Esbozos y rasguños
Pecados de juventud
«Arda Güler volvió a cometer un error imprudente en una zona comprometida, dejando dudas sobre su fiabilidad para jugar en posiciones tan retrasadas, donde su talento camina sin red de seguridad»
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Arda Güler, ante Fermín en un lance del clásico
Un Real Madrid concentrado y serio resolvió el partido, y ciertos complejos recientes, con una primera parte más contundente en el juego que en el resultado. Los de Xabi Alonso ganaron, más allá de los tres puntos, crédito, tiempo y seguridad. Cimientos para empezar a ... construir. El encuentro tuvo de todo: penaltis fantasmas, goles anulados por el espíritu de la golosina, revisiones dramáticas del VAR, penaltis fallados y tanganas (Rüdiger incluido, que no se pierde una). El Madrid fue superior, sí, aunque sigue sin terminar de soltarse el pelo. Continúa algo rígido en ciertos tramos del partido. Cuestión de ir afinando el juego.
El Barça, diezmado por las bajas, parecía un cocodrilo anestesiado. Aletargado, pesado, lentorro. No tiene, desde luego, el punto afilado del año pasado. Lamine Yamal, bien vigilado por Carreras, está algo tieso y un par de escalones por debajo de su nivel habitual. Sus polémicas declaraciones en la víspera, una torpeza propia de un chico de 18 años en un ambiente relajado con 'amigos', le colocaron una presión excesiva sobre sus hombros. En ciertos partidos es mejor volar bajo el radar: él mismo espoleó a sus rivales y se puso bajo el foco. Pesada es la cabeza que lleva la corona.
Pero hubo más pecados de juventud. Arda Güler, como ya ocurriera en el Mundial de Clubes, volvió a cometer un error imprudente en una zona comprometida, dejando dudas sobre su fiabilidad para jugar en posiciones tan retrasadas, donde su talento camina sin red de seguridad. Es joven y, sin duda, aprende rápido de los errores. Pero no sabemos si tanta distancia con Mbappé, con la llegada al once de Bellingham, beneficia o perjudica al joven turco. Es buenísimo, de eso no hay dudas, pero ha de elegir qué quiere ser. Y dónde puede serlo.
La nota discordante en una noche feliz para los madridistas la volvió a dejar Vinicius: histriónico y egoísta al ser sustituido. La falta de respeto hacia Rodrygo y el entrenador fue flagrante. Marcharse a las duchas con el partido aún en juego es una calentada inadmisible. Vinicius, que ya no es tan joven como para permitirse estos numeritos ciertamente sonrojantes, parece empeñado en librar una guerra en solitario contra cualquiera que le diga que no es el mejor todo el rato. Pero, lejos de ser una empresa quijotesca, se está quedando cada vez más solo. Ni sus defensores más fieles conservan ya la energía suficiente para seguir trabajando tantas horas pro bono en su causa contra el mundo.