Pablo Casado marca distancia con Vox y reasume el liderazgo del centro-derecha

El fracaso del líder de Vox fue este jueves, si cabe, más sonoro . La Cámara Baja rechazó su candidatura a la presidencia del Gobierno por 298 votos en contra, 52 a favor y ninguna abstención, el peor resultado de la historia de la democracia. Pero el verdadero descalabro se produjo porque acabó provocando lo contrario de lo que quería conseguir. Buscaba asfixiar y arrinconar al líder del PP, Pablo Casado , pero le acabó brindando la ocasión perfecta para desasirse de complejos ideológicos y reafirmarse como líder del centro-derecha. En directo. Ante toda España. El escenario que Abascal había buscado para sí mismo.

Casado puso pie en pared tras dos años de insultos y humillaciones al PP por parte de Vox con un discurso vibrante que incluyó un histórico «hasta aquí hemos llegado» . Esta frase fue la antesala de una ruptura que para muchos populares ha tardado demasiado tiempo en llegar y que para otros no está exenta de riesgos. El primero, su capacidad de continuidad, necesaria para que el votante del centro abrace al PP. El segundo, las consecuencias que el divorcio puede tener en los gobiernos que comparten (tres autonomías y muchos ayuntamientos) y en su convivencia en el propio Congreso. El tercero, la utilización que Vox haga de esta apuesta entre el electorado conservador.

El discurso de Casado pivotó sobre la repudia a la dañina polarización que, a su juicio, sufre el país a manos de Pedro Sánchez y Abascal. A ambos les equiparó en radicalidad dibujándolos como cómplices necesarios. Frente a esta idea, contrapuso al PP como «fuerza tranquila» que busca la reconciliación en lugar de la ruptura. «Que los abrazos que se dieron nuestros abuelos no los deshagamos sus nietos porque no tenemos derecho a destruir una historia de reconciliación», defendió.

Su «no es que no nos atrevamos. No es que nos hayamos rendido. No es que seamos cobardes. Lo que ocurre es que no queremos ser como usted» , marcó un antes y un después en su discurso político. Abascal, visiblemente desconcertado, consultaba a ratos con su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, mientras tan solo unos metros más allá la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, observaba desde su escaño cómo el PP entraba de lleno en su espacio político.

Seriedad también en el Gobierno al que el discurso de Casado trastoca planes y estrategia. La baza fácil de Sánchez ha sido siempre extremar la imagen del líder popular para mantener el miedo en el electorado de izquierda y la divisón en el de la derecha. El jefe del Gobierno intentó desfondarle el miércoles, exigiéndole una ruptura con Abascal que creía que no llevaría a cabo . Ayer Casado no solo aceptaba el envite sino que subía la apuesta: ya no solo busca el votante conservador sino que va a por el mismo votante moderado que también quiere el PSOE.

El líder de los populares fue duro con Vox e inclemente con Abascal. A éste le acusó de deslealtad bajando al terreno personal: «Esta moción no la dispara contra el gobierno sino contra el partido que le ha dado trabajo durante quince años». A su propuesta política, de nociva: «Vox es el seguro de vida de Sánchez para seguir de inquilino en La Moncloa», «solo ofrece a España fracturas, derrotas y enfados». Tildó de fraude su estrategia: «No dijo la verdad de los efectos de la división del voto, sobre sus planes y sobre sus propósitos reales. La ocultó». Y calificó la propia moción de censura de dañina: «Ha llegado en auxilio de la criatura en su peor momento para revivirla una temporada más» . «¡Vaya capote le ha echado (a Sánchez) y vaya bajonazo con el que remata la faena! Querían cortar dos orejas al PP pero ha acabado de monosabio de Iglesias». El vicepresidente segundo del Gobierno pidió la palabra para intervenir en el debate y acabó reconociendo el discurso de Casado como «brillante» e «inteligente».

El desconcierto visible en los gestos de Abascal fue confirmado por él mismo desde la tribuna de oradores. Dijo sentirse «perplejo» porque «no esperaba para nada» que el líder de los populares interviniera en esos términos. «Por fin vuelve el PP de siempre, el vicesecretario de Comunicación de Rajoy», se jactó.

Siguiendo este hilo acusó a Casado de unirse a la «brutal caricatura» que la izquierda y el independentismo hacen de Vox y vaticinó el «hundimiento» de los populares tras el «gigantesco error» de ayer. Según Abascal, el líder del PP se ha colocado en una «equidistancia imposible» entre un gobierno que es socio de ETA y otra formación de derechas. En un recordatorio que pareció sonar a amenaza, Abascal puso sobre la mesa que los populares gobiernan en tres comunidades con sus votos y a cambio de «cero cargos». Pero rápidamente puntualizó que no romperá estos acuerdos. «Si yo fuera como usted ha dicho hoy aquí, dejarían de gobernar en Madrid, Andalucía y Murcia, pero los andaluces, madrileños y murcianos pueden estar tranquilos respecto a la responsabilidad histórica de Vox», aseguró.

Sin embargo, su intervención fue incapaz de aguar el protagonismo alcanzado por la trascedencia del discurso de Casado. El líder del PP marcó ayer un punto de inflexión en su estrategia para reasumir el liderazgo del centro-derecha, cuando la propuesta política conservadora sigue fracturada. Empieza una nueva etapa y trae consigo nuevas incógnitas.