Esbozos y Rasguños
Algún día todo esto será divertido
Quizá esto solo sea el primer borrador de algo mejor. Quizá la temporada que importa empiece mañana
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Iniciar sesiónVolvió a suceder. El Madrid, sin ninguno de sus flamantes fichajes en el once, volvió a parecerse peligrosamente a ese equipo del año pasado: un grupo que rema en dulce de leche. Cada jugada cuesta el doble, cada balón dividido es una pendiente, cada intento ... de rebelión se queda en amenaza, cada despiste atrás se paga carísimo. Todo le pesa, todo le supera. Y cuando enfrente está un PSG que juega como si llevara dos marchas más, el resultado es el que es: un 4-0 que suena a bofetada, aunque escueza un poco menos al recordar que esto es verano, Mundial de Clubes y un banco de pruebas.
Porque el balance general —paliza aparte— es hasta positivo. Ganar este torneo con un equipo a medio construir era una ilusión casi ingenua: piezas que llegan, otras que se van, promesas que asoman, jugadores recién recuperados, fichajes pendientes… Difícil ensamblar y consolidar algo sobresaliente. El club ha hecho una buena caja, ha debutado un canterano ilusionante y aprovechable, nadie se ha roto por el camino y se ha medido en semifinales al campeón de Europa, que hoy por hoy juega en otra liga. En todo esto se puede encontrar consuelo y lecciones.
Pero entre tanto matiz flota una certeza incómoda: Mbappé y Xabi Alonso tienen entre manos un reto colosal esta temporada. El técnico sabe que su mayor activo —el atacante más decisivo del planeta, dicen— debe empezar a mover la aguja de verdad. No basta con goles sueltos ni con botas de oro decorativas. El Madrid fichó a Mbappé para cambiar la historia de los partidos grandes, para meter miedo, para dinamitar noches como esta. Y la ironía se impone: se fue del PSG y ahora los parisinos vuelan sin él; llegó a un Madrid que lo ganaba todo y al que hoy, ante los grandes, simplemente no le da. Al madridismo no le alcanza con esta versión de Mbappé. Ni qué decir con la de Vinícius.
Hay trabajo por delante, hay mimbres y hay tiempo. Y, sobre todo, hay técnico.
Quizá esto solo sea el primer borrador de algo mejor. Quizá la temporada que importa empiece mañana. Y quizá, dentro de un tiempo, recordemos este extraño Mundial, cerrado en falso, como el principio de algo bonito. Algún día todo será divertido, se repetía Nora Ephron cuando algo malo le sucedía. Pero no será hoy. Ni mañana.
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