esbozos y rasguños
Carretera a ninguna parte
Uno no espera sufrir el síndrome de Stendhal cada vez que su equipo salta al campo. Se conforma con ver un equipo competitivo, reconocible y con algunos destellos de buen fútbol
¿Y si la paz merengue también es un arma?
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Iniciar sesiónEl Madrid volvió a jugar de nuevo como si estuviera remando en dulce de leche. Lo de Bilbao, como se temía, estuvo más relacionado con una víctima propiciatoria que con una genuina brillantez. Lento, espeso, previsible y aburrido. Es así. Y no de otra ... manera.
Bastó la terrible primera parte para que se rompiera el hechizo. En el Celta parecían todos los jugadores chicos de un curso superior jugando en el patio del colegio en lugar de en el Bernabéu. Sabían qué hacer y cuándo hacerlo, y mostraron más calma en cada situación que los futbolistas blancos en su propia casa.
Uno no espera sufrir el síndrome de Stendhal cada vez que su equipo salta al campo. Se conforma con ver un equipo competitivo, reconocible y con algunos destellos de buen fútbol. E ir construyendo sobre eso. Pero ahora mismo el Madrid sigue buscando una identidad, una manera, un credo. Y no son horas ya.
Un articulista tan divertido como Alfonso Ussía no merecía ser homenajeado en el Bernabéu con un partido tan plomizo. No hubo nada a lo que agarrarse. Ningún milagro de esos en forma de flores que crecen en mitad del pavimento o al lado de una autopista hacia ninguna parte. Esa misma carretera por la que parece transitar ahora este Real Madrid. Solo cemento y resignación como único paisaje por la ventanilla.
Quejarse del arbitraje (desquiciante y desafiante) son excusas de mal pagador. Que Rodrygo lleve sin marcar un gol desde marzo no se trata de un complot orquestado desde el estamento arbitral. Que Fran García cometa una imprudencia absurda no forma parte de una gran conspiración internacional. Y que ver atacar al Madrid resulte tan emocionante como contemplar cómo crece la hierba no es culpa de la federación.
Cuando Mbappé estornuda, este Madrid se resfría. Sin el francés en modo leyenda, el equipo no tiene argumentos, ni chispa, ni imaginación, ni amenaza. Falta ese instante en el que algo puede suceder.
El Madrid solo le puso corazón e intención cuando lo vio todo perdido. Cuando la única salvación de los vencidos era no esperar salvación alguna. Pero a este equipo se le pide algo más que épica tardía. Se le exige coherencia, idea y un plan reconocible. Porque el escudo rescata muchas veces, pero no siempre. Y los milagros necesitan algo de fe previa.
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