Toros
Juan Ortega: «La pureza en el toreo es estar dispuesto a que un toro te coja y te desbarate»
El torero de Triana debutará como matador de toros en la Real Maestranza el 24 de abril con toros de Juan Pedro Domecq, junto a Morante de la Puebla y Pablo Aguado
Alberto García Reyes/Jesús Bayort
Se le divisa cruzando el puente con aires de sevillanía. Desde aquel viejo arrabal, cuna de la alfarería, viene este ceramista del arte y la torería; quien pasó, en menos que canta un gallo, de diestro relegado a nueva esperanza de todos los aficionados. Fueron ... quince los muletazos a un castaño de Parladé los que lo resucitaron en la misma arena que un día marchitó el monstruo cordobés.
Más que una oportunidad, estas tres tardes en el abono parecen catalogarlo como ‘Torero de Sevilla’.
Eso no se adquiere de la noche a la mañana. Pero sí que he pasado de la nada a verme anunciado tres tardes en el abono. Me enorgullece interiormente saber que lo que hice el año pasado me ha abierto las puertas de Sevilla.
¿Sueña ya con alguna faena?
Sueño con torear un toro muy despacio. Que sea uno de esos días en los que brota la sensibilidad. Porque no siempre está uno como debe estar. Que se den las circunstancias, el toro y que surja lo que tenga que surgir.
Catalógueme el cartel de su debut: Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado.
Ahora hablo en calidad de aficionado: como sevillano, sintiendo esta plaza como mía, es el cartel que a mí me gustaría ver. Tres toreros con estilos diferentes pero que hacen las cosas muy de dentro y con mucha sensibilidad, como es Sevilla.
Dos de Juan Pedro y una de Jandilla ¿Necesita el toreo de Juan Ortega un toro especial?
Sí. Más bien, necesito una embestida. Intento hacer las cosas despacio, reunirme con los toros y que aquello tenga armonía. Para eso necesito que tenga buen ritmo, que sea obediente y que empuje el vuelo hasta el final. Creo que todo el mundo sueña con ese toro.
¿Estudia o analiza el toro?
Independientemente del hierro, color de pelo o encaste que tenga, en lo que más me fijo es en la forma de embestir y en el estilo que tenga. Al igual que los antiguos decían aquello de “aquí hay dos tipos de toreros, los que saben torear y los que no”, pues yo entiendo que hay dos tipos de toros, los que embisten y los que no. No es lo mismo que el toro pase por allí a que quiera pasar. De ahí la importancia de querer coger el vuelo de los chismes. Y, por supuesto, del ritmo.
La importancia del ritmo en la vida.
En todo, pero en el toreo es tremendo. Porque el ritmo es lo que permite que se hagan las cosas con temple, despaciosidad y armonía. Es un chispazo.
¿Es el toreo el último refugio de la lentitud?
Total. El toro es un animal enorme con una fuerza brutal al que en vez de imponerle violencia le das fragilidad. Aunque te pueda partir por la mitad, uno se pone ahí con un trapillo que hasta el viento es capaz de llevárselo. Esos contrastes son los que verdaderamente transmiten emoción.
Habla usted mucho de etapas arcaicas del toreo. ¿Qué supone en su concepto la tauromaquia antigua?
Me he preocupado mucho de saber de dónde vengo y de dónde viene el toreo. Es algo que necesito conocer. Me interesa saber por qué le estoy dando naturales a un toro o por qué en una tanda hay que dar cinco o seis pases en vez de uno o dieciocho. Saber de dónde vienen y por qué se hacen las cosas. Quién ha marcado el hilo del toreo y cuáles fueron los grandes maestros que marcaron el devenir de la Fiesta. Eso me ha ayudado a aclarar mi camino.
¿Es posible que el desinterés sea un mal imperante en su escalafón?
No creo que llegue a tanto. Pero sí le diría que cuando uno se preocupa por esas cosas se valora y se respeta mucho más lo que se ha hecho y lo que queda por hacer. Admiras todavía más a los maestros que marcaron el camino de la fiesta con su arte y con su sangre. Y lo mismo pasa con el toro: lo valoras más cuando comprendes lo difícil que ha sido conseguir que embista así.
Esa respuesta también vale para el público: el que conoce, respeta ¿Están los tendidos en un buen momento?
Como es el público que yo he conocido, tampoco tengo con lo que comparar. Le puedo hablar de lo que le escucho, por ejemplo, al maestro Pepe Luis Vargas. Me cuenta que en su época había otro ambiente: más entendidos, más aficionados y más respeto. Pero a su vez tenían cierta guasa, porque el que conoce se cree con la autoridad de exigir, señalar y decir. Siendo sincero, sí le diría que eso se echa en falta.
¿Usted por qué torea?
Porque sin darme cuenta he hecho de mi vida el toreo. Y porque aquí he encontrado mi forma de expresión. Si puedo ser alguien en la vida es siendo torero.
¿Y cuál es su forma de expresión?
Me he criado en el campo y siempre me he sentido parte de la naturaleza. Esa naturaleza pura es la que yo siento que soy capaz de expresar en el toreo. Es un instinto natural.
El toreo es una lucha constante entre el instinto de protección y el de expresión.
El instinto de conservación nos quiere arrastrar desde los medios hasta el burladero. Esa es nuestra lucha constante. Cuanto menos lo tienes presente, más fluye tu interior.
¿El toreo es arte?
Sin lugar a dudas. Sobretodo, arte. Lo entiendo así en el momento que encuentro en el toreo mi manera de expresión. El que lo encuentre en la música o en la pintura, por ahí alcanzará su arte. Si el torero encuentra en el toreo su medio de expresión, es que es un artista.
Ha tardado en eclosionar, pero lo ha hecho siendo fiel a un concepto del toreo ¿Se ha llegado a sentir un incomprendido durante todo este tiempo?
Llegué a tener dudas sobre mi capacidad, pero siempre tuve claro que ese era mi camino. Porque no sabía hacer otra cosa: o hacía lo que sentía o me iba a mi casa.
¿Y se sentía infravalorado?
Hasta que no demuestras las cosas, es lógico que la gente dude de ti. Y reconozco que he tardado en hacerlo delante del toro, porque he pasado épocas en mi vida en las que no era capaz. Yo mismo me consolaba cuando salían los carteles de Sevilla. Sabía que no estaría en ellos porque no había hecho nada para merecerlo.
La gran característica de Sevilla, taurinamente, es que sabe esperar.
Sabe esperar porque sabe de toros y aprecia dónde están las cosas. Sevilla tiene sensibilidad. Donde en otros sitios no se ve nada, o se fijan en otras cosas, en Sevilla se canta lo puro, lo profundo, lo que sale de dentro. ¿Por qué? No lo sé, esta tierra nos hace así.
Los aficionados vendrán expresamente a verle a usted. Es una responsabilidad que merece su reflexión.
Analizándolo como aficionado, debo decir que siempre que he viajado para ver alguna corrida era porque esperaba algo concreto de un torero o de una ganadería. Había alguna connotación especial. Y una de las cosas que siempre me ha preocupado como torero son las tardes en las que no han pasado nada. Ni para bien ni para mal. Que la gente no se acuerda de ti. Cuando yo espero algo de alguien, si lo veo me llena y si no lo veo me cabrea. Pero ahí pasa algo. Indudablemente que eso me llena de miedo y responsabilidad, pero en el fondo me satisface. Sé que en Sevilla se espera algo de Juan Ortega.
Se va a anunciar con toreros a los que ha podido admirar durante sus comienzos ¿Se pasa de la admiración a la rivalidad?
Siempre sentiré admiración. Algunos de ellos son los toreros con los que yo he crecido taurinamente. Pero le digo una cosa: ni el triunfo de ellos es mi fracaso ni mi fracaso es su triunfo. Que yo los admire no implica que salga a la plaza sin buscar mis objetivos. Ni me resta ni me aflige.
¿Tiene el toro el peso o tamaño ideal?
El toro grande y con movilidad tapa muchos defectos. Una faena media es más fácil que emocione con un toro grande. Al final, todo está al revés. Yo no puedo ofrecerle el pecho y embarcarlo con la panza de la muleta si no cabe. Un toro que tiene de punta a punta de pitón un metro no me cabe. Tendré que meterle el pico, engancharlo en el ojo de fuera y desplazarlo un poco para que no me arrolle con los cuartos traseros. Es una contradicción. No puedo ganar el Tour de Francia con una bicicleta de montaña. Todo debe estar acorde. Ni tampoco se puede abusar. Cada plaza tiene su medida y el toro por naturaleza debe ser un animal fino, ágil, con viveza y moldeable. Hay toros que le echas la cintura atrás y siguen en línea recta. A un autobús no lo puedes doblar.
Si pudiera moldear al torero de sus sueños, ¿cómo sería?
El capote de Rafael de Paula, el natural de Ordóñez, la naturalidad y soltura de Pepín Martín Vázquez, la gracia de Manolo González, el valor de Manolete, el arte de Pepe Luis y la sensibilidad de Romero. De ahí sacaba yo un figurón del toreo de mil demonios.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete