Bretón, frente al Jurado y la verdad
Doble asesinato y 40 años de condena en el horizonte. Un Jurado impartirá Justicia a los pequeños Ruth y José
cruz morcillo
«No soy tan inteligente como dice el estudio, sino que mientras respondía a los tests estaba viendo las respuestas en la hoja del entrevistador. Aparte, el cociente intelectual ya no se lleva..., ahora se habla más de inteligencia emocional». Este es José Bretón , ... quien a partir de mañana será juzgado por la Audiencia de Córdoba acusado del asesinato con alevosía de sus dos hijos, los pequeños Ruth y José hace veinte meses. Desafiante y helador, así se mostró de nuevo en sus respuestas al forense y al psiquiatra que lo evaluaron por segunda vez el pasado 9 de octubre.
«Lo que más le afecta son las condiciones de su estancia en prisión, más que lo que esté pasando fuera. Afirma que no quiere ver las noticias porque «todo son mentiras y duda abiertamente de la imparcialidad de todos los profesionales que intervienen en este caso». La fotografía mental que muestran los médicos del tipo escuchimizado y de voz aflautada no deja resquicios: ni padece trastorno mental alguno ni sus acusados rasgos de personalidad evidencian un trastorno de la personalidad.
Gasóil y madera de olivo
Son conclusiones que ratifican las pinceladas ofrecidas por José Bretón desde el maldito 8 de octubre de 2011 , cuando denunció que sus hijos de 6 y 2 años habían desaparecido en el cordobés Parque Cruz Conde, al que según la Policía y el juez jamás llegaron. Bretón los mató antes, quizá nada más llegar esa misma tarde a la finca familiar de Las Quemadillas y luego quemó sus cuerpos en una pira sobre un fondo de leña de olivo durante casi tres horas, al aire libre, atizando el fuego con unos 250 litros de gasóil comprados previamente, según el auto de procesamiento dictado por el juez instructor el 5 de septiembre del año pasado.
Sobre la pira, colocó una mesa metálica que le sirvió «de parapeto para concentrar aún más el calor, actuando en forma de horno». Aceleró la cremación y consiguió mitigar el volumen de humo procedente de una hoguera a 1.200 grados . Algunos testigos olieron a basura quemada esa tarde.
Bretón, con sus mentiras, su móvil apagado para impedir que se le localizara, su planificación al milímetro del crimen los días previos, su progresivo y enconado odio hacia la que era aún su esposa, Ruth Ortiz, fue el sospechoso único desde esa misma tarde. Su primera declaración ante la Policía, ese mismo día, a las 23.10, ya levantó sospechas. La pasmosa tranquilidad con la que llamó al 112, pese a haber perdido a dos niños tan pequeños; sus rodeos; la extraña explicación sobre la hoguera en la que dijo quemar ropa y objetos de la madre de sus hijos...
En el primer registro de la finca, los agentes repararon a un golpe de vista en la hoguera, aún caliente y empezaron a remover. Huesos y más huesos, casi dos centenares de restos. «Están ahí enterrados», comentaban entre sí algunos de los investigadores conducidos por años de oficio y muerte. Pero los restos encontrados fueron considerados «de forma taxativa y sin el más mínimo atisbo de duda», en palabras del juez instructor José Luis Rodríguez Lainz, huesos de roedor, can mamífero herbívoro u omnívoro de pequeño tamaño, en una pericia firmada por una perito de la Policía tres días después de la desaparición.
Y así, con la indiscutible preeminencia en la investigación de un dictamen de Policía Científica, el viejo olfato policial quedó orillado y la hoguera en un segundo plano. «La evidencia científica no corroborada por medios científicos irrefutables no se puede sobreponer a lo que unos indicios sólidos de la investigación nos dicen», aseveró el juez al analizar las consecuencias del errático dictamen pericial.
No quedó nada por hacer en los siguientes meses. Bretón fue detenido el 21 de octubre como responsable de la desaparición de los hijos, y en la cárcel no hizo sino envalentonarse y acrecentar sus versiones exculpatorias mientras los investigadores ponían del revés la casa de Las Quemadillas, el coche o los teléfonos; mientras buscaban testigos, analizaban cámaras y movimientos; recomponían los días previos, cursaban órdenes internacionales de búsqueda, rastreaban el Guadalquivir y los pozos aledaños, encargaban dictámenes a todo tipo de especialistas para desmontar los embustes del padre... Más de 165.000 euros empleados, según el sumario, en la búsqueda de unos restos que ya habían sido encontrados. Horas y horas de trabajo y la desesperación de una madre que aún no ha podido enterrar a sus niños.
Tuvieron que pasar más de diez meses para que por fin llegara la luz. La carambola de que un experto en Medicina Legal como Francisco Etxeberría acabara analizando los huesos y concluyendo que eran humanos da par otro capítulo; su conclusión la corroboraron posteriormente otros cinco peritos, cada vez más afinados y solo ante esa evidencia se admitió el error inicial. La pira cumplió su función y ha sido imposible extraer ADN y poner nombre a esas piezas halladas . Nadie duda de que en Las Quemadillas ardieron Ruth y José, pero esa será una de las bazas de la defensa a partir de mañana.
Enterrar a sus hijos
Bretón se enfrenta a 40 años de prisión. Ante el Jurado, demostrará si esos libros de autoayuda que devora en prisión y su desapego emocional se han fortalecido. La Audiencia de Córdoba acogerá hasta el día 8 de julio uno de los juicios del año y fotos con las caras angelicales de las víctimas volverán a reventar el corazón de todo aquel que las contemple. Por la Sala desfilarán un total de 97 testigos y 47 peritos, que argumentarán quién mató a los niños.
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