El Atlético desperdicia un botín ante el Dortmund

«Ahora, Atleti, ahora», apremia una pancarta gigante desde la grada. Cual premonición certera, el Atlético se aplica a la tarea de escalar la Champions, cuartos de final, esa pesada losa que nunca ha transportado a su sala de trofeos. La Liga de Campeones es un episodio con tinte de drama en la casa, y jamás ha sido suficiente el sudor de generaciones. Se necesita algo más.

El partido amanece idílico para el grupo de Simeone. Los colchoneros se activan como por un resorte, motorizados, enérgicos, rápidos, y el Borussia Dortmund ayuda con su fragilidad insospechada: llevaba un carro de partidos sin perder fuera de su casa. Pero los germanos, esa estirpe que para el fútbol suelen asemejarse a robots programados para la eficacia, son una cadena de errores.

El primer traspié en la salida del balón acaba en un gol de Rodrigo de Paul. El pase comprometido del portero, el fallo de Maatsen al borde del área y la intercepción con tiro instantáneo del argentino a la cazuela.

El Atlético se mueve por impulsos, grupo de ida o vuelta en función del ánimo colectivo. Son minutos de euforia, de conciencia respecto a una presa que se asusta con el ambiente, la grada, el rival desbocado. Es el Atlético que presiona y muerde, gana las capturas, detecta la debilidad del adversario. Juega mal el Dortmund, la saca con dificultad y en media hora no pasa del centro del campo.

El Atlético es feliz en ese vendaval a favor. No es solo rabia o brío. También hay calidad y técnica. Lo empaqueta Griezmann cada vez que su zurda interviene y aclara o ensalza la jugada. Es una sinfonía del francés, pletórico de lucidez y magnetismo. La pelota lo reclama y él lo asea todo, reparte, frena a o acelera, la juega siempre bien y en el minuto 30, le regala un pase delicioso a Samuel Lino, su compadre ayer. Vaselina al primer toque, el balón al brasileño que define de lujo al primer toque.

El 2-0 corona los mejores presagios rojiblancos, porque en contra de la costumbre no echa el cuerpo atrás, sino que incide en su conquista. Griezmann y Lino lo bordan por la izquierda, el Atlético suma ocasiones, pero el tercero no llega. El Dortmund despierta al fin porque aquello podía acabar en goleada Champions. Un fallo en la entrega de De Paul genera una oportunidad de los teutones. Un par de minutos después, Oblak se estira como un pulpo y despeja el zurdazo de Maatsen. El Dortmund ofrece señales de vida.

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Como es difícil jugar peor, los alemanes se muestran en el Metropolitano a mitad de camino entre la reacción obligada y esa renuncia voluntaria siempre en los equipos de Simeone con el marcador a favor. Retrocede el Atlético, se escuda y busca un contragolpe de alivio. Pero ni sus jugadores poseen la misma energía para presionar tan arriba ni el Dortmund se equivoca en la selección de pases.

El partido se ha visto mil veces en este ala de Madrid. Simeone retira a Morata y da entrada a Barrios, coloca a Llorente en su undécima posición, delantero junto a Griezmann, todo pulmones para llegar y defender. Simeone celebra como un gol un despeje fuera del portero por la presión del exmadridista. Quiere eso: ronchas de piel en el césped. El Dortmund se adueña del balón, el Atlético ya solo quiere que pasen los minutos y cazar una oportunidad. La tiene Samuel Lino, pero la estrella en el portero. Como tantas veces, la táctica del paso atrás dilapida al Atlético. Marca Haller en la siguiente, un 2-1 que amarga la noche a los colchoneros.