Daniel Luque vuelve a hacer historia en Francia

La nobleza del primero de La Quinta pareció siempre condicionada por su querencia hacia los adentros, entendida muy pronto por un Daniel Luque que aprovechó los terrenos próximos a las tablas, donde menos molestaba el viento, para lograr una entonada faena que le valió la primera oreja de la tarde. Fue el segundo de La Quinta el menos vibrante de su interesante conjunto aunque, a base de paciencia y mucho mando, Daniel Luque obró tandas de mérito, acertado en el temple y la colocación. La experiencia del maestro de Gerena con esta divisa y encaste quedó rápidamente demostrada cuando tecleó con magisterio las claves que requería el tercero, que fue más exigente y dificultoso que todos sus hermanos. Su suave muleta encendió al animal hasta conseguir lambreazos de bella factura.

Despegó nuevamente la corrida cuando asomó por la puerta de chiqueros el cuarto de La Quinta, un toro de excepcional calidad al que entendió Luque entre muletazos por bajo. Llenó de gusto una labor que sólo fue emborronada por un primer pinchazo que le impidió desorejar a este importante animal de la familia Martínez Conradi. Aquello había sido el preámbulo de la deleitosa quinta faena ante el toro de la tarde: bravo, emocionante y con calidad. Un animal de La Quinta que lucieron ante el caballo, arrancado de punta a punta de la plaza, al que banderilleó magistralmente Daniel Luque y al que cuajó de principio a fin a través de su innato mando, ligazón y temple, todo reunido en una obra maestra que terminó con sus personales luquecinas, todo ello ante un anfiteatro que no paró de rugir. Recibió la vuelta al ruedo el animal antes de que el sevillano paseara las dos orejas. Muy importante fue su faena al sexto, un animal que pronto se vino a menos. Sin duda, una tarde que los presentes no olvidarán.