, ni probablemente sus padres. No entiendo por qué perdemos tiempo y energía en estas cosas. Somos entre nosotros un poco caínitas.
-¿Le paran todavía por la calle, le reconocen?
-Sí, mucho menos que antes. Ahora, por ejemplo, en el AVE, al venir para Sevilla al mitin de VOX, para apoyar al exjuez Serrano, tres personas me han saludado, muy amables. Pero me encuentro de todo, hay un pequeño porcentaje que me insulta.
-¿Ah, sí? ¿Qué le dicen?
-«Facha», «¡Viva ETA!»... Pero la mayor parte vienen con el corazón abierto y se alegran de que esté vivo.
«ETA ha conseguido tras declarar la tregua muchísimo más que matando»
-¿Usted es consciente de que mucha gente no pudo contener las lágrimas cuando le vio salir de ese agujero infernal?
-Eso me han dicho. En mi familia, donde hay varios religiosos, uno de ellos me decía, no te creas que con la guerra que le hemos dado a Dios rezando por ti al final nos ha hecho caso. [Entrevistador y entrevistado no pueden contener unas sonrisas].
-No han entregado las armas, no se han arrepentido y están gobernando en las instituciones, ¿mereció la pena la lucha contra el terrorismo?
-ETA ha conseguido después de declarar la tregua muchísimo más que matando a tantos españoles. Están en las instituciones, donde disponen de dinero, de poder. A cambio no se les ha obligado a renunciar a las armas, ni disolverse, ni a colaborar con la Justicia. La verdad es que hemos hecho un mal negocio. Además, se reservan el derecho a volver si algún día no se les da lo que piden. Se ha trabajado francamente mal. Me da pena esta situación. El día que ETA cumpla con las condiciones anteriores yo seré el primero que diga: que el Estado sea generoso con los presos para que vuelvan a la sociedad. Pero es que no se dan ninguna de esas máximas, esos condicionantes.
-¿Ahora las víctimas han pasado a un segundo plano?
-Sí, pero, lo único que queremos es un reconocimiento a la memoria de los que dejaron la vida por el camino. No más.
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