Como si de una prolongación de la épica remontada ante el Inter de Milán se tratase, llegaba la parroquia rojiblanca al Metropolitano, dispuesta a convertir en costumbre las grandes noches europeas en su feudo. Sin la espectacularidad que le resta la presencia de la luz ... solar, el autobús del equipo tuvo un recibimiento de gala en el que no faltaron la humareda de las bengalas ni la pirotecnia.
Un mosaico grandioso lució en el estadio, perfectamente organizado en dos actos. El primero, al son de los acordes del himno del Atlético de Madrid. Y el segundo, con los protagonistas sobre el césped, bajo la sinfonía de la Champions League. Las cartulinas rojas, blancas y azules arropaban el claro mensaje de la afición colchonera a los suyos: «Ahora, Atleti ahora».
Los de Simeone se lo aplicaron al pie de la letra. El pitido inicial y el empuje de las más de 68.000 gargantas les guiaron a presionar sin tregua al Borussia Dortmund. Los alemanes, tambaleantes ante la vibrante unión entre grada y equipo rojiblancos, pusieron en bandeja en gol a De Paul, lo que no hizo más que empeorar las cosas para sus intereses. El Metropolitano disfrutaba de una excelente puesta en escena, rubricada por el tanto de Lino.
Sin embargo, el empuje de jugadores y aficionados fue a menos con el paso de los minutos. Y el conjunto teutón lo aprovechó. El tanto de Haller dejó congelado al Metropolitano y desató la locura entre los 4.000 aficionados alemanes desplazados, quienes no cejaron en su empeño de animar durante los noventa minutos. La amenaza del empate contuvo la respiración de la grada durante los últimos minutos, lo que hizo que la mínima ventaja consumada se valorase en mayor medida. A pesar del agridulce sabor de boca, el Atlético logró mantener el pleno de victorias europeas como local.
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