El rastro de Cristiano Ronaldo en Riad

«Yo siempre le digo a los jugadores europeos que no sigan esta rutina porque suelen ganar peso y pierden la forma rápidamente. Entiendo que los futbolistas locales lo hagan. De hecho, muchos de ellos no se acuestan hasta las cinco de la mañana porque a esa hora tienen uno de los rezos, pero el europeo tiene que vivir al margen de estos hábitos si quiere rendir luego en el campo«, explica a ABC Vicente Moreno, actual entrenador del Al Shabab.

Dónde vivirá Cristiano no es otro de los contratiempos, pero sí seguramente su lugar de trabajo y la distancia al mismo. Su idea es trasladarse a una casa antes de que finalice enero y las zonas con más opciones para su alojamiento son Al Muhammadiyah y Al Nakheel, los dos 'compounds' más lujosos de Riad. Un 'compound' es una microciudad dentro de la propia Riad en la que viven los trabajadores extranjeros de alto poder adquisitivo. Tienen sus propios supermercados, colegios, hospitales, farmacias, restaurantes y el resto de servicios para hacer la vida ahí dentro, sin relación alguna con la verdadera Riad.

De momento, Ronaldo, su pareja, sus hijos y los empleados privados de asistencia y seguridad de la familia viven en el monumental Hotel Four Seasons, ubicado en la Kingdom Tower, en pleno 'downtown' de Riad. Se trata del quinto rascacielos más alto del país, con 302 metros de altura, y está ubicado a 25 kilómetros de la modesta ciudad deportiva del Al Nassr, distancia que en esta ciudad caótica de tráfico suele realizarse en unos 45-50 minutos, como mínimo, si tienes la suerte de no toparte en el trayecto con uno de los habituales accidentes que diariamente se produce en la capital saudí. Una vez allí, Cristiano ya ha tenido tiempo para percatarse que nada tienen que ver las instalaciones de trabajo de su nuevo equipo con lo que él ha experimentado en sus anteriores equipos.

La ciudad deportiva del Al Nassr está en las antípodas de Valdebebas, por ejemplo. Solo tiene un campo de entrenamiento, el gimnasio es muy básico, la piscina parece municipal y está situada en el inframundo de Riad, que ya de por sí es una ciudad bastante desagradable a la vista y con un aspecto tercermundista.

En sus alrededores, explanadas y zonas deprimidas, de muy baja clase, en la que los niños y los adolescentes se divierten, ajenos a su pobreza y marginación, jugando al fútbol en campos de arena propios de la España de hace cincuenta años: «Cristiano. Cristiano Ronaldo. Messi, no. Messi, no», gritan estos chavales a ABC, mientras contemplamos una de sus pachangas. No saben inglés e intercambiar con ellos algo más que esas palabras es una absoluta utopía. «Ahora viene el Madrid a entrenar aquí», les avisa este periódico en el idioma de Shakespeare. Agua. «No, no. Cristiano. Cristiano», contestan con una cara de no entender nada de lo que se les dice y un gesto que mezcla inocencia e ilusión por esa remota posibilidad de ver durante unos pocos segundos a su ídolo.

El Madrid es un club muy querido en este país, pero el saudí suele ser más de jugadores que de equipos. Al menos, en lo que a gustos se refiere respecto al fútbol fuera de sus fronteras. De ahí el júbilo por el fichaje de Cristiano, de lejos el jugador más grande de la historia que ha llegado a Arabia. Futbolísticamente, ha puesto al país saudí en el mapa y al Al Nassr le ha hecho la mejor campaña de publicidad posible. Ahí están los datos. El 30 de diciembre, el día que el club saudí anunció el fichaje de Ronaldo, Al Nassr tenía 300.000 seguidores en Twitter y hoy tiene casi cuatro millones. En Instagram tenía 850.000 y ahora tiene más de once millones:«¿Ha estado con Cristiano?», pregunta el conductor de Uber que nos lleva al hotel tras presenciar el entrenamiento del Madrid. «No, estoy aquí por la Supercopa de España», contestamos. «¡Ah!, ok, ok. Me, Al Hilal, no Cristiano», nos concreta.

Al Hilal es el mejor equipo de Arabia, el gran rival del Al Nassr y campeón de 66 títulos, entre ellos 18 ligas y cuatro Champions de Asia, dos de las cuales las ha ganado en las tres últimas ediciones. El fichaje de Cristiano no le ha hecho gracia, no solo por lo pueda suponer a nivel deportivo, sino por el apoyo estatal del mismo. Los 200 millones de euros que va a ganar el luso tiene detrás suculentos acuerdos comerciales que en ciertos casos van de la mano del deseo del país por hacer crecer el fútbol en Arabia, hasta el punto de ser embajador de la candidatura saudí para el Mundial de 2030.

El hecho ha generado tal revuelo que el propio Al Nassr se vio obligado a desmentir en un comunicado: «El Al-Nassr FC desea aclarar que, contrariamente a las noticias aparecidas, el contrato de Cristiano Ronaldo no implica ningún compromiso con ninguna candidatura a la Copa del Mundo. Su principal objetivo es el Al-Nassr y trabajar con sus compañeros para ayudar al club a alcanzar el éxito».

Un éxito que tuvo, y bien sonado, en el Real Madrid durante los nueve años que vistió la camiseta blanca. Para muchos, junto a Di Stéfano, es el mejor jugador de la historia del club blanco, pero la gestión de su adiós y todo lo que después ha sucedido con su carrera han dejado alguna mancha en la que un día fue su camiseta blanca. Hasta este viernes, Cristiano no ha tenido ningún contacto con su exequipo y sus excompañeros.

La Federación le invitó a asistir en directo a la semifinal entre Real Madrid y Valencia, pero no aceptó la invitación, y el martes, horas antes del primer entrenamiento de los blancos en la ciudad deportiva del Al Nassr, Cristiano se ejercitó con su equipo y se marchó ipsofacto al hotel dónde se aloja.

Solo se cruzó con empleados del Madrid que ya estaban allí preparando la logística del entrenamiento de los de Ancelotti: «A los que compartieron vestuario con él, les encantaría que se acercara a saludarles, pero no tenemos noticias de que lo vaya a hacer», aseguran en el Madrid. Cristiano y su ego en estado puro. Su rastro ya se nota en Riad.